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El Debate sobre la Autenticidad del Oera Linda Por Hyranio Garbho 04 de septiembre 2007 ¿Es el Oera Linda un manuscrito auténtico? ¿Fue efectivamente escrito (copiado) en el siglo XIII? ¿Vivieron sus verdaderos autores genuinamente entre los siglos VI a.C. y I d.C.? ¿Son las historias que relata registros auténticos de sucesos acontecidos a partir del segundo milenio antes de Cristo e inscrito en los muros de los Burgos de la antigua Frisia? ¿O se trata más bien de una falsificación, de un embuste más o menos ingenioso llevado a cabo con relativo éxito hacia mediados del siglo XIX? ¿Qué evidencias hay en favor de su autenticidad? ¿Cuáles son las pruebas que se invocan para acreditar su falsificación? Mucho se ha escrito al respecto; y variadas son las teorías y explicaciones que se han vertido. Pero lo cierto es que, aunque más sugerentes unas que otras, hasta el presente no se ha podido probar todavía que se trate de una falsificación; como tampoco puede afirmarse con certeza definitiva el hecho de su autenticidad. Esta es la situación actual del debate sobre el Oera Linda. A más de ciento cuarenta años de su primera aparición pública este documento sigue siendo todavía un misterio. Que no se haya podido probar aún su falsificación no significa que se trate de un documento auténtico. Eso lo sabemos. Pero no podemos dejar de puntualizar, al mismo tiempo, lo sorprendente -y sugestivo- que es para nosotros el que esto no se haya podido determinar aún. En este tipo de casos suele ser más fácil probar que un documento es falso a que es auténtico; y su proceso no toma nunca más que unas cuantas pocas semanas. Por eso, a estas alturas, el que las pruebas llevadas a cabo sobre el papel y la tinta no hayan sido, en ninguno de los casos, concluyentes, debiera motivar en todos nosotros una reflexión muy profunda. Pero ¿está la moderna historiografía en condiciones de asumir esa reflexión? En nuestra opinión no lo está. Porque el Oera Linda fue desde su origen un texto imposible; un texto que chocó, desde su génesis, con los credos y dogmas más arraigados de las in-formadas mentes del siglo XIX. Ese texto nunca pudo haber sido escrito: esa fue la convicción general a la que se llegó muy tempranamente. El libro ponía a prueba la capacidad de los investigadores de ir más allá de sus propios límites, obligándoles a romper ciertos esquemas habituales de pensamiento. Por eso el libro no podía ser posible; y los intelectuales de la época le arrebataron de entrada todo crédito. Esta actitud, con el tiempo, no ha cambiado mucho. Los intelectuales de hoy, lo mismo que los de ayer, siguen sentados en sus propios límites, aferrados con uñas y dientes a su propia estructura de prejuicios. Temen a cualquier cosa que no encaje bien en sus categorías de entendimiento. Y no estarán nunca dispuestos a abrir sus mentes a lo que pone en cuestión sus convicciones más arraigadas. Es, como muy bien sabemos, una simple cuestión de actitud: en ella se origina -tanto ayer como hoy- todo el sesgo subsecuente. Uno de los aspectos más curiosos de este debate yace en la soltura con la que se habla de fraudes y falsificaciones literarias. Como si fuera muy fácil llevar a cabo una; sobre todo, una de un libro antiguo. No se repara en la enorme complejidad que supondría hacerlo. Producir un libro hoy y pretender luego que se trata de uno de antaño significaría no sólo servirse de papel y tinta de la época -sin contar que en la mayoría de los casos agenciársela es prácticamente imposible- sino, además, sujetar el manuscrito a efectos que simularan el paso del tiempo -efectos que, en todo caso, debieran no sólo poder engañar al ojo humano, sino, también, a la pericia científica. Y esto último es ya, en la práctica, algo casi imposible. Y digo "casi" como de un modo de expresarme, porque nunca se sabe hasta qué punto el ingenio humano puede "hoy" lograr tales cosas. Ahora bien, tratándose de un fraude de este tipo, en el curso de la segunda mitad del siglo XIX, la posibilidad de lograr el engaño disminuye considerablemente. La mayoría de las evidencias que se invocan para imputarle falsedad al manuscrito tienen todas un denominador común: no responden a la pericia científica, al dato duro de la prueba, sino que se mueven permanentemente en el dominio de la argumentación. Incluso, cuando éstas se han originado en la pericia científica, como es el caso de algunas investigaciones llevadas a cabo en el último tiempo, desaprovechan esa oportunidad y terminan finalmente apoyando sus conclusiones no en el dato de la prueba, sino en complejas especulaciones, más o menos intrincadas e ingeniosas -por no decir fantasiosas- que se han venido construyendo sobre la "asumida" inautenticidad de este libro. El caso más emblemático de esto último lo constituye el estudio llevado a cabo por Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, cuyas conclusiones fueron presentadas en el Congreso del Libro de la Asociación Internacional de los Historiadores del Papel en 2006, bajo el título de El Oera Linda Boek, una falsificación literaria y su papel [1]. Por su relevancia en lo que nos ocupa daremos más adelante al análisis de este estudio una importancia de primer orden. El eje principal sobre la autenticidad del Oera Linda ha venido a centrarse, en los últimos años, en la tesis de Goffe Jensma. A nuestro juicio el caldo de cultivo para todo el resto de las actuales especulaciones sobre el libro. Según Jensma el Oera Linda es una falsificación que no buscó ser una falsificación[2]. Su tesis, en extremo bizarra, propone que tres sujetos, presumiblemente involucrados en una disputa religiosa, decidieron confabularse para falsificar un documento y demostrar, con ello, que los puntos de vista de la posición contraria, en estas disensos religiosos, eran falsos o espurios. Buscaban, quizá, parodiar la Biblia, aunque sólo verosímilmente, puesto que esperaban ser descubiertos en el engaño y demostrar así, por la vía de la analogía, que si ellos habían logrado embaucar a un buen número de personas en este fraude, los autores de la Biblia también podrían haber hecho lo mismo. Así, en el trasfondo de toda esta parodia se hallaría la intención manifiesta de probar el carácter espurio, por no decir falso, de las Sagradas Escrituras; a la vez que imponer los puntos de vistas modernistas, ostentados por los falsificadores, por sobre la visión conservadora que dominaba entonces en el protestantismo frisón de la época. Pero he aquí que, por diversas razones, el engaño fue tomado muy en serio; y en poco tiempo había tantos defensores de la autenticidad del libro que ya era muy tarde para retractarse o desdecirse. Los falsificadores habrían sido, a lo sumo, tres: François HaverSchmidt, Cornelius Over de Linden y Eelco Verwijs. HaverSchmidt, a quien Jensma sindica como el responsable principal del fraude, habría sido el productor intelectual del libro, el inventor de las historias, el creador de los caracteres pseudo-rúnicos en que está escrito el texto; Verwijs habría actuado como editor y corrector de estilo y Cornelius Over de Linden, el menos educado de los tres, como transcriptor o copista del manuscrito. Restando importancia al hecho de que esta tesis de Jensma, en rigor, no es de Jensma sino de Johan Winkler[3], hay, en las líneas generales de este planteamiento, una infinidad de cuestiones que son ampliamente discutibles. En efecto, en la evaluación global que hacemos de los planteamientos de este autor ninguna de sus hipótesis, a nuestro juicio, posee un valor probatorio. Jensma únicamente especula y no deja nunca de hacerlo. Supone motivaciones y las presenta como evidencias. Incurre en observaciones psicológicas de los supuestos falsificadores y explica a través de ellas las razones de un fraude que da por sentado y no se molesta en probar. Construye un contexto histórico y lo hace calzar con sus especulaciones. Y como si todo esto fuera poco, sobre lo único realmente importante -esto es, el papel y la tinta- apenas hace unas pocas y muy marginales observaciones, las que carecen de todo valor probatorio, porque incluso allí especula[4]. Ciertamente, en este sentido, Jensma no trabaja como un historiador habitual; no, por lo menos, en lo que a este documento respecta. No hay una sola carta, ni una sola confesión o, por último, ni un solo testimonio extraído de alguna declaración que nos permita afirmar o sostener una sola de sus ideas. Todas ellas brotan de su imaginación y de las conexiones que, a partir de ciertos hechos muy circunstanciales, propone a modo de hipótesis; e incluso, en algunos casos, bajo la forma de una "sugerencia". Pero nada sustancial; y todo, absolutamente todo, especulativo. Como ya ha sido establecido, para construir su hipótesis, Jensma no se basó en ninguna evidencia "empírica", sino únicamente en especulaciones y sugerencias que le venían pauteadas por las ideas de otro autor, Johan Winkler, las que terminó por reproducir casi al calco[5]. Mucho más valioso para nosotros es, en este sentido, el estudio de Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, cuya investigación ya fue mencionada más arriba. Aunque contrarias a la hipótesis que defiende la autenticidad del libro, el trabajo de estas investigadoras tiene, por lo menos, el mérito de basar sus premisas -que no sus conclusiones- en la pericia científica llevada a cabo fundamentalmente sobre el papel; y en una menor medida, también, sobre la tinta. Esta investigación es relevante fundamentalmente por dos cuestiones: primero, porque fue la primera investigación científica seria llevada a cabo sobre el papel del Oera Linda con medios y tecnología de alta precisión; y segundo, porque ninguno de los resultados arrojados por la pericia científica resultó ser finalmente concluyente. En otras palabras, porque no se pudo probar, con medios científicos, que el Oera Linda era una falsificación. Antes de esta investigación el Oera Linda había sido ya sometido a otras pericias científicas sobre el papel y la tinta. De hecho, los primeros estudios fueron llevados a cabo entre 1873 y 1876[6], esto es, apenas unos pocos años después desde su primera aparición pública, en 1867. Entonces los especialistas convinieron en que el documento era falso[7]; y que tuvo que haber sido hecho después de 1800. Supusieron que el papel había sido fabricado en alguna moderna máquina de la época; y que tuvo que haber estado sometido a algún compuesto químico especial, a objeto de dar al manuscrito el aspecto de ser un texto antiguo. Pero ninguna de estas hipótesis fue finalmente probada en estos estudios; y los especialistas asumieron la inautenticidad del manuscrito independientemente de los resultados de las pericias realizadas sobre el libro. Luego de esto, a excepción de una nueva investigación llevada a cabo en los años treinta, en Alemania, y que confirmó que el papel utilizado en el Oera Linda había sido hecho a máquina (sobre esta relevante cuestión volveremos más adelante), ninguna nueva pericia sobre el papel o la tinta volvió a realizarse en este sentido. De allí la importancia que tiene para nosotros la investigación de Kardinaal, van der Grijn y Porck. En su estudio, estas investigadoras del papel comparten los prejuicios de sus antecesores. Pero su trabajo tiene un plus que lo distingue de los demás: a partir de él puede obtenerse una información reveladora sobre la dirección de la fibra del papel y la malla de alambre utilizada en su producción, que nos da luces sobre cuál pudo haber sido la fecha más probable de su fabricación -fecha que, en todo caso, está muy lejos de ser el siglo XIX. Las premisas de la investigación de Kardinaal, van der Grijn y Porck arrancan de la comparación entre el papel utilizado en el Oera Linda y unas "oportunas" hojas en blanco halladas en la finca de los Over de Linden. Ellas buscaban probar que ambos grupos de hojas formaban parte del mismo stock. Si ello hubiera sido posible, habría quedado establecido la procedencia del papel del manuscrito y se habría podido probar, así, su falsificación. Ahora bien, demás está decir que, en esta investigación, esto no pudo ser probado. En su trabajo, Kardinaal, van der Grijn y Porck tuvieron a su disposición, para la inspección visual del texto, el manuscrito completo. El análisis pericial, sin embargo, se llevó a cabo sobre pequeños trozos de papel desprendidos de los bordes de algunas de las páginas del Oera Linda y de las hojas en blanco halladas en la finca de los Over de Linden. Los trozos de papel del Oera Linda provenían de dos fuentes distintas: en un caso, se trataba de un trozo cuya procedencia no se pudo establecer (en nuestro estudio le llamaremos a éste el "trozo anónimo"); y en el otro, el trozo de papel se había desprendido de una de las cartas del manuscrito, presumiblemente de la página 143, según la opinión de las investigadoras (en nuestra estudio le llamaremos a éste el "trozo epistolar"). Hay, sobre este "trozo epistolar", algo muy interesante que apuntar. Fuera de las cartas que se adjuntan al inicio del manuscrito hay otras dos cartas en el Oera Linda: una atribuida a Ljudgêrth y otra a Rika. Herman Wirth, el traductor del Oera Linda al alemán, se negó a traducir la carta de Ljudgêrth, por estimar que su autenticidad era muy dudosa[8]. Si el "trozo epistolar" de la investigación llevada a cabo por Kardinaal, van der Grijn y Porck se correspondiese con esta carta, ello explicaría muchas cosas. Pero volveremos sobre este asunto más adelante. Por lo que nos concierne ahora, cabe destacar que fuera de estas muestras, las investigadoras del papel del Oera Linda no tuvieron ningún otro material a su disposición, por lo que sus conclusiones se remiten únicamente a estas evidencias. Sobre el proceso, análisis y conclusiones de esta investigación podemos decir sumariamente lo que sigue: 1) Que se sometieron a prueba todas las muestras de que se disponía: los trozos de papel del Oera Linda (el anónimo y epistolar); y las muestras de las "hojas en blanco" halladas en la finca de los Over de Linden. 2) Las pruebas llevadas a cabo fueron: a) una inspección visual de todo el Oera Linda y de las "hojas en blanco"; b) pruebas de fluorescencia de Rayos X para el análisis de la fibra y medida del grosor del papel; y c) tinciones de Herzberg para determinar el tratamiento de la antigüedad por "supuesta" coloración artificial del papel. Adicionalmente a estas pruebas se llevaron a cabo algunos otros análisis químicos para determinar la presencia de colofonia, alumbre y caolín. 3) La inspección visual arrojó como resultado que todas las páginas del Oera Linda eran idénticas en cuanto a su fuente, composición y propiedades; pero las pruebas de fluorescencia de Rayos X demostraron, de hecho, que existían considerables diferencias entre las dos muestras testeadas (el "trozo anónimo" por un lado, y el "trozo epistolar" y las "hojas en blanco", por el otro). 4) Si bien es cierto se buscó respaldar, en la observación de los patrones de la dirección de la fibra y la utilización de una malla de alambre, la evidencia de que el papel había sido hecho por una máquina "Foudrinier" equipado con un "égoutteur", nada de esto fue concluyente, pues los análisis químicos revelaron la ausencia absoluta de resina, alumbre y relleno de caolín, tan esenciales en la fabricación del papel llevadas a cabo por este tipo de máquinas. 5) Aunque las investigadoras insistieron en una supuesta decoloración artificial del papel, a objeto de producir una apariencia de antigüedad en el manuscrito, la "supuesta" sustancia colorante utilizada nunca fue identificada. 6) Tampoco se pudo probar que el papel del Oera Linda era del mismo stock que los papeles en blanco hallados en la finca de los Over de Linden; y aunque estas últimas guardaban una considerable similitud con el "trozo epistolar" del Oera Linda, tenían, también, muchas y esenciales diferencias con el "trozo anónimo". Con todos estos reveses en la investigación -y digo reveses porque estas investigadoras no buscaban descubrir si el Oera Linda era auténtico, sino probar que era falso- no les quedó otra opción que inclinarse a la especulación y basar sus conclusiones en cualquier otra cosa, menos en los resultados arrojados por su propia investigación. Finalmente, la investigación de Kardinaal, van der Grijn y Porck, se traicionó a sí misma, al terminar por fundamentar sus conclusiones en las bizarras y ambiguas ideas de Jensma, las que en nuestra opinión, culminaron por echar a perder todo el estudio -y todo lo que esta investigación pudo haber tenido, en algún momento, de valiosa. Hay un único punto en el que este estudio se torna peligrosamente sugerente; aunque no abandona nunca el terreno de la especulación. Sobre las "hojas en blanco" halladas en la finca de los Over de Linden la investigación nos dice que estaban numeradas; y que "probablemente" -por lo menos, eso es lo que les sugiere una simple inspección visual- habían sido numeradas por la misma mano que numeró las hojas del Oera Linda. Pero no sólo esto: también estaban cortadas en un tamaño similar a las del manuscrito[9]. Kardinaal, van der Grijn y Porck sugieren, basadas en esto, que "quizá los papeles en blanco eran aún remanentes de una producción del Oera Linda" y que -aunque resta todavía probarlo- estas hojas pudieron haber sido preparadas como "páginas del Oera Linda que nunca llegaron a utilizarse realmente"; como si alguien hubiera querido añadir más páginas al manuscrito, pero luego hubiera decidido abandonar la idea[10]. "Hasta ahora -concluyen estas investigadoras- el rol de las hojas en blanco sigue siendo (todavía) bastante misterioso"[11]. A partir de la investigación de Kardinaal, van der Grijn y Porck -y contrariamente a lo que habría sido su deseo- puede abrirse una línea de discusión en favor de la autenticidad del Oera Linda, antes nunca sospechada por ninguna otra investigación. Ella arranca apenas de una línea, contenida en una de las cartas que se adjuntan al inicio del manuscrito, y que el texto atribuye a Hidde Oera Linda. En ella podemos leerle al copista decir: "para que no se pierdan las he copiado en papel extranjero". Esta frase, aparentemente inocente, es absolutamente determinante a la hora discutir el tipo de papel de que está hecho el manuscrito del Oera Linda. Si no fuera por ella debiéramos asumir que este libro debió haber sido escrito en pergamino; y la cuestión de su autenticidad, quizá, hace mucho, ya se habría zanjado en favor de una falsificación. Pero he aquí que si fue copiado en papel extranjero, cabe la posibilidad que éste fuera papel de algodón o lino (el estudio de Kardinaal, van der Grijn y Porck probó que el "trozo anónimo" era de lino, a diferencia del "trozo epistolar" y las "hojas en blanco" que probaron contener agentes químicos de procesamiento de la madera, del algodón y la paja), o una mixtura de ambos, como de hecho lo propone Ottema en su estudio. En la conferencia sobre el Oera Linda dictada en 1871 para la Sociedad Frisona podemos leer una cita de Wattenbach en la que éste aparece diciendo: "La manufactura del papel de algodón tiene que haber estado en uso entre los chinos desde tiempos muy remotos; y debe haberse hecho conocida por los árabes debido a la conquista de Samarcanda, alrededor del año 704. En Damasco la manufactura del papel constituía una importante rama de la industria, por cuya razón era llamada 'Carta Damascena'. Este arte fue llevado a los griegos por los árabes. Se ha afirmado que los manuscritos griegos del siglo X escritos en papel de algodón existen, y que en el siglo XIII eran mucho más usado que el pergamino. Para distinguirlo del papel egipcio fue llamado Carta bombicina, gossypina, cuttunea, xylina. Una diferencia del papel de lino no era todavía necesaria. En la manufactura del papel de algodón se usó originalmente algodón crudo. Nosotros encontramos primero papel de harapos mencionados por Petrus Clusiacensis (1122-1250). Los españoles y los italianos aprendieron de los árabes la manufactura de este papel. Las más celebradas industrias estaban en Jativa, Valencia, Toledo, además de Fabriano en la Marca de Ancona"[12]. Y más adelante el propio conferencista agrega: "En Alemania, el uso de este material no llegó a ser muy extenso, independientemente de que viniera de Italia o de España. Por lo tanto, cuanto más lejos se extendió desde el Este y los países vecinos, mayor necesidad hubo que el lino tomara el lugar del algodón. (...) Bodman considera que el papel de lino puro más antiguo es del año 1324, pero hasta 1350 se utilizó mucho el papel mixto"[13]. La investigación de Kardinaal, van der Grijn y Porck probaron que el papel del Oera Linda no contenía ni resina, ni alumbre, ni caolín. Pero sí demostraron que había sido fabricado por algún tipo de máquina, en virtud de la dirección de la fibra y el uso de una malla de alambre. La ausencia total de resina, alumbre, o caolín, unida a la evidencia de que este papel fue fabricado, puede ser el indicador de que haya sido hecho por máquinas infinitamente más modestas, mucho antes de la existencia de las máquinas "Foudrinier". Sobretodo, considerando que la longitud de las fibras (de 3 a 6 mm) vendría a mostrar, además, que el batido en la preparación del papel no había sido muy fuerte (como se espera que lo sea el de una máquina moderna de comienzos del siglo XIX). Además, las pruebas realizadas por estas investigadoras demostraron también la presencia de almidón, los que aunque pueden considerarse una adición habitual de la colofonia o resina, hablan también en favor de un tipo de papel mixto, como el que se usó hasta 1350. El lector inteligente advertirá que son estas también especulaciones; pero no dejará de reconocer, al mismo tiempo, que están basadas en hechos que han podido certificarse. Después de todo, mientras no existan resultados concluyentes, extraídos de pruebas debidamente realizadas, nadie podrá hacer otra cosa más que especular. Y el valor de tales especulaciones sólo lo determinará el grado de probabilidad o cercanía con los "hechos" hasta ese momento constatables. En ese sentido creemos que existe un alto nivel de probabilidad que el Oera Linda sea auténtico. Primero, porque las evidencias indican que el papel del Oera Linda fue hecho de una composición de lino y algodón como las que se usaron hasta 1350. Segundo, porque el copista del manuscrito reconoce, hacia el final de su carta, que las ha copiado en papel extranjero, que no en pergamino, disponible en el siglo XIII en vastas regiones de Europa. Ese papel fue llevado al viejo continente por los árabes, pero éstos lo habían aprendido de los chinos. En su composición era típico el uso del lino y algodón; y la utilización de una malla de alambre. El tipo de batido indica que la maquina de fabricación pudo no ser moderna; lo que viene a ser reforzado en el hecho de la ausencia de componentes químicos como el procesado de resina, alumbre y caolín. Tercero, porque al no haberse hallado sustancia química alguna que demostrara una decoloración artificial de las hojas, existen razones fundadas para pensar que éstas pudieron ajar su color en virtud del paso del tiempo (esto no lo afirmamos como cierto, sino únicamente como probable). Cuarto, porque la mayoría de las evidencias para impugnarle inautenticidad al texto vienen extraídas de los resultados de las pruebas aplicadas al "trozo epistolar" (probablemente la carta que Wirth no quiso traducir), que no al "trozo anónimo", siendo este último más representativo del manuscrito entero, pues pudo haber sido extraído de cualquier parte del Oera Linda, y no de una en específico. Y así, podemos seguir sumando evidencias y especulaciones. Con ello, lo único que estamos en condiciones de probar es que el debate sobre la autenticidad del Oera Linda -un debate que tiene ya más de cien años- está todavía abierto. [1] Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, El Oera Linda Boek, una falsificación literaria y su papel, IPH, Congress Book 16, 2006. [2] Esta opinión sobre la tesis de Jensma viene confirmada también en el estudio llevado a cabo por Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck. Allí puede leerse lo que sigue: "Según Jensma, el The Oera Linda Boek no tenía la intención de engañar a sus lectores de forma permanente. No era un fraude, sino una mistificación. Varias señales fueron incorporadas en este sentido, tanto en su forma como en su contenido, para hacer creer al lector de que no todo era lo que parecía. Uno de estos signos principales sería el papel, el que, según se supone, crea una ilusión de autenticidad, pero no podría haber engañado al lector del siglo XIX por mucho tiempo" Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, El Oera Linda Boek, una falsificación literaria y su papel, IPH, Congress Book 16, 2006, pág. 178 [3] El propio Jensma reconoce esto en su monografía. Allí, podemos leerle lo que sigue: "Poco después de 1900 Johan Winkler (Leeuwarden 1840 - Haarlem 1916), un médico de Leeuwarden, la capital de Frisia, presentó un nuevo punto de vista sobre el caso. Estaba convencido que Cornelius Over de Linden no había escrito el libro solo, como era lo que generalmente se asumía en esa época, sino que éste había sido producto de la articulación de François HaverSchmidt, un vicario y poeta modernista, Eelco Verwijs, librero y archivero; y Cornelius Over de Linden, carpintero de barcos". Goffe Jensma, The Masked God. François HaverSchmidt and the Oera Linda Book, 2004, pág. 368. [4] En Jensma, por ejemplo, las referencias al tipo de papel del manuscrito son extraordinariamente marginales y no van más allá de las cuatro o cinco líneas. Sin contar lo imprecisas que son no deja de llamar la atención que el autor que las invoca les dé tan poca importancia. Puesto que si efectivamente el papel del Oera Linda hubiera sido hecho por maquinarias existentes sólo a partir de 1850 resulta inoficioso e insulso intentar probar la inautenticidad de este manuscrito por otras vías (como las del análisis estilográfico o el método de la crítica histórica), habiendo sido ya establecido el engaño por medio de las pericias relativas al tipo de papel. [5] En un pasaje de su famosa monografía sobre el Oera Linda le podemos leer lo que sigue: "Los puntos de vista de Winkler se ajustan a los resultados de mi propio análisis textual. Yo, lo mismo que él, pienso que en el texto (se refiere al Oera Linda) trabajó más de una persona, y probablemente tres; y que el libro trata, en su esencia, de teología modernista. Adicionalmente sugiero que la opinión que Winkler tiene al respecto se originó a partir de un informante anónimo de la familia de los Over de Linden y que por esta razón puede ser considerada más fiable de lo que usualmente se ha asumido. Tomo estas dos circunstancias como un argumento que respaldan la utilización de las ideas de Winkler como una hipótesis para lo que resta de este estudio". Goffe Jensma, op. cit., 2004, pág. 368. El paréntesis, en la cita, es nuestro. [6] Entre las investigaciones sobre el papel y la tinta llevadas a cabo entre estos años se cuentan las de Hugo Suringar, Verklaring over het papier van het O.L.B. (Informe sobre el papel del Oera Linda Boek), mayo 1874, manuscrito original en Tresoar, Leeuwarden; Frederik Muller, Oudheid van papier schrift van het Oera Linda Boek, (Antigüedad del papel y la tinta del Oera Linda Boek), publicado en Nederlansche Spectator, 5 de Agosto de 1876; P. Smidt van Gelder, cartas a Frederik Muller, publicadas como anexos adjuntos en Oudheid van papier schrift van het Oera Linda Boek. [7] A excepción de J.G. Ottema, quien es conocido por ser el primer traductor del Oera Linda a una lengua moderna, particularmente al holandés. Ottema llevó a cabo un estudio propio sobre el papel del manuscrito en el que concluyó que éste era auténtico. J.G. Ottema, Thet Oera Linda Bok. Naar een handschrift uit de dertiende eeuw, Tweede uitgave, 1876. [8] Ver nota 496 en el capítulo titulado "Hasta aquí el Consejo de Gosa. Lo que sigue es el relato de Konerêd". [9] Cfr Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, op. cit., pág. 179. [10] Cfr Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, op. cit., pág. 184. [11] Ibidem [12] Conferencia leída en la reunión anual de la Sociedad Frisiana, en Febrero de 1871. El texto completo de esta conferencia figura como Introducción a la Versión Inglesa del Oera Linda de W. R. Sandbach. También nosotros la hemos incluido como Introducción en nuestra Edición Castellana. [13] Ibidem. Por Hyranio Garbho 09 de diciembre 2006 El Oera Linda habla de una sacerdotisa de la ciudad de Walcheren cuyo nombre era Min-erva -conocida también como Nyhellênja por los hombres de mar. De ella dice que gobernó en el Burgo de Walhallagâra alrededor del año 1600 antes de Cristo. Abrumada por las instigaciones de Kålta, otra sacerdotisa, abandonó Walcheren y marchó con Jon, un príncipe del mar, a conquistar el mediterráneo. Tras recalar en muchos puertos -entre los que el Oera Linda cuenta a la propia Thyrhisburgt, la ciudad fundada por Tünis (posiblemente Pantelaria)- llegaron a las costas de Grecia, que los frisones llaman Krêkalânda, y en un lugar llamado Attika Min-erva fundó una ciudad que llamó Athenas. El Oera Linda dice: "Cuando Jon alcanzó el mar mediterráneo (...) se fue con su flota directo a Lydia (África)... pero Min-erva dijo: "No se acerquen, porque aquí el aire ha sido largamente envenenado por los sacerdotes" (...) Cuando llegó la noche, Jon cambió su rumbo hacia la distante Krêkalênda (Grecia). Al final arribaron a un país que se veía muy árido, pero se encontraron con un puerto allí. Aquí Min-erva dijo: "quizá, en este lugar, no debamos tener miedo alguno de los príncipes o sacerdotes, ya que ellos siempre se buscan las tierra ricas" (...) Cuando Min-erva hubo explorado el país que es llamado por sus habitantes Attika vio que su gente eran todos pastores de cabra, y que vivían de la carne, de las raíces silvestres, de las hierbas y de la miel. Estaban vestidos con pieles, y tenían sus viviendas en las laderas de los cerros, por lo cual se les llamaba hellingers (habitantes de las laderas). Al principio huyeron, pero cuando supieron que no los atacaríamos regresaron y se mostraron muy amistosos. Min-erva les preguntó si podíamos asentarnos allí pacíficamente. Esto fue aceptado bajo la condición de que les ayudáramos a pelear contra sus vecinos, quienes constantemente venían a llevarse a sus niños y a robar sus viviendas. Entonces construimos allí una ciudadela a unas cuantas horas de distancia del puerto. Por consejo de Min-erva ésta fue llamada Athenia, ya que dijo que quienes vinieran después de nosotros debían saber que no estábamos aquí por insidia o violencia, sino que habíamos sido recibidos como amigos"[1]. Más allá de la probabilidad o no de este relato hay algo en él que ha podido ser comprobado. La palabra "Atenas" no tiene raíz griega; y, en cambio, sí la tiene en lengua frisona. En griego, esta palabra se dice sólo en plural, lo que es también coincidente con el frisón "âtha" -de donde derivaría la palabra "atenas"- que también viene dicho en plural y significa "amigos". Pero esto no es todo. El relato frisón nos dice que Min-erva era conocida por los marineros como Nyhellênja. En el Oera Linda Nyhellênja es llamada a veces también Hêllênja. El nombre "Hêllênja" evoca, en todo, el nombre "Helena", con el que es conocido todo el país de los griegos en el mundo antiguo. Esto no pudo ser inventado por unos supuestos falsificadores. Los nombres Nyhellênja y Hêllênja son prácticamente idénticos. Y no sería descabellado pensar que los griegos deben su nombre a esta sacerdotisa frisona, divinizada más tarde en la figura de Atenea (que en frisón significa "amiga"), y conocida en el mundo romano como Minerva. Altar votivo a Nyhêllênja en Dortmund Nyhellênja fue efectivamente una diosa germana venerada en Walcheren, Zelanda (suroeste de Holanda), donde aun se conservan más de 160 altares votivos consagrados a ella. También se le veneró en Alemania, particularmente en Colonia, donde recientemente se han descubierto dos altares consagrados a su divinidad. En la mayoría de estos altares la diosa es representada como una muchacha en un ábside, ora sentada en un trono con una canasta de manzanas a su lado, ora de pie sobre una embarcación, generalmente acompañada por un perro o un lobo que parece estar aullando a su lado. En todos estos lugares Nyhellênja fue venerada como patrona de los hombres de mar. Las inscripciones en sus altares hacen siempre referencia a estos hechos. Allí los marinos le imploran por la seguridad en la navegación del mar del norte; o le agradecen cuando han podido surcar estos mares con éxito. Otras inscripciones piden o agradecen a Nyhellênja por custodiar y mantener a salvo los bienes de una flota durante la navegación. Este es un dato muy interesante. Herman Wirth, traductor del Oera Linda al alemán, dice que el nombre de Min-erva puede no ser un nombre, sino un título. Basado en la evidencia que esta Diosa era custodia de los bienes y las posesiones de los marineros mientras surcaban los mares, Wirth advierte que "Min-erva" significa precisamente esto, "Mis Bienes", "Mis posesiones", "Mi heredad". Hay, en el propio Oera Linda, un pasaje que ratifica esto. Allí se puede leer: "Cuando Nyhellênja, cuyo nombre real era Min-erva, estuvo bien establecida, y los krekalander la amaron tanto como lo hizo su propio pueblo, vinieron a su ciudadela algunos príncipes y sacerdotes y le pidieron un lugar donde dejar sus posesiones. Hellênja respondió: 'Yo llevo mis posesiones en mi propio pecho. Lo que he heredado es el amor de la sabiduría, de la justicia y la libertad. Si pierdo éstas llegaré a ser como la más vil de vuestras esclavas; ahora os doy estos consejos a cambio de nada, pero luego os los venderé'. Los nobles se alejaron riendo y diciendo: 'Somos Vuestros humildes sirvientes, sabia Hellênja'. Pero se extralimitaron en esto, por lo que la gente llegó a tomar este nombre como un nombre de honor (¿Como un título?)[2]" Es probable que los sacerdotes hayan ido donde ella a pedir donde dejar sus posesiones porque era ella, entre marineros, la custodia de estos asuntos. Pero ella rechaza custodiar los bienes de los sacerdotes por ser éstos hipócritas y aduladores. Las posesiones de Nyhellênja, no obstante, no son cosas tangibles. Ella custodia, más bien, bienes inmateriales, como la sabiduría, la justicia y la libertad. Éstas son sus posesiones. Herman Wirth advierte que en frisio "mis posesiones", "mis bienes", en plural, se dice: "Mina Erva". De donde se sigue, sin mucha dificultad, que éste pueda haber sido, más bien, un título y no un nombre. Por esa razón, quizá, Nyhellênja fue llamada Min-erva (nótese que en frisio este nombre se escribe con un guión intermedio que separa la palabra "Min" de "Erva"). Establecido como altamente probable que Nyhellênja haya sido efectivamente llamada Min-erva, por las razones antes invocadas, resta analizar sobre este tópico una última cuestión. Ésta atañe al parecido del nombre "Min-erva" con el nombre "Minerva" que recibe la conocidísima diosa romana. Pero también al paralelo inequívoco que es posible establecer entre una y otra diosa. Después de todo, Minerva es considerada el equivalente romano de la diosa griega Atenea, con quien ya ha sido identificada Nyhellênja. La etimología del nombre Minerva se pierde en la noche de los tiempos y no existe seguridad alguna sobre su origen. Algunos pretenden que este nombre es etrusco; pero no ofrecen ninguna prueba al respecto. La etimología ofrecida por Wirth no sólo es altamente satisfactoria, sino, además, plenamente coincidente en muchos de los rasgos advertidos en Nyhellênja -y de los que dan prueba las diversas inscripciones que se han conservado en sus altares. Si ello es así la identificación entre Nyhellênja, Minerva y Atenea queda apenas a un paso de ser definitivamente establecida. Que Minerva y Atenea son, arquetípicamente hablando, la misma Diosa, está fuera de discusión. Que Minerva-Atenea es la Diosa germana Nyhellênja resulta muy probable, siguiendo el relato del Oera Linda. Pues si Minerva significa efectivamente, en lengua germana antigua, "Mis posesiones" o "Mi heredad", y éste es un rasgo de Nyhellênja, el paralelo entre una y otra queda plenamente justificado. Minerva no es una palabra latina; en cambio, sí lo es germana. Incluso, en el moderno alemán, la expresión "Mis herederos", cara a "Mi heredad", se dice: "Meine Erben", que puede ser perfectamente comprendida como una evolución tardía de "Mine Erva". Tampoco el nombre Atenea es griego; pero sí es germánico, frisón -y esto ya lo vimos. De allí deducimos que el Oera Linda puede tener asidero en lo que se refiere a estas historias. Pero, por cierto, hay todavía más. [1] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo: "La Historia de Jon (II Parte). Inscrito en Texland". [2] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo: "Los Escritos de Minnos II". Por Hyranio Garbho 29 de octubre 2006 Hay en las historias referidas sobre Jes-us algo sobre lo que no hemos reparado aun. Esto es de una importancia severa. El Oera Linda dice que Jes-us era oriundo de la región de Kasamyr y sitúa a esta provincia en los valles de la India. Existe en esa región, desde muy antiguo, una llanura entre las altas montañas conocida como Cachemira. Kasamyr y Cachemira son probablemente el mismo lugar. Si ello es así el relato sobre Jes-us del Oera Linda se torna extraordinariamente atractivo. Hay una tradición, poco conocida en occidente, que dice que Jesús vivió en Cachemira. Tras sobrevivir a la crucifixión y curar sus heridas, Jesús habría emigrado hacia el norte de la India, en busca de las tribus perdidas de Israel. Allí, entre las altas montañas, vivió hasta una edad muy avanzada. Y su tumba, incluso hoy, permanece accesible a la vista de cualquier visitante. Lo más interesante de esta historia, a efectos de probar la autenticidad del Oera Linda, es que fue planteada por primera vez en 1902. Antes de esta fecha era por completo desconocida en occidente; e incluso en Oriente. Cierto es que se sabía de un gran sabio llamado Yuzasaf que había vivido hacia el siglo I en Cachemira. Pero no fue sino hasta comienzos del siglo XX que se le identificó con la persona de Jesús. El primero en hablar de esto fue Ghulam Ahmad, autoproclamado mesías fundador de la comunidad árabe de ahmadía[1]. Pero, luego de él, múltiples han sido las investigaciones que han insistido en estos parecidos. Tumba de Jesus en Cachemira El Oera Linda fue publicado, por primera vez, en 1872. En caso de ser un fraude ¿cómo pudieron los falsificadores saber de estas cosas treinta años antes de que fueran por primera vez planteadas? El manuscrito frisón dice, además, que Jes-us fue llamado Kris-en, Bûda y Fo[2]. Yuzasaf es el nombre árabe del príncipe Sidharta en la leyenda de Barlaam y Josafat. Sidharta es el Buda Gautama. En China, este príncipe fue conocido con el nombre de Fo. Yuzasaf, Sidharta, Buda y Fo son cuatro nombres para designar a un mismo personaje. Ahora, el nombre de Jesús en hebreo es Yoshua; en árabe es Issa. Yuz Asaf podría ser una evolución tardía del nombre Yoshua Issa. Todas estas coincidencias son significativas. Pero hay todavía más. En la tumba de este emblemático personaje, en India, se halla grabado en la piedra un bajorrelieve en el que pueden distinguirse dos pies. Esto indica que se trata de la tumba de un santo. La tradición de grabar los "pies" del extinto en su tumba fue, de antiguo, muy popular en Asia. Pero estos grabados iban siempre acompañados de algún símbolo distintivo de la persona que yacía allí. Por ejemplo, en la tumba de Buda, los pies grabados en la piedra tienen una esvástica. En la de Yuz Asaf los pies grabados lucen unas heridas típicas de crucifixión. Esto no puede ignorarse. Sabido es que sólo en Roma se crucificaba a la gente -en Roma, o en los lugares que fueron ocupados por los romanos. No era éste el caso de la India. También sobre la piedra de la tumba de Yuz Asaf yacen variadas inscripciones en árabe antiguo. Pero ésta está orientada en una dirección este-oeste, siguiendo la clásica tradición judía -y no la árabe, que entierra a sus muertos mirando hacia la Meca. Quien allí yace tampoco pudo ser hindú, pues en tal caso sus restos habrían sido incinerados. Al lado de la tumba de Yuz Asaf hay otra más pequeña, posiblemente la de su esposa. Todos éstos son indicios de que la hipótesis de que Jesús vivió y murió en Cachemira puede tener un muy alto asidero. Si ello es así la historia narrada por el Oera Linda sobre Jes-us en Kasamyr cobra sentido; y habiendo sido planteada con anterioridad a los escritos de Notovicth y Ahmad no puede afirmarse de ella que sea una falsificación o que se haya basado en estas noticias. Antes bien, ello prueba que el Oera Linda puede ser auténtico; y que el relato frisón, lo mismo que el manuscrito del monasterio de Hamis, narran, a su modo, hechos reales, sobre los que tuvieron noticias a partir de distintas fuentes. Hay todavía algo más que agregar. En las páginas previas nos esforzamos por mostrar que el relato frisón, en lo que a la historia de Jes-us concierne, puede estar plagado de intercalaciones. En su oportunidad dijimos que esos intercalados podían ser la obra de los copistas y no necesariamente una prueba de falsificación. Pero todo esto puede tener también otra cara. Imputamos al texto frisón ser apócrifo, en estos pasajes, basados en la evidencia que su relato es un calco de la historia cristiana -vista ésta, obviamente, desde un particular punto de vista. Pero esto puede no ser del todo preciso. Pues si uno compara la historia de la vida de Jesús con la de otros mensajeros divinos, la historia del cristianismo podría revelársenos perfectamente como un plagio. Y esto es porque las semejanzas entre unas y otras son constantes y reiterativas. Por ejemplo, del Buda se dice que: a) tenía ascendencia real (lo mismo que se dice de Jesús, quien desciende de David); b) que alimentó a multitudes con sólo cinco panes que tenía en una canasta (También Jesús multiplicó cinco panes de una canasta para alimentar a las multitudes); c) que caminó sobre las aguas (Jesús también caminó sobre el agua); d) que abolió la idolatría y enseñó la compasión, el amor y la igualdad entre los hombres (enseñanzas que coinciden también con las entregadas por Jesús); e) que se le llamó "pastor" y "carpintero" (también Jesús fue carpintero y se le llamó pastor); y así sucesivamente. Todas estas cosas prueban que el relato del Oera Linda sobre Jes-us puede ser auténtico. Pero también pueden fundamentar la opinión que sea del Buda, y no de Jesús, de quien se esté hablando. Después de todo, en un punto, el Oera Linda dice sobre esta figura que vivió cinco siglos antes de Cristo, lo que está más cerca de corresponder al Buda que a Jesús. El Jes-us del Oera Linda era oriundo de Kasamyr, una región en la India. Buda nació en Lumbini, Nepal, al norte de la India, muy cerca de Cachemira. Es probable que el relato frisón se refiera al Buda y no al profeta judío; al que el propio Oera Linda llama Bûda y Fo (nombres históricamente asignados a Siddharta Gautama, el Buda). Por lo demás, Yuz Asaf es, como ya se dijo, el nombre del Buda en las leyendas medievales de los árabes. Todo esto es posible y probable. Incluso la semejanza histórica. Pues si el relato sobre Jes-us nos parece similar al del Jesús histórico esto puede deberse, más bien, al parecido que éste último guarda con el Buda, y no necesariamente al empeño de parodiar el cristianismo (lo que vendría a quitar la razón a Jensma). En suma, todas estas especulaciones dan cuenta de lo complejísimos que son estos asuntos; sobre los que no hay todavía nada resuelto, y cualquier cosa puede ser posible o probable. En lo que a nuestro interés respecta este tema es interesante porque nos permite plantear un principio de verosimilitud al Oera Linda. Después de todo, el Buda que yace en Cachemira ostenta un grabado en su tumba de dos pies con heridas de crucifixión. Y aunque admitimos que el relato frisón pueda estar refiriéndose al Buda -que no al Jesús de la historia- llama poderosamente la atención que le nombre "Jes-us", porque esa identificación vino a producirse recién treinta años después de publicado el Oera Linda. Y admitiendo, incluso, que estos hechos puedan haber sido obra de un copista -quien tras ver el parecido entre este personaje de la India y Jesús, haya decidido agregar el nombre de "Jes-us" en el relato- admitiendo esto, digo, este copista tuvo que haber sacado esta historia de alguna parte. Y cualquiera haya sido ese lugar tuvo que haber obtenido la información antes de 1902. Por lo que la autenticidad y originalidad de su relato queda salvaguardada en cualquiera de los casos. [1] Antesde Ghulam Ahmad, un aristócrata y aventurero ruso llamado Nicholas Notovitch había escrito sobre un probable viaje de Jesús a la India en los años en que se ignora todo sobre la vida de éste. Estas ideas las presentó en un libro escrito en francés titulado La Vie inconnue de Jesus Christ (La Vida desconocida de Jesucristo). Allí afirmó que durante los años que Jesús estuvo perdido viajó a la India y fue iniciado en los misterios budistas. Esta historia le habría sido revelada en el monasterio de Hamis, en Ladakh, Nepal, donde dice haber hallado un manuscrito en el que se narran las historias de Issa, un hombre venido de occidente, quien habría estudiado allí las enseñanzas del Buda. Ghulam Ahmad se habría inspirado, según algunas fuentes, en la información de Notovitch. Pero sus planteamiento difieren en un punto esencial. Mientras Notovitch ubica a Jesús en la India antes de iniciar su ministerio, Ahmad señala que el viaje a la India se habría producido después de salvar vivo de su crucifixión. [2] El Oera Linda dice: "Su primer nombre fue 'Jes-us', pero los sacerdotes, quienes le odiaban, le llamaban 'Fo', esto es, 'Falso'. La gente le llamaba 'Kris-en', es decir, pastor; y su amigo frisiano le llamaba 'Bûda', dado que tenía en su cabeza un tesoro de sabiduría, y en su corazón un tesoro de amor", Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo: "Los Verdaderos Frisones". Análisis de los "supuestos" Por Hyranio Garbho 08 de septiembre 2006 Una de las críticas más recurrentes al Oera Linda tiene que ver con los anacronismos. Se imputa al texto estar plagado de ellos; y se ha hecho recaer en esto el principal resquicio en contra de su autenticidad. Nosotros creemos que estas críticas no son infundadas del todo. Hay asidero en muchas de ellas. Pero también pensamos que muchos de los así llamados anacronismos no lo son en verdad; y pueden explicarse, cuando no refutarse, en base a una argumentación muy sencilla -la que es altamente probable y ha pasado inadvertida hasta hoy. Sostenemos que si hay anacronismos en el texto éstos pueden ser perfectamente imputables al copista o al cronista del Oera Linda; y hay razones fundadas para inclinarse a pensar así. Para esto, hay que partir por resolver cuáles podrían ser eventualmente "anacronismos", y cuáles efectivamente no lo son. Ello nos impone la tarea de tener que distinguir, entre éstos, dos tipos o clases distintas: los que vienen determinados por hechos que no pudieron suceder como los narra el Oera Linda, por estar desfasados en el tiempo o lugar (según lo que nos viene enseñado por la historiografía oficial); y los que responden a formas sociales o estructuras de pensamiento imposibles de achacar a determinados pueblos o regiones, por reflejar inquietudes típicas de épocas posteriores (como las del siglo XIX, por ejemplo). El anteriormente analizado relato de los viajes de Tünis al mediterráneo respondería al primer tipo de estos anacronismos propuestos aquí. En él se dice que Tünis llegó a las costas fenicias en una época, el 2000 a.C., en la que no hay evidencia que haya habido allí fenicios. Luego, se afirma, esto tiene que ser un anacronismo. Pero no se ha escrutado la posibilidad de que la palabra "fenicio" allí sea un agregado del copista; e incluso, en alguna medida, también, del cronista. No hay que olvidar que el Oera Linda fue fijado como texto por primera vez en el siglo V antes de Cristo, en una época en que los fenicios eran ampliamente conocidos en todo el mundo mediterráneo. El cronista pudo haber querido decir que Tünis llegó a una región que en su tiempo (el siglo V antes de Cristo) estaba ocupada por fenicios -aunque no lo hayan estado en los días en que Tünis (esto es, quince siglos antes) llegó efectivamente allí. Si el texto original hubiera sido escrito en el año 2000 a.C. éste sería efectivamente un anacronismo; pero el copista dice que fue escrito en el siglo V antes de Cristo -por lo menos el pasaje que estamos analizando- en una época en que la palabra "fenicio" y el pueblo al que ésta remite, eran largamente conocidos. Así, no parece que éste sea verdaderamente un anacronismo. El Oera Linda fue escrito -por lo menos la parte más antigua de éste- en el siglo V antes de Cristo. Pero narra historias que acontecieron unos diecisiete siglos antes. En ello podría residir un principio fácil de explicación de todos los anacronismos. Pues al estar sus autores tan lejos en el tiempo de los hechos que narran se explica fácilmente que hayan podido incurrir en tantas y tan comunes imprecisiones. Esto no es nada anormal; por el contrario, es algo muy común -e incluso esperable. Admitirlo constituiría un ejercicio de honestidad intelectual, inclusive para los detractores más acérrimos del Oera Linda. Pues, después de todo, no cuesta mucho imaginar que un cronista del siglo V a.C. haya podido carecer de la formación más elemental con que cuenta un historiador moderno. Puestas así las cosas, resulta que los anacronismos, antes utilizados para impugnarle autenticidad al texto, hoy podrían muy fácilmente convertirse, por estas razones, en todo lo contrario. Pero persiste todavía un hecho espinoso. Hay, entre los anacronismos del Oera Linda -esto ya lo dijimos- los que son de dos tipos: los que refieren en los hechos desfases espacio-temporales; y los que parecen ser construcciones subjetivas de un tiempo muy actual. Es a este segundo tipo de anacronismos a los que dedicaremos las siguientes líneas. En un pasaje significativo del capítulo titulado "Las Leyes del Gobierno de Los Burgos" puede leerse lo que sigue: "Si ella (la Volkmoder) es llamada a decidir sobre cualquier asunto judicial entre un Grêvetman y la comunidad, deberá inclinarse siempre hacia el lado de la comunidad, con el fin de conservar la paz; porque es mejor que un solo hombre sufra a que lo hagan muchos"[1] He aquí lo que consideramos como un anacronismo puro. Pasajes como éste podrían invocarse muy fácilmente en favor de la inautenticidad del manuscrito. Lo que en él se lee nos parece dudoso, cuestionable y muy probablemente anacrónico. La frase del pasaje que vuelve este articulado sospechoso es "...y porque es mejor que un solo hombre sufra a que lo hagan muchos". Una simple lectura a estas líneas hace evocar el texto neo testamentario de Juan 11, 49-50 en la que Caifás, sumo sacerdote judío, aparece diciendo: "... Vosotros no sabéis nada, ni tenéis en cuenta que os es más conveniente que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca". En otro pasaje del Oera Linda hallamos un capítulo entero que nos parece destacable en la perspectiva del debate de los anacronismos. Éste se titula "Los Escritos de Minnos II"[2]. Hacia la parte intermedia del capítulo puede leerse lo que sigue: "En otro tiempo, cuando la peste asolaba el país, vinieron ellos (los sacerdotes) con una tropa entera de gente y dijeron: "Estamos todos haciendo ofrendas a los dioses para que ellos puedan llevarse lejos la peste. ¿No nos ayudáis a rechazar su ira? ¿O habéis traído vosotros mismos la peste a la tierra, con todas vuestras artes? " "No", dijo Min-erva, "No conozco ningún dios que haga el mal, por lo que no puedo pedirles que hagan el bien. Yo sólo sé que hay un espíritu bueno, que es el de Wr-alda, y como él es bueno, nunca hace el mal". "¿De dónde entonces viene el mal?", preguntaron los sacerdotes. "Todo el mal viene de vosotros, y de la estupidez de la gente que se deja embaucar por vosotros" Respondió Hellênja. "Si vuestro Dios es, entonces, extremadamente bueno ¿Por qué no aparta el mal?" preguntaron los sacerdotes. Hellênja respondió: "Frya nos ha puesto aquí, y Kroder, esto es, la Rueda del Tiempo, debe hacer el resto. Para todas las calamidades pueden hallarse consejos y remedios, pero Wr-alda quiere que debamos buscarlas por nosotros mismos, a fin de que podamos llegar a ser fuertes y sabios. Si no hiciéramos esto, él nos abandonaría a nuestros propios medios, a objeto de que podamos experimentar los resultados de una conducta sabia o estúpida"[3]. Este pasaje evoca las clásicas discusiones teológicas de la Europa medieval sobre el origen del mal y el rol de Dios en ello. También recuerda los debates teológicos de los protestantes del siglo XIX sobre el mismo particular. Es, de hecho, en apariencia, un diálogo imposible, en la perspectiva de la ética que conocemos de los pueblos germánicos de antes del advenimiento del cristianismo. Hay algunos antecedentes de esta forma de pensar en los diálogos juveniles de Platón. Pero no sería descabellado pensar que en verdad corresponden a una intercalación tardía al texto. En otro pasaje del mismo capítulo se lee: "La gente comenzó a burlarse y a mofarse, por lo que ella no se atrevió a continuar con el tema. Y se habría pensado que los sacerdotes convocarían a una asamblea del pueblo para echarnos del país; pero en vez de esto, en lugar de maltratarla, marcharon desde el pagano Krekaland hacia el Alpa, proclamando que Dios todopoderoso se había complacido en enviar, sobre el mar, en una nube, a su inteligente hija Min-erva, llamada también Nyhellênja, para dar a la gente buenos consejos; y para que todos quienes le escucharan se enriquecieran con sus palabras y fueran felices y gobernaran, al final, en todos los reinos de la tierra. Por esto le erigieron estatuas en todos sus altares. Anunciaron y entusiasmaron a la gente común con consejos que ella nunca había dado. Y relataron milagros que ella nunca hizo. Astutamente se hicieron los dueños de nuestras leyes y costumbres; y con destreza e ingenio fueron capaces de explicarlas y difundirlas a su alrededor"[4]. En estas líneas, quizá más claramente que en el ejemplo anterior, puede apreciarse un tipo de anacronismo de la segunda clase descrita por nosotros. Es casi un relato fabulado de lo que ha sido hasta hoy la historia del cristianismo, según un particular punto de vista. Analicemos esto por parte. Primero, el texto dice de Nyhellênja que, en lugar de ser maltratada por los sacerdotes, éstos "marcharon desde el pagano Krekaland hacia el Alpa, proclamando que Dios todopoderoso se había complacido en enviar, sobre el mar, en una nube, a su inteligente hija Minerva, llamada también Nyhellênja, para dar a la gente buenos consejos". Esto, visto desde una particular apreciación de la historia temprana del cristianismo, guarda muchas semejanzas con los hechos que acaecieron inmediatamente después de la muerte de Jesús. Sus discípulos -lo mismo que los sacerdotes en esta narración sobre Nyhellênja- se fueron más allá de los límites de Palestina (hacia Grecia, Egipto, Roma, etc.) proclamando que Jesús era un enviado de Dios y que había venido a este mundo, entre otras cosas, para dar su sabiduría a los hombres. Luego el texto agrega, refiriéndose a Nyhellênja, lo que sigue: "Por esto le erigieron estatuas en todos sus altares. Anunciaron y entusiasmaron a la gente común con consejos que ella nunca había dado. Y relataron milagros que ella nunca hizo". Es ésta, a nuestro juicio, una clara alusión al cristianismo; y por lo mismo, un pasaje que califica muy bien para lo que hemos llamado anacronismo. Lo mismo que el texto relata de Nyhellênja podemos decir que le aconteció a Jesús. En su nombre los sacerdotes cristianos le erigieron estatuas en todos sus altares; anunciaron a destajo su segunda venida; pusieron en su boca cosas que son altamente improbables que haya dicho un judío del siglo I; y narraron milagros que no podemos estar ciertos que se produjeran. En este sentido, la tesis de Jensma, analizada al inicio, se vuelve altamente atractiva. Si nosotros quisiéramos mostrar, de una manera didáctica, cómo fue que desde Pablo el cristianismo ha sido una manipulación de la enseñanza, la obra y la vida de Jesús, con fines propios, una historia de Nyhellênja, narrada en estos términos, se nos representa como un relato muy adecuado -cuando no, una verdadera parodia sobre la vida de Jesús. Es altamente probable que quien redactó estas líneas haya querido desmitificar a Jesús (o des-divinizarlo); es posible, también, que haya buscado minar el poder de las iglesias (católica o protestantes). Después de todo, si es posible reconocer, en un antecedente anterior a Jesús, todos los vicios que después vendrán a desarrollarse en la Iglesia, una parodia como ésta sirve de anclaje para hacer más visible aun la situación que se busca enjuiciar. Así, no es descabellado pensar que éste es también un anacronismo; aunque, como en todo este tipo de cosas, no podemos sostenerlo más allá de la especulación. Hay, entre los que podemos calificar de anacronismos, uno particularmente interesante. Se trata de una narración cuyas semejanzas con la figura neo-testamentaria de Jesús es todavía más evidente que en el ejemplo anterior. El nombre del héroe de estas sagas, en frisio, es Jes-us. De entrada ya se advierte que la semejanza no es cuestión de interpretación. El Oera Linda dice que Jes-us vivió en el siglo VI a.C. y que era el hijo de un alto sacerdote y una princesa frisona de la región de Kasamyr. Agrega que éste era un amor prohibido por lo que Jes-us fue ocultado y negado como hijo. Llevado a vivir con los pobres de la ciudad creció plenamente consciente de su alto linaje, por lo que se procuró para sí adquirir toda la sabiduría que pudo. De ese modo su inteligencia llegó a ser muy vasta; por lo que se agenció la admiración del pueblo y el temor de los sacerdotes. Cuando fue adulto volvió con sus padres; pero éstos volvieron a rechazarle. Abrumado por el dolor vagó por todo el país. Entonces conoció a un marinero frisón quien le enseñó las costumbres de los hijos de Frya. A partir de entonces se dedicó a predicar el amor, la caridad, la justicia; y la intolerancia hacia los ricos y los sacerdotes. La gente le conocía por el nombre de Kris-en; pero su amigo frisón le llamaba Bûda. Los sacerdotes lo odiaban; por lo que Jes-us se vio obligado a huir del país. Nada de esto, sin embargo, impidió que su doctrina y su enseñanza se extendiera por todas partes. Finalmente, tras doce años de viajar por diversos lugares, Jes-us murió. El Oera Linda no aclara cómo. Pero sí dice que sus amigos conservaron sus enseñanzas y se encargaron de llevarla donde fuera que hubiera gente predispuesta a oírlas. ¿Qué pasó después de la muerte de Jes-us? Dejemos que el propio cronista del Oera Linda nos lo aclare. "Mientras la doctrina de Jes-us se extendía sobre el planeta, los falsos sacerdotes fueron a la tierra de su nacimiento a dar a conocer su muerte. Ellos dijeron ser sus amigos y fingieron sentir gran dolor rasgando sus ropas y afeitando sus cabeza. Se fueron a vivir en cuevas en las montañas, pero en ellas habían ocultado todos sus tesoros e hicieron allí imágenes de Jes-us. Dieron estas estatuillas a la gente sencilla. Les dijeron finalmente que Jes-us era un dios; que esto él mismo se los había dicho a ellos y que todos aquellos que creyeran su doctrina entrarían luego en su reino, donde todo sería alegría y felicidad. Al advertir que ellos sabían que Jes-us se oponía a los ricos anunciaron por todas partes que la pobreza, el sufrimiento y la humildad eran la puerta de entrada a su reino y que los que habían sufrido más en la tierra debían gozar de la mayor felicidad allí. A pesar de que sabían que Jes-us había enseñado a los hombres a regular y controlar sus pasiones, ellos enseñaron que los hombres debían reprimir sus pasiones, y que la perfección de la humanidad consistía en ser tan insensible como las piedras frías. Con el fin de hacer creer al pueblo que ellos hacían lo que predicaban fingieron la pobreza hacia afuera y pretendieron haber superado todas sus pasiones sensuales no teniendo esposas. Mas si cualquier muchacha hubiera dado un paso en falso se le habría perdonado rápidamente. 'Los débiles -decían- serán asistidos, y para salvar sus almas los hombres deberán dar en gran medida a la Iglesia'. Actuando así, tuvieron esposas y niños sin tener hogares, y fueron ricos sin trabajar. Pero el pueblo se empobreció y llegó a ser más miserable de lo que había sido nunca. Esta doctrina, que pedía de los sacerdotes poseer no más conocimiento que hablar con engaño y pretender ser piadosos mientras se actuaba injustamente, se esparció de Este a Oeste y vino también a nuestras tierras"[5]. Valga la extensión de la cita para ilustrar debidamente lo que es, fuera de toda duda, un auténtico anacronismo. Para quienes somos conocedores de la historia del cristianismo es ésta una apretada forma de exponerla, bajo un particular punto de vista, contrario a la tradición de las Iglesias. Pero veámoslo en detalle. Hay en estos relatos sobre Jes-us dos clases de parecidos distintos: primero, están los que son circunstanciales; y luego, los que responden casi al calco a la historia del cristianismo. También hay una serie de desemejanzas interesantes sobre las que cabe apuntar algunas líneas -sobre todo porque bajo la superficie de cada una de éstas yacen ocultan también bizarras formas de coincidencias y sincronías. Vayamos con lo primero. Las coincidencias circunstanciales son: a) Sus padres. El Oera Linda dice que Jes-us era hijo de un alto sacerdote del pueblo de Finda y una princesa de origen frisón. Del Jesús histórico también se puede decir algo muy similar en este sentido. Los evangelistas señalan, a su modo, que tanto María como José descendían por línea directa del rey David[6]. De José se ha establecido que era un rabino; es decir, una especie de sacerdote. Si María es descendiente de David hay razones para imputarle un linaje real, y por tanto, la calidad de una princesa. Sobre el rey David cabe destacar algo muy curioso -y hasta ahora pasado por alto. La Biblia dice que este rey era rubio y de bellos ojos (probablemente azules)[7], una característica más típica del pueblo frisón que de los habitantes de la región de palestina. Si ello fuera así y María descendiera de él hay razones para pensar entonces en su probable origen frisio b) Vivió entre los pobres. El Oera dice que Jes-us creció entre los pobres del pueblo. De Jesús también se puede decir algo similar. Aunque ambos eran de naturaleza real vivieron, por diversas razones, entre la gente más humilde de sus respectivos pueblos. c) La sabiduría y el temor de los sacerdotes. El Oera Linda dice que Jes-us cultivó la sabiduría desde muy niño y que por ello se granjeó el temor[8] y la antipatía de los sacerdotes. De Jesús también se predica algo similar. El tópico del niño sabio que habla con los más altos dignatarios y sacerdotes de su pueblo es un lugar común en el relato del Oera Linda y en el documento neo-testamentario. En Lucas puede leerse, por ejemplo, que cuando Jesús tenía doce años discutía con los sabios y los maestros de ley sobre complejos asuntos teológicos: la gente quedaba estupefacta al oírle y se maravillaban de su asombrosa inteligencia[9]. d) El contenido de la prédica. El Oera Linda dice que Jes-us predicaba el amor, la justicia y la caridad por todas partes. Lo mismo puede afirmarse también de Jesús. Y aunque en general éstos son rasgos de la predica de la mayoría de los sublimadores de la humanidad hay algunos aspectos que ponen en sintonía de un modo mucho más enfático el perfil doctrinario de estos dos personajes. Por ejemplo: Jes-us "enseñaba a la gente a no tolerar a los ricos o a los sacerdotes, y a protegerse a sí mismos contra la falsa vergüenza"[10]. También Jesús predispuso a su pueblo en contra de los fariseos y sacerdotes de su época[11]. Pero el Oera Linda, además, sugiere que estos sacerdotes representaban un rol parasitario en su sociedad. En un pasaje significativo dirigido contra los sacerdotes se puede leer: "La tierra (decía Jes-us) otorgó sus tesoros a quienes trabajan, por lo que todos están obligados a cavar, a arar a sembrar si quieren cosechar; aunque nadie está obligado a hacer nada por otro, a menos que sea de buena voluntad". Del mismo modo Jesús espeta cosas similares a los escribas y fariseos. Por último, la antipatía entre los sacerdotes y Jes-us, por un lado, y Jesús y los fariseos, por otro, se refleja también en el hecho como éstos calificaban a ambos personajes: mientras los sacerdotes llamaron "Fo" (falso) al Jes-us del Oera Linda; los fariseos dijeron del Jesús histórico que era un blasfemo. e) Los nombres de Jes-us. El Oera Linda dice que Jes-us era conocido también como Kris-en y Bûda. Jesús es llamado en los evangelios Cristo, que significa el ungido. La palabra Cristo deriva del verbo griego "crisein", "jrisein" o "krisein" (χρισειν) que es muy similar a la palabra "Kris-en". Por otro lado, estos nombres también sugieren un paralelo con las figuras de Krishna y Buda. Aunque "Kris-en" es también una forma de decir "Cristo", el vínculo con Krishna nos viene sugerido por la región en que se dice que predicó -Kasemyr, Cachemira, en la India antigua- y la presencia también del nombre de Bûda. Krishna y Buda son dos avatares, encarnaciones de Visnú, la divinidad indostánica. En cuanto encarnaciones son Dios hecho hombre. Esto concuerda plenamente con lo que dice el cristianismo que es Jesús. f) La extensión de su doctrina. El Oera Linda dice que Jes-us se vio obligado a huir de la ira de los sacerdotes. De Jesús se dice que fue crucificado a causa de la instigación de los fariseos. Pero en uno y otro caso estos hechos no empañaron la obra de estos personajes. Tanto la doctrina de Jes-us como la de Jesús logró extenderse más allá de los límites de su propio país. Y en ambos casos son sus amigos o discípulos quienes se encargan de difundir su obra. Es éste, por tanto, también, un caso típico de lo que hemos llamado coincidencias circunstanciales. Formas de parecidos que se evocan y remiten mutuamente, siendo sus desemejanzas eventos muy menores, que atañen ora a las circunstancias, ora al tiempo; o al lugar. Los parecidos casi al calco, en cambio, son los más presentes en el relato del Oera Linda. Éstos no sólo refuerzan la hipótesis de la anacronía, sino que, además, culminan por constituirse en la mejor evidencia en favor de quienes se inclinan por su inautenticidad. Pero veamos esto en detalle. El Oera Linda dice que mientras se extendía la doctrina de Jes-us los falsos sacerdotes se fueron a la tierra de su nacimiento a informar su muerte. Allí fingieron ser sus amigos, rasgaron vestiduras y afeitaron sus cabezas. El giro de lenguaje "rasgar vestiduras" no es propiamente frisón, nórdico o germánico. Es judío y pertenece a la tradición de la Biblia. Es lo que dice el texto neo-testamentario que hicieron personajes como Caifás, los escribas y los fariseos del Templo. Luego el Oera Linda agrega que los sacerdotes hicieron imágenes y estatuillas de Jes-us y las dieron a la gente sencilla. La preocupación por las imágenes y representaciones de Dios no es tampoco un interés de los pueblos germánicos; pero sí lo es de los judíos bíblicos y de los protestantes en el cristianismo. Tras esto el Oera Linda afirma que Jes-us fue proclamado Dios por los sacerdotes -y que ésta verdad les habría sido comunicada a ellos por el propio Jes-us. También la divinidad de Jesús fue decretada por concilio de los obispos[12]; y también ellos dijeron que, a su modo, a veces abiertamente, a veces en medio de señales, fue Jesús mismo quien comunicó esto a sus discípulos. El Oera Linda sostiene que los sacerdotes hicieron creer a la gente que quienes adoptaran esta doctrina heredarían el reino y serías felices y plenos. También la idea del reino es una idea cristiana. No existe entre los pueblos germánicos noción alguna que evoque una idea semejante. Lo más parecido podría ser el Walhalla. Pero allí no se entra por profesión de fe, ni por apegos a doctrinas más o menos dogmáticas. El derecho al Walhalla se conquista por medio de la espada. Es la muerte en combate únicamente lo que garantiza su posesión. Lo que viene a continuación en el Oera Linda es prácticamente una crónica de la historia del cristianismo medieval: sacerdotes que predicaban, en nombre de Jes-us, pobreza y castidad, pero vivían muy cómodamente en sus conventos fornicando, sin trabajar un día a nadie; y ostentando mayor riqueza que los ciudadanos decentes del lugar. Es éste un retrato al calco de la historia de la Iglesia cristiana en medievo. Finalmente, el Oera Linda dice que fue ésta una doctrina que se esparció de Oriente a Occidente y llegó también a las tierras del norte de Europa, a las tierras frisonas, al país de los autores de estas crónicas. Ésa es exactamente la dirección que sigue la expansión del cristianismo. De tal modo que la identidad entre un relato y otro, en todas sus líneas y aspectos, revela una forma de coincidencia perfecta -razón suficiente para sospechar justificadamente de su autenticidad. Pero esto no es todo. Hacia el final el Oera Linda agrega un texto de extraordinario valor profetal. Helo aquí expuesto en toda su extensión. "Pero cuando los sacerdotes crean que han extinguido por completo la luz de Frya y de Jes-us, todos los hombres que hayan preservado en silencio la verdad entre ellos, ocultándola a los sacerdotes, se pondrán de pie. Éstos serán de sangre regia (sangre de príncipe), sangre de sacerdote, sangre slâvona y sangre de Frya. Harán su luz visible, por lo que todos los hombres verán la verdad y exclamarán: "¡Ay de los actos de los príncipes y de los sacerdotes!" Los príncipes que aman la verdad y la justicia se separarán de los sacerdotes; entonces correrá la sangre, mas a partir de esto la gente ganará nuevas fuerzas. El pueblo de Finda contribuirá con su industria al bien común, la gente de Lydas con su fuerza, y nosotros con nuestra sabiduría. Entonces los sacerdotes falsos serán barridos de la tierra. El espíritu de Wr-alda podrá ser invocado en todas partes y siempre. Las leyes que Wr-alda inculcó en el principio en nuestras conciencias serán las únicamente oídas. No habrá ni príncipes, ni amos, ni gobernantes; a excepción de los elegidos por la voz general. Entonces Frya se regocijará y la tierra únicamente dará sus frutos a quienes la trabajan. Todo esto comenzará 4.000 años después del hundimiento de Âtland; y 1.000 años después habrán desaparecido todos los sacerdotes y la opresión"[13] Hay, respecto de estos pasajes, muchas cuestiones interesantes sobre las que comentar. Primero: el texto hace referencia a una época de opresión. En ésta, los opresores creerán que han extinguido por completo la luz de Jes-us y Frya. Si omitimos a Jes-us de este relato, por considerarlo una intercalación en lo que pudo ser una narración original, y nos quedamos únicamente con Frya, esta cuestión se torna altamente sugerente. Frya es la diosa luz de la proto religión pagana de los germanos. El Oera Linda dice que vendrá una época en la que los hombres que hayan preservado en silencio su verdad se pondrán de pie y se alzarán contra la opresión. Esta época vendrá cuando los sacerdotes crean que han extinguido por completo la luz de Frya. ¿No es acaso la nuestra ésa época? Éstos volverán a hacer visible la luz de Frya y denunciaran los actos y las vilezas de los príncipes (los gobernantes), quienes habrán estado coludido hasta entonces con los sacerdotes. Ahora: ¿quienes son éstos sacerdotes? En nuestra opinión, los de las Iglesias cristianas (incluyendo la católica) no lo son. Los buenos gobernantes se separarán de estos impíos sacerdotes. Y correrá la sangre -¿habrá guerras?-; pero a partir de ello la gente ganará nuevas fuerzas y todo volverá a su equilibrio natural. El pueblo de Finda -los asiáticos- contribuirán al bien común con su tecnología y su industria; los hijos de Lyda -los africanos- con su trabajo; y los hijos de Frya con su sabiduría. Los sacerdotes serán barridos de la tierra. Y todo esto comenzará 4000 años después del hundimiento de Âldland, esto es, en el año 1807 de nuestra era; y tardará 1000 años más, todavía, en completarse. Es ésta una profecía interesante. No resulta, en absoluto, idéntica o parecida a otra cualquiera de la tradición cristiana. Ello nos pone en la perspectiva de imaginarla como un texto del todo diferente a los que hemos analizado aquí previamente. Y nos autoriza a desplegar ya nuestra hipótesis en los párrafos siguientes. Sostenemos que el Oera Linda es un híbrido en el que algunas partes son apócrifas y otras muy altamente auténticas. Es posible -y probable- que las tradiciones de los nórdicos germanos de la Frisia antigua hayan sido preservadas por un linaje familiar en ciertos manuscritos, transmitidos y copiados de generación en generación, a través del curso de los siglos. Es posible -y probable también- que en estos manuscritos, cada nueva generación, haya intercalado información distinta de la original, haciendo de este texto un híbrido plagado de anacronismos; y justificando así la imputación de inautenticidad. Después de todo, a diferencia de otros manuscritos antiguos, el Oera Linda, a expresa confesión de parte, es un manuscrito que se ha venido copiando y re-copiando desde hace dos mil seiscientos años. Y la probabilidad que en cada copia, cada nuevo copista, haya no sólo copiado, sino interpretado la información e intercalado nuevas cosas, según sus nuevos antecedentes, es altamente probable. Así, es muy posible que en el texto original se haya leído, en el comentado pasaje de los viajes de Tünis, que éste simplemente llegó a las costas del norte de las tierras de Lyda (África), y el copista, con la nueva información disponible en el siglo VI a.C., haya agregado la palabra "fenicios". Del mismo modo, las referencias a un sabio de Kasamyr, cuya sabiduría pudiera haber sido en extremo semejante a la de Jesús, pudo haber llevado al copista a identificarlo con él, al punto de llamarle Jes-us; y recrear, a partir de estas semejanzas, la historia primera del cristianismo. Este copista pudo haber sido Liko Ovira Linda, cuya opinión sobre los sacerdotes, en todos sus puntos tajante, no está en absoluto lejos de la que ostentaron otros contemporáneos suyos, como Aldeberto, Tankelmo o el mítico Eun della Stella. No descarto con ello que haya habido también otras intercalaciones más recientes al texto. La carta de Ljudgêrth, por ejemplo, puede ser perfectamente un caso de éstos. Ello explicaría los dos tipos de hojas distintas que, según los resultados arrojados por los análisis, contiene el Oera Linda. También dilucidaría los misterios relativos a los anacronismos; y lograría explicar, de paso, la coexistencia, en un mismo texto, de los diversos dialectos de frisón antiguo y moderno. Si todo esto que es probable fuera posible el Oera Linda vendría a ser un texto en esencia auténtico. Esto es: que prescindiendo de los detalles, en el grueso de las historias que se narran, persiste un alto grado de probabilidad y de verosimilitud. Ese grueso de las crónicas del Oera Linda nos dice que hubo un pueblo germánico que civilizó al mediterráneo; y no sólo a éste, sino también, a las tierras de nuestra américa románica; y también a la lejana India. Agrega que ese pueblo germánico era originario de un continente desaparecido, hundido en los mares del norte, al que sus habitantes llamaron luego Âldland, la Atlántida. Y que su civilización avanzó de Occidente a Oriente, no al revés (salvo en el caso de Nêf Inka que habría marchado hacia las costas del continente americano), llevando una cultura del todo originaria, cuyos rastros pueden pesquisarse, todavía hoy, en todos los rincones del planeta. En esta línea de argumentación se nos imponen como muy altamente probables las historias referidas sobre Nêf Tünis y Nêf Inka, Ulysus y Kalip, Minos y Krêtar, los Golen, los Kåltas (Celtas) y los Trowydas (Druidas); e incluso lo ya analizado, en un otro sentido, sobre Jes-us y Nyhellênja (Min-erva). En lo que sigue revisaremos en detalle las condiciones de posibilidad de todas estas historias. En algunas de ellas los grados de coincidencia con lo establecido por la historiografía oficial son verdaderamente sorprendentes. Iniciaremos nuestro análisis por las ya conocidas historias de Jes-us y Nyhellênja. El tenerlas frescas en la memoria facilitará la exposición de lo que intentamos comunicar. A una nueva luz estas historias nos resultarán sorprendentemente diferentes. [1] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo: "Las Leyes del Gobierno de los Burgos". El paréntesis corresponde a nosotros. [2] El capítulo original en frisio es "Ut-a skrifta Minnos", el que puede traducirse como "Acerca de los Escritos de Minnos". [3] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Los Escritos de Minnos II". [4] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Los Escritos de Minnos II". [5] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Los verdaderos Frisones". [6] Mateo 1, 1-16; Lucas 3, 23-38. Si bien es cierto Lucas no menciona a María en esta genealogía queda claro que éste es su linaje, pues difiere del de Mateo que es efectivamente el linaje de José y parte del de Helí que es el presumiblemente el padre de María. Si Lucas dice que Helí es el padre de José es porque éste adquiere esa calidad al ser el esposo de María. En el mundo antiguo la descendencia por la vía materna no cuenta: de allí que Lucas no nombre a María, pero nombre a José, su sustituto político en la línea de descendencia de David. [7] 1 Samuel 16:12 y 1 Samuel 17:42 [8] En un pasaje significativo del Oera Linda puede leerse: "La gente lo miraba con respeto y los sacerdotes temían a sus preguntas". Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Los verdaderos Frisones". [9] Lucas 2, 40-52 [10] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Los verdaderos Frisones". [11] Mateo 23, 1-34; Lucas 11, 37-47 [12] La divinidad de Jesús fue discutida y decretada en el Concilio de Nicea, celebrado en Nicea en 325 d.C.; y fue ratificada en el Concilio de Constantinopla en 381 d.C. [13] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Los verdaderos Frisones". El Enigma de la Isla de Pantelaria y el Misterioso Origen del nombre de la Ciudad de Túnez Por Hyranio Garbho 28 de junio 2006 Según el relato del Oera Linda cuando los frisones arribaron a las costas fenicias, justo en el año 2000 a.C. -esto es, 193 años después del hundimiento de Âldland- se toparon con una misteriosa isla que por sus pronunciadas bahías dejaba la impresión de ser, en verdad, tres islas. Se establecieron en la parte del medio (la que parecía ser la isla central) y la llamaron Thyrhisburgt, en homenaje a Thyr -el héroe frisón del Oera Linda que los entendidos identifican con Tyr, el mítico Dios nórdico, hijo de Wotan. Allí establecieron una fortaleza y nombraron a su jefe naval, Tünis, como soberano eterno del lugar. Mapa del Mediterráneo Es probable que las costas fenicias a las que arribaron los frisones en 2000 a.C. hallan sido las costas de Túnez. Después de todo Túnez siempre fue un lugar estratégico en el mediterráneo (allí los fenicios fundaron Cartago, en el siglo IX a.C.). Aunque, por cierto, oficialmente hablando, no hay evidencias de asentamientos fenicios en la costa africana antes del siglo X a.C. El Oera Linda señala que los frisones llegaron a las costas fenicias del mediterráneo 193 años después del hundimiento de Âldland. Pero esto puede ser una referencia imprecisa, a menos que estemos dispuestos a asumir que los fenicios ya habían llegado a las costas del norte de África antes de lo establecido por la historiografía oficial. Otra opción es que las costas fenicias a las que hace referencia el texto frisón sean las costas de Palestina. Pero incluso allí se dice que los fenicios aparecieron recién hacia el siglo XV a.C., esto es, unos quinientos años después de lo referido por el Oera Linda. Cabe destacar, al respecto, que el método tradicional para datar la presencia u origen de un pueblo, en una determinada región del mundo, depende en gran parte de las evidencias arqueológicas halladas. Si éstas tienen una antigüedad determinada de "x" años puede establecerse ésa como la antigüedad del pueblo estudiado. Pero ello no quita que ese pueblo pueda ser más antiguo; todo dependerá del hallazgo de nuevas evidencias. Ello nos pone en la perspectiva de pensar, tomando al Oera Linda como evidencia, que los fenicios pudieron ser más antiguos de lo que hasta ahora ha podido probarse. Ello salvaría al texto frisón de incurrir en un flagrante anacronismo. Si esto fuera así, Túnez o Palestina se nos ofrecen como los lugares más adecuados para situar las tempranas incursiones de los frisones en el mediterráneo. Pero al respecto nosotros creemos que Túnez lleva una ventaja enorme sobre Palestina; y las razones para esto son particularmente interesantes. Existe en el corazón del mar mediterráneo, frente a las costas de Túnez, y a unos 100 km de Sicilia una Isla llamada Pantelaria. En esta Isla, en 1975, una expedición arqueológica británica halló los restos de una antigua base naval anterior a la ocupación fenicia. Según la historiografía oficial, los fenicios tomaron posesión de esta Isla probablemente hacia el siglo VII a.C. Los primeros habitantes de Pantelaria habrían sido de origen ibero-ligur. Con todo, las evidencias arqueológicas de asentamientos y artefactos en la Isla llegan a tener una antigüedad no inferior a 35.000 años. Pantelaria, frente a las Costas de Túnez Aunque Pantelaria no ofrece hoy con nitidez los rasgos descritos por el autor del Oera Linda -una isla de bahías tan pronunciadas que en realidad dejaba la impresión de ser tres islas- es altamente probable que hace cuatro mil años atrás haya podido tener un aspecto semejante. La mayoría de las islas del mediterráneo han variado mucho su geografía en el curso de los últimos cinco mil años. El Oera Linda habla de una Isla cercana a las costas fenicias. Si esas costas fueron, en efecto, Túnez, la isla de bahías pronunciadas tuvo que haber sido Pantelaria. Además, las ruinas de la antigua base naval descubierta por los británicos en 1975 ofrece el aspecto típico de una fortaleza como las que vienen descritas en el manuscrito frisón. Pero esta isla es interesante también por otras razones. Dependiente administrativamente de la siciliana provincia italiana de Trapani, la Isla de Pantelaria asumió como escudo y bandera el emblema típico de la Isla de Sicilia. Éste, lo mismo que el escudo de la Isla de Man, está formado por un Tres Pies -trisquel o vilfos- sobre un fondo de colores rojo y amarillo. No sabemos si Pantelaria ostenta este escudo por Sicilia o si Sicilia lo ostenta por Pantelaria. La adopción de este emblema en Sicilia data del siglo XIII. Entonces, Pantelaria estaba bajo su ocupación[1]. Es altamente probable que el símbolo haya emigrado de Pantelaria a Sicilia y no al revés. Si ello fuera así Pantelaria se nos ofrece como un lugar privilegiado para respaldar la autenticidad del manuscrito frisón. Bandera y Escudo de Pantelaria El Tres Pies -trisquel o vilfos, en lenguaje listiano- es un símbolo celta. Eso es, al menos, lo que nos dice la historiografía oficial. Nosotros contamos, al respecto, con otra información. Guido von List, el famoso desentrañador del Secreto de las Runas, piensa que los "Tres-Pies" son fyrfos encubiertos característicos de la tradición armanista. Los armanen no habrían sido un pueblo, sino una casta de sacerdotes magos, empinados en la cima de la estructura social de las antiguas tribus ario-germánicas. Una de esas tribus fueron los frisones[2]. Emparentados racial y geográficamente con los pueblos germánicos, los frisones pudieron haber cultivado sus mismos símbolos religiosos. Ello explicaría la presencia de un trisquel en la Isla Pantelaria donde se supone que llegaron hacia el 2000 a.C. Pero esto entraña todavía un misterio más profundo. Según Guido von List el trisquel[3] es un fyrfos tardío encriptado, cuyo origen se halla en la misteriosa Cabeza de Gereón. El nombre Gereón es una forma evolucionada del monosílabo "Ge", nombre primitivo de la runa Gibor. Esta runa es, de hecho, un fyrfos. En su inigualable investigación sobre el significado oculto de las Runas List identifica al fyrfos con la esvástica. Un fyrfos es una esvástica oculta, cifrada. La necesidad de cifrar o esconder la esvástica le fue impuesta a las tribus germánicas tras la implacable persecución de que fueran objeto por parte de los cristianos. Pero el hábito de encriptar esvásticas ya era ampliamente conocido, entre los germanos, mucho antes de la llegada del cristianismo. De hecho, el mismísimo Kroder de Juul es una runa Gibor encriptada, como bien puede apreciarse siguiendo la obra de Gorsleben. En opinión de List, la forma jeroglífica más antigua de fyrfos o esvástica encriptada la constituye la cabeza de Gereón. Este símbolo viene representado por un triángulo equilátero hecho de tres perfiles humanos. El que su nombre sea "Gereon" revela que se trata de una runa Gibor encriptada. De acuerdo con List, en todos estos casos, el símbolo antecedió al jeroglífico. Así, la idea de ocultar el fyrfos -originariamente de cuatro brazos- en un jeroglifo trial -de tres brazos o tres cabezas, como en el caso de la Cabeza de Gereón- pudo haber estado determinada por el uso del vilfos. El vilfos sería, de este modo, una forma ancestral de la Cabeza de Gereón. El que sea una cripta del fyrfos viene testimoniado incluso por su propio nombre. "Vilfos" significa literalmente "cuatro pies" (de Vier Fuβ que en alemán significa precisamente "cuatro pies"). Ello no coincide, por cierto, con sus tres extremidades, pero nos permite pensar que, en efecto, pudo haber sido una cripta antiquísima del fyrfos. Del "Vilfos" derivan, en opinión de List, todos los trisqueles, triskeliones y jeroglifos afines, como la Cabeza de Gereón y el Tres Pies. Por lo que, se concluye de esto, que ninguno de estos símbolos es originariamente celta (druida)[4]; sino que todos serían originarios de la antigua Germania, entre cuyos pueblos hallamos al frisón. Cabeza de Gereón En este orden de ideas, el "Tres Pies" pudo haber sido perfectamente un símbolo frisón. Si ello fuera así esto vendría a ratificar nuestra presunción de que antiguos navegantes frisones llegaron a la Isla de Pantelaria; y que ésta sería la isla de la que habla el Oera Linda, aquella a la que llegó Tünis y que fue llamada Thyrhisburgt. Pero esto no es todo. Todavía queda un aspecto más que revisar. El relato frisón dice: "Nêf Tünis navegó por el estrecho de Gibraltar hasta el Mar Mediterráneo. Cuando se produjo el hundimiento de Âtland hubo también mucho sufrimiento en las costas del Mediterráneo, y mucha gente de Finda, los krekalander, y gente del país de Lyda, se allegaron a nosotros. Por otra parte, muchos de los nuestros huyeron a la tierra de Lyda. El resultado de todo esto fue que los krekalander, por todas partes, dejaron de ser liderados por las Volkmoder. Tünis se había puesto en este escenario, y por eso esperaba encontrar allí un buen refugio, desde donde ir y servir bajo auspicios de los príncipes ricos. Pero como su flota y su gente tenía un aspecto desastroso, los habitantes de las costas pensaron que eran piratas; y les ahuyentaron. Al final arribaron a las costas fenicias, 193 años después del hundimiento de Âtland. Cerca de la costa se encontraron con una isla con dos bahías profundas, por lo que parecían ser tres islas. Se establecieron en la del medio, y más tarde construyeron una fortaleza en el lugar. Entonces quisieron darle un nombre, pero no hubo acuerdo en ello. Algunos desearon llamarla Fryasburg, y otros Neftunia, pero los mâgjares y los finneses sugirieron que se llamara Thyrhisburgt"[5]. Si las costas fenicias a las que llegaron fueron efectivamente las costas de Túnez, como sugerimos más arriba, entonces cobra plenamente sentido que Túnez se llame Túnez. Este misterioso nombre no es originario de los árabes que ocuparon tardíamente esta región, ni de los griegos -que ya antes de Cristo la llamaban Tynes- ni de los fenicios, que fundaron allí Cartago. El nombre de Túnez deriva de Tunis, palabra con la que los antiguos designaban a la ciudad que actualmente es la capital de este país. Pero el origen de este nombre continúa siendo un misterio. Algunos la han atribuido a la deidad fenicia Tanith, otros le han supuesto un origen bereber. Lo cierto es que la región es conocida con este nombre desde tiempos inmemoriales. Y es muy altamente probable que su antigüedad se empine por sobre los mil quinientos años antes de la era común. Las crónicas del Oera Linda hablan de un rey del mar llamado Tünis. Dicen de él que llegó a las costas fenicias hacia el 2000 antes de Cristo. Fundó Thyrhisburgt en una isla (probablemente Pantelaria) con la que se topó frente a estas costas. Sus hazañas son legendarias. Fue conocido en todo el mundo mediterráneo como "Primo Tünis" -en frisio Nêf Tünis- en virtud a su parentela con Wodin e Inka, sobrinos todos de otro mítico rey del mar llamado Sterik. Hay quienes han querido ver en este personaje al también mítico dios de los océanos, Neptuno. De eso ya hablaremos más adelante. Pero, por lo que nos concierne ahora, Tünis cobra relevancia como posible origen del nombre de la ciudad de Túnez -llamada Tunis en la antigüedad. ¿Fue Túnez llamada Tunis en homenaje a este legendario rey del mar frisón? No lo sabemos. Pero no deja de ser sugerente y sugestivo que este nombre, cuyo origen se halla todavía envuelto en un halo de misterio, sea prácticamente idéntico al nombre de este mítico personaje de las crónicas del Oera Linda. En base a todas estas coincidencias quisiera sugerir como hipótesis lo que sigue. Es probable que un marino frisón haya navegado por el mediterráneo hasta las costas del norte de África. Es probable, también, que se haya establecido allí, fundando ciudades; y haya llegado a ser famoso. Nada de esto es imposible. Asumamos que se llamaba Tünis, como lo enseña el Oera Linda. Ello explicaría el origen del misterioso nombre de la ciudad de Túnez. Si a ello agregamos lo dicho por nosotros más arriba referente al escudo de la Isla de Pantelaria y la fortaleza pre-fenicia que allí fue descubierta en 1975, tenemos más de una razón para pensar que los relatos del Oera Linda tienen, en alguna medida, asidero. Así, las crónicas sobre Tünis y su arribo a las costas fenicias puede constituir un principio en favor de la autenticidad del manuscrito. Basados en las probabilidades que hemos desplegado aquí creemos que no es descabellado suponer verosimilitud al relato del Oera Linda. Y si ello es así este texto viene a revelársenos como una fuente de noticias privilegiadas sobre el mundo antiguo. He allí el valor que en principio le atribuimos a este texto. [1] La Isla de Pantelaria pasó a dominio siciliano bajo el reinado de Roger II de Hauteville, en 1130. Las primeras versiones del trisquel como emblema siciliano datan del 1280. Ello hace muy probable que los sicilianos hayan adoptado este Escudo de los habitantes de la Isla de Pantelaria. [2] En la clásica división que hacen de los germanos los historiadores romanos -Plinio y Tácito- los frisones vendrían a ser -junto con los sajones, los jutos y los anglos- parte de los ingaevones. Sabido es que, según esta interpretación, los proto-germanos se dividían en tres grandes tribus (Plinio habla de cinco): los Ingaevones o germanos de la región del Mar del Norte, los Istaevones o germanos de la región del lado occidental del Rhin; y Hermiones, o germanos de la región del lado oriental del Rhin. [3] La palabra castellana trisquel deriva de la palabra griega triskelion -en griego τρισκελιον- que significa literalmente "tres piernas". Su nominación en griego revela ya una muy antigua data. [4] Utilizamos aquí el término "celta" como sinónimo de "druida". Los "celtas-druidas" habrían sido, en la opinión de los cronistas del Oera Linda, "celtas corrompidos" por los golen (sacerdotes de Sidón) de origen fenicio. Una referencia más acabada sobre los celtas (kåltas), los golen (galos) y los druidas (trowydas) puede hallarse en este mismo Estudio Preliminar en el apartado titulado: Los Golen, los Kåltas y los Trowydas. [5] Oera Linda, versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Inscrito en el Burgo de Stavia". Por Hyranio Garbho 30 de marzo 2006 Robert Scrutton, en su famoso libro sobre el Oera Linda titulado "La Otra Atlántida" sostuvo que el Disco de Festos podría invocarse como una evidencia a favor de la autenticidad del Oera Linda. Este Disco, descubierto en Creta el 15 de Julio de 1908, en una excavación realizada en el Palacio Minoico de Festos, por el arqueólogo italiano Luigi Pernier, es un disco de arcilla cocido datado hacia finales de la Edad del Bronce, que contiene misteriosas inscripciones jeroglíficas a ambos lados del plato, cuyo desciframiento -por lo menos de las inscripciones correspondientes en la cara A- corresponden al filólogo húngaro Vladimir Georgiev[1]. Según Scrutton, el trabajo de Georgiev nos permite establecer que las afirmaciones hechas en el Oera Linda, sobre Minnos, el Rey del Mar, son certeras; probando así, de paso, la autenticidad del libro. Dado que el Disco de Festos fue descubierto recién en 1908 y descifrado por Georgiev en 1977, no pudieron los autores del Oera Linda basar sus relatos sobre Minnos y la isla de Krêtar (Creta) en lo que viene grabado en el Disco. Y no obstante, según Scrutton, los relatos de una y otra fuente coinciden. El Disco de Festos (Cara A)* Según la interpretación de Georgiev el Disco de Festos está escrito en lengua luvita, una rama perdida de las lenguas indoeuropeas, relacionadas con los Hititas. Los luvitas, según este autor, habrían vivido originalmente en las orillas del Danubio; y sólo muy tardíamente se habrían desplazado hacia la región de Anatolia en el Asia Menor. Georgiev especula que hacia el 1700 los luvitas habrían tomado el control de la isla de Creta. En su interpretación del Disco de Festos éste nos habla de un profundo descontento social y de luchas intestinas entre dos jefes tribales: Yara y Santadimuwa. Según Georgiev, estos conflictos se habrían resuelto en favor de Santadimuwa; lo que habría obligado a Yara a autoexiliarse en una fortaleza de la isla. El Disco también señala que una vez derrotado Yara habría prometido a Santadimuwa que se aplicaría al cultivo de cereales y que no le causaría ningún tipo de problemas. Hasta aquí lo que viene narrado por el Disco. Disco de Festos (Cara B)* Robert Scrutton afirma que Yara es Minnos; y que en lugar de haberse autoexiliado en un castillo conservó su tierra, y recibió allí a todos los luvitas que, identificados con su causa, buscaron en su tierra refugio y protección. Luego, amenazados por la posibilidad de perder sus reinos, los príncipes luvitas habrían pactado con Minnos un código de leyes, mostrándose amistosos con el rey frisón. Mas cuando las leyes dictadas por Minnos fijaron los deberes de los príncipes se habrían vuelto contra él, intentando incluso envenenarle, lo que habría motivado la decisión de Minnos de abandonar Creta y retornar a su patria, en Lindahêm. Unos pocos miembros de su tripulación, probablemente Hititas, se habrían encargado de registrar estos hechos en el Disco de Festos, mudando el nombre de Minnos por el de Yara, y tomando partido por la posición de los príncipes luvitas y Santadimuwa. Así, los hechos relativos a este rey del mar, que dio leyes a los habitantes de Creta, habrían sido completamente distorsionados, prevaleciendo una visión enteramente conveniente a la postura de Santadimuwa y a la de los propios príncipes luvitas. Robert Scrutton cree que el Disco fue deliberadamente grabado con una escritura hermética porque se buscaba ocultar todo lo relativo a este emblemático rey del mar. Ello explica la diferencia de escritura que hay a un lado y otro del Disco de Festos. La cara A y la cara B, en efecto, están grabadas con jeroglíficos diferentes, pese a que fueron escritas en la misma época. Ello únicamente da cuenta de la coexistencia deliberada de dos tipos de escritura al mismo tiempo: una abierta, profana y demótica; y otra sagrada, jeroglífica y hermética. La escritura hermética (cara B del Disco) contiene, en opinión de Scrutton, la verdadera historia de Minnos, cuyo nombre falseado por el de Yara, en la cara A del Disco, no habría impedido que las generaciones futuras de príncipes le hubiera reivindicado utilizando su nombre, y gestando la famosa leyenda del Rey Minnos que se recuerda hasta el presente. [1] Según otras fuentes el Disco de Festos jamás ha podido ser descifrado realmente, aunque ha habido muchos intentos. Entre los más prominentes, a nuestro parecer, se cuentan los de Axel Hausmann, quien en 2002 escribiera un libro sobre el particular titulado El Disco de Festos. Un Documento de la Atlántida (Der Diskus von Phaistos. Ein Dokument aus Atlantis); y también, los de los de Leon Pomerance, que interpretó las inscripciones y jeroglíficos del Disco en términos de símbolos astronómicos. También han propuesto diversas interpretaciones de la escritura del Disco figuras como Kjell Aarten, Winfried Achterberg, Thomas Balistier, Jean Faucounau, Steven R. Fischer, F. G. Gordon, George Hempl, Adam Martin, Derk Ohlenroth, Ο. Polygiannakis, Benjamin Schwartz; y F. Melian Stawell. Las migraciones de los magiares y finlandeses Por Hyranio Garbho 26 de septiembre 2005 En las crónicas del Oera Linda hay una infinidad de relatos que si tuviéramos que contrastarlos con la historia oficial nos llevaríamos más de una sorpresa. La mayoría de estas narraciones están hechas al margen; y en muchos casos no van más allá de una línea. Todas ellas pueden invocarse irrefutablemente en favor de la autenticidad del libro. Su tenor es muy similar al discutido antes en el análisis de las cartas. Se trata de minúsculas anotaciones que no pudieron haber sido registradas por alguien que no fuera testigo directo de los hechos que narra. El patrón común en todas es que son coherentes con la historia; y en una medida de esa coherencia, altamente probables. Uno de estos apuntes en el Oera Linda atañe a las migraciones de los así llamados "hijos de Finda". El texto llama así indistintamente a los pueblos de raza amarilla. De ellos dice textualmente que no se atrevían a cruzar el amplio Twisklând -esto es, la Europa Central- porque estaba plagado de densos bosques y fieras salvajes[1]. Estos relatos se corresponden con una descripción de la Edad Dorada en los tiempos antiguos. Pero luego vino la época que siguió a la catástrofe del hundimiento de Âldland. El texto la describe como los "Malos Tiempos", y habla de una serie de transformaciones del clima y la situación geográfica de la región. Entre ellas la catástrofe trajo aparejada la desaparición completa de los densos bosques que poblaban la Europa Central; lo que redundó en la consecuente desaparición de los animales que dependían, para su subsistencia, de esos bosques. Sin éstos, y sin la densidad de los bosques de antaño, el camino para el avance hacia las regiones más septentrionales de Europa quedó plenamente accesible. En el Oera Linda las migraciones de los hijos de Finda (magiares y finneses) se produce consecuentemente después del hundimiento de Âldland, lo que es coherente con el relato anterior. Estas debieron tener lugar hacia el año 2090 antes de la Era Común, es decir, poco más de cien años después de la gran catástrofe. Una evidencia histórica que habla en favor de estas migraciones es la presencia, en estas regiones, de las lenguas ugrofinesas. Estas lenguas son consideradas hoy una sub-rama de las lenguas urálicas, en cuyo origen se halla precisamente el magiar. [1] El texto dice: "A un lado el límite era el Mar de Wr-alda, que nadie, excepto nosotros, podemos o podíamos navegar; al otro lado estábamos limitados por el amplio Twisklând, el que los Hijos de Finda no se atrevían a cruzar a causa de los densos bosques y las fieras salvajes" Oera Linda, Versión castellana de Hyranio Garbho, capítulo "Escrito en Todos los Burgos". Las Cartas de Hidde y Liko Oera Linda Por Hyranio Garbho 20 de mayo 2004 Hay en las cartas que se adjuntan al inicio del Oera Linda una poderosa coincidencia con la época en que fueron "supuestamente" redactadas. La más antigua de éstas está fechada en el año 803 de la era cristiana y refleja, hacia el final de su redacción, una profunda preocupación por la supervivencia de su pueblo. La otra, fechada en 1256 de la era cristiana, habla de una inundación, y ya no expresa la misma preocupación que la anterior por las persecuciones y los asedios. Esto es muy curioso y amerita una reflexión. Hacia finales del siglo VIII el tristemente célebre Carlomagno había logrado unificar todos los reinos germánicos bajo lo que se conoce como Sacro Imperio Romano Germánico. Se sabe que no fue éste un rey muy pacífico; y que sometió al cristianismo a todos los pueblos y tribus germánicas, a fuerza de fuego y espada. De estos hechos le viene el muy significativo apodo de "carnicero de sajones" con el que fue conocido de antiguo en vastas regiones de Europa. Es altamente probable que las persecuciones y asedios a su pueblo, referidas por Liko Ovira Linda, en 803, hayan tenido que ver, en algún grado, con el despótico poder de Carlomagno, quien sólo tres años antes había sido coronado como Emperador por el papa León III. Si la carta atribuida a Liko Ovira Linda fuera falsa resulta difícil explicarse que otro autor, nacido en otro tiempo y con otras preocupaciones, haya tenido la suficiente sensibilidad como para sintonizar tan adecuadamente con la época de la carta y hacer resaltar, en primer orden, las preocupaciones por la supervivencia de su pueblo. Los mil años que separan el siglo XIX de la época en que está fechada esta carta hacen muy difícil pensar que el "supuesto" falsificador haya sabido "sentir" como alguien del siglo VIII -más todavía, como alguien que por ser frisón padecía en extremo de las persecuciones y hostigamiento del cristianismo, al límite de comenzar a temer por la desaparición de su propio pueblo. Que en esta carta resalten únicamente esas preocupaciones -pues al parecer la carta habla únicamente de esto- puede ser un indicador fiable de que efectivamente haya sido escrita en la época en que se dice fue escrita. Carta de Liko Ovira Linda La segunda carta, en cambio, es muy distinta. Fechada en 1256 la epístola de Hidde Oera Linda da cuenta de contextos y preocupaciones muy diferentes. Lo que le preocupa a este segundo copista es conservar los manuscritos, salvados de una reciente inundación, para lo que se ha agenciado papel extranjero. Hay en esto, nuevamente, una asombrosa coincidencia con el contexto y la época en que está fechada esta carta. El siglo XIII fue particularmente conocido en la región noroccidental de Europa por las constantes arremetidas del mar del norte en el territorio continental de los países bajos. Inundaciones catastróficas hubo en 1212, 1214, 1219, 1248, 1282 y 1287. Las había existido antes también, pero muy esporádicamente en 803 y 1164, con un largo intermedio de casi trescientos años de completa estabilidad. Según lo que han podido establecer los geólogos estas arremetidas del mar del norte fueron a tal extremo profundas que no sólo lograron vencer toda resistencia natural del medio -las dunas de Callantsoog, por ejemplo, fueron completamente arrasadas en las inundaciones de 1248- sino, además, transformaron por completo la geografía de la región, llegando a formar un mar interior que se extendía unos 100 km tierra adentro, con un ancho no menor a los 50 km y una profundidad de 4 a 5 metros. Este mar interior, conocido también como Zuiderzee, tenía un borde costero que alcanzaba los 300 km. a la redonda, abarcando su superficie total unos 5.000 km². El nombre Zuiderzee ya es bastante decidor. Significa literalmente "mar del sur". Lo que revela que fue puesto por los frisones, que quedaron ubicados al norte de estas nueva formación marítima. La carta de Hidde Oera Linda fue escrita, a juzgar por el propio testimonio de su autor, en 1256. Ello significa que el copista vivió en una época caracterizada por estas inundaciones. Su carta dice literalmente que salvó el manuscrito -presumiblemente el copiado por Liko Ovira Linda- de una inundación. Este dato es plenamente concordante con la época en que está fechada la carta. Carta de Hidde Oera Linda Hidde Oera Linda habla de una inundación producida el año anterior a la fecha en que escribe. De donde se desprende que tuvo que haber sido 1255. Registros hay de las inundaciones antes mencionadas porque fueron todas catastróficas. Pero ello no quita que hayan habido movimientos menores de aguas en años distintos a los registrados por la historiografía. La clave para definir la verosimilitud de la carta es que está escrita en un siglo en el que estas inundaciones eran moneda corriente entre los habitantes de la costa noroccidental de los países bajos. Ello significa que se producían a menudo, aunque la historiografía sólo haya logrado registrar unas cuantas, fundamentalmente por su carácter catastrófico. Así, es altamente probable que en 1255 haya habido también una inundación provocada por una avanzada del mar del norte, de la que no existan mayores registros históricos, precisamente por tratarse de un fenómeno menor. Claro que siempre cabe la posibilidad que un "supuesto" falsificador haya estado al tanto de estas inundaciones; e intencionalmente haya querido hacer coincidir la fecha de redacción de la carta con una de éstas. Pero incluso así esta cuestión es problemática, porque asumimos que si el falsificador estaba en conocimiento de estos hechos, mínimamente también debió haber sabido algo sobre las fechas. Entonces, cabe preguntarse: ¿por qué no fechó la carta convenientemente un año después de producida algunas de estas inundaciones? ¿Por qué no en 1220, o 1249 o 1283? Si su intención hubiera sido engañar ¿no habría sido ésta una instancia conveniente? En lugar de esto la carta nos remite a una inundación respecto de la cual no hay registros históricos; pero con ello, contrario sensu de lo que podría pensarse, se torna todavía más creíble, pues aleja considerablemente la posibilidad de que haya sido intencionalmente fechada en 1256, a modo de hacerla coincidir al calco con una fecha de la que se tengan evidentes noticias históricas. Por Hyranio Garbho 12 de enero 1994 El nombre de Chile es un misterio. Aunque lo es también el nombre de otros países de la América románica. Pero, si bien es cierto, no ha podido determinarse el origen o significado del nombre de muchos de estos países, el caso de Chile representa definitivamente un caso aparte, sólo parangonable al misterio que rodea el origen y significado del nombre de "Brasil". Por ejemplo, el nombre de países como Paraguay, Uruguay, Panamá, Nicaragua y México, aunque aun se discute su significado, se sabe con precisión que son de origen indígena. Paraguay y Uruguay son voces guaraníes. México es una voz nahuatl. También el nombre de Guatemala es de origen nahuatl, pero en este caso queda claro cuál es su significado. Guatemala significa "lugar de muchos árboles". Nicaragua, el otro país cuyo nombre es de origen indígena viene del cacique Niquerahua. Y también los nombres de Colombia y Bolivia, se sabe, fueron puestos en homenaje de personajes emblemáticos de la historia de nuestra Latino América. Honduras, el Salvador y Costa Rica son voces castellanas. Bandera original de Chile Aunque en el caso de Honduras se cree que la palabra es una castellanización del nombre "Huntulha" cuyo significado es "país de costas acuosas". Con razón o sin ella, la palabra es indiscutiblemente una voz castellana; y es muy difícil no atender, por sentido común, a la idea que ésta expresa: la idea de profundidad, de honduras. Por lo que muy probablemente el nombre del país haga referencia a una región de Honduras y Profundidades -se sabe que esta región es montañosa en casi un setenta por ciento. En mi opinión este nombre no pudo venir sino de este hecho. La palabra Perú, aunque se ignora su significado, es también de origen indígena. Los indígenas del río Virú, al norte del actual Perú, llamaban a este país Virú. Y aunque existen otras hipótesis la nominación de esta región como Perú -castellanización de la voz indígena Virú o Berú-, desde antes del descubrimiento del país, es un hecho documentado y ampliamente constatable. Los nombres de Venezuela, Ecuador y Argentina son, junto a los ya mencionados nombres de Colombia y Bolivia, los que menos misterio representan. Ecuador fue llamado Ecuador por la línea del Ecuador, Venezuela lo fue por su remembranza de la Venecia itálica; y Argentina es una castellanización de la palabra latina Argentum, cuyo significado es "plata", en referencia al "País de la Plata". Sólo "Brasil" y "Chile" constituyen nombres misteriosos de los que se ignora, incluso, el origen de la palabra. La Isla de Brasil en el Mapa de Abraham Ortelius, 1572 Aunque el nombre de Brasil proviene indiscutiblemente del hecho de que los descubridores portugueses confundieron el lugar con la mítica Isla de Brasil, ubicada en el Atlántico, frente a las costas de Irlanda (de allí su carácter misterioso), es parangonable al caso de Chile, por dos importantes razones: primero, porque se ignora por completo el origen de la voz "Brasil", y, segundo, porque está asociado a una Isla en el Atlántico, isla fantasmagórica, de la que se tiene evidencias únicamente en los mapas del medievo, particularmente los mapas de Dalorto (1325), Pizigani (1367), Piri Rei (1513), Ortelius (1595), Mercator (1595) y el famoso mapa de Europa, anónimo de 1570 (En otro artículo próximo me referiré, in extenso, a este curioso misterio). Esta isla fantasma del Atlántico es relevante porque está asociada a las leyendas de la Atlántida, Thule y el país de los hiperbóreos. Es en este sentido, ya se verá más adelante, que el nombre de Brasil es igualmente misterioso que el sagrado nombre de Chile. Oficialmente se sabe que la palabra Brasil viene del Pau-Brasil (en castellano: Palo Brasil), nombre que los portugueses dieron a un árbol de la región que crecía allí abundantemente y que al ser rojo como una brasa le llamaron Brasil. Pero es probable, no lo sabemos, que esta fuera la misma razón por la que la fantasmagórica isla del Atlántico fuera llamada así. Después de todo, no sería descabellado imaginar, atendiendo a los relatos que existen, que la Thule de los orígenes tuviera un aspecto tan paradisiaco como lo ostenta el país del Pau-Brasil. Mapa de Angelino Dalorto, la cartografía más antigua (1325) El nombre de Chile se relaciona con esto último porque la voz Chile, que no es una voz indígena, hace igualmente referencia a un misterio relacionado con la Atlántida, con la Thule de los orígenes. La voz Chile, digámoslo sumariamente, es la traslación a voces indígenas de una voz todavía más antigua, de origen germánico, rúnico, atlántico, en la que aun podemos oír las palabras Tile, Tyle, Thyle, Thule. He aquí su carácter sagrado. Lo que sigue es una hipótesis personal sobre el origen del vocablo Chile. No hay consenso aun sobre el origen de la voz "Chile". Y probablemente no lo haya en mucho tiempo más -si es que acaso cabe pensar optimistamente que lo haya alguna vez. Según las hipótesis más célebres el nombre de Chile vendría del trinar de un pájaro, de una voz quechua que significa frío, o una voz aimara que significa lugar donde se acaba la tierra, del nombre de un cacique o de un hidrónimo en el valle del Aconcagua, etc. Ninguna de estas hipótesis, no obstante, aclara el significado de la palabra. Y aunque algunas nos resultan ampliamente descartables, otras nos merecen una atención y una mirada más cuidadosa. Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, en la Araucana, dijo que el nombre de Chile se debía al nombre del valle principal de la región[1]. González de Najera añadió a esto que el nombre de Chile era de origen indígena -aunque no especificó cuál- y que significaba "frío", porque los indios consideraban que estas tierras eran muy frías a causa de los vientos que corren de sus nevadas sierras en invierno[2]. Diego de Rosales, en el siglo XVII, decía que el nombre de Chile se debía a un cacique del Aconcagua llamado Tile[3]. Pero el mismo autor añade en su Historia General del Reino de Chile que el nombre fue puesto por los españoles, quienes castellanizaron la voz indígena Tili. Según Rosales, cuando Almagro marchó del Cuzco hacia la conquista de las tierra del Sur se topó con unos indígenas a quienes preguntó de dónde venían, y respondiéndoles éstos que venían de Tili o Tile decidió poner así a estas tierras, castellanizando la voz Tile en Chile. Jerónimo de Vivar, mucho antes que éstos últimos, señaló en su Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reinos de Chile, fechada en 1558, que el nombre de Chile se debe a la expresión aymara "anchachire", cuyo significado es "gran frío", dada a Almagro por unos indígenas venidos del Perú. Según Vivar este es el motivo por el que se le llamó al valle CHIRE, de donde por deformación del uso de la palabra culminó llamándose Chile. Aunque esta hipótesis no me parece en absoluto descabellada no veo por dónde, en cuanto lingüista que soy, que la letra "R" se haya podido declinar en "L". Estructuralmente hablando, las corrosiones del lenguaje, que acontecen todas siempre siguiendo un patrón estructural (esto ya lo estudiaron los discípulos de Saussure y el propio Saussure antes que ellos) dan cuenta de una lógica en la que esta supuesta declinación de la "R" en "L" resulta muy sospechosa, por no decir, rara o imposible. Pero suspendamos mientras nuestro juicio al respecto. En febrero de 1925, en Panamá, tuvo lugar uno de los hechos más curiosos de la historia de nuestra América románica. Allí, los indígenas kunas del Panamá decidieron independizarse de este país formando una República Autónoma a la que llamaron TULE. Este hecho no sería tan sorprendente si no viniera unido a otro símbolo significativo, cual es, el símbolo y diseño de la Bandera de la naciente República de Tule. Esta Bandera, semejante en colores y diseño a la Bandera de España ostentaba en el centro el símbolo de una ESVÁSTICA. Para quienes tenemos conocimiento esotérico no será difícil notar la sincronía: La ESVÁSTICA era el símbolo del país de THULE, de la más antigua tradición. Por eso fue el símbolo privilegiado de la Sociedad Thule: una esvástica a la que se anteponía una daga. Pero ¿por qué los indígenas kunas del panamá decidieron llamar a su naciente república como República de TULE? ¿Qué clase de memoria, de recuerdos ancestrales, tenían estos indígenas, que les permitía, además, asociar el nombre de Tule al símbolo de la esvástica? Bandera de la fugaz República de Tule Nuestra explicación, dicha del modo más sucinto que puedo, es la que sigue. Me baso, para ello, en el testimonio de un libro sagrado que tengo el privilegio de estar traduciendo. Me refiero a Las Bodas de Arkhanen. Según Las Bodas de Arkhanen el verdadero nombre de la Atlántida fue Thule. Atlántida no es un nombre, sino un modo de expresarse. Esto me lo sugirió otro libro que traduje y que fue ya publicado el año pasado bajo el título de Oera Linda. Atlántida es una expresión proto-nórdica que significa "Tierra Antigua" (Alt-Land, de donde viene Atland). Es la tierra ubicada más allá del viento norte, en el extremo septentrión, que Píndaro llamó el país de los hiperbóreos. Tampoco "Hiperbórea" es un nombre, sino una expresión. Ésta nunca fue usada, en realidad, por los antiguos -es decir, por Píndaro o sus contemporáneos. Píndaro no habló de HIPERBOREA, sino de los HIPERBOREOS, para referirse a los que habitaban un país en el extremo septentrión al que nunca nominó. Ese país, siguiendo las enseñanzas de Las Bodas de Arkhanen y del Oera Linda, se llamó THULE, su símbolo fue una ESVÁSTICA, y sus habitantes se llamaron ARKHANEN. Ese país desapareció sumergido en las aguas del Atlántico. Sus habitantes, los que sobrevivieron, hablaron de él como la Tierra Antigua, Atland; nombre que llegó a los oídos de Platón como ATLÁNTIDA. Ecos de esa tierra podrían ser la fantasmagórica Isla de Brasil, pero también la Tile de los mapas de Olaus Magnus y otros cartógrafos del renacimiento. Sumergida en el océano, sus sobrevivientes marcharon en distintas direcciones. Y algunos de ellos llegaron a estas tierras con sus servis y anquilæs (esto es, con los ancestros de los indígenas), pero marcharon luego de retorno a sus orígenes, grabando en la memoria de estos últimos, el esplendor de una época dorada que no tendrá eco en sus porvenires. Símbolo del Reino de THULE Basado en este relato me permitiré elaborar la siguiente hipótesis sobre el sagrado nombre de Chile. Asumiendo que los habitantes de la antigua Thule (Atlántida o Hiperbórea para los desentendidos) hubieran efectivamente desembarcado en las costas de nuestra América, en una época tan inmemorial que se pierde en la noche de los tiempos, es ésta una razón que podría explicar la curiosísima existencia de la fugaz República de Tule en Panamá y su símbolo de la esvástica en la bandera. Lo que pudo acontecer fue lo siguiente: los arkhanen, habitantes de Thule, sobrevivientes de su inmersión en el océano, fundaron en la América Central un reino, un magnificente reino, constructores quizá de las pirámides de México, y verdaderos autores del calendario, la astronomía y la escritura equívocamente atribuida a los Mayas. Pero siguiendo un impulso vital (una memoria de su sangre) marcharon de esas tierras hacia el polo Sur, y más allá todavía, hacia la Antártica. Los únicos que le recordarían en la América Central serían los indígenas. Por eso los kunas, quienes guardaban en su memoria ancestral el recuerdo de los antiguos habitantes de la Thule desaparecida, en homenaje de éstos buenos gobernantes, decidieron emularles en el nombre y en el símbolo que grabaron en el corazón de su bandera. Mapa de Athanasius Kircher (1669) representando una posible Pero los arkhanen siguieron su impulso vital más al sur. Buscaban el oasis en las frías tierras meridionales de la América Patagónica. Después de todo, la leyenda de la Thule ancestral dice que ésta era un oasis tropical, parecido a las tierras del Brasil, en medio de una zona de hielos eternos. ¿Vinieron los arkhanen, los habitantes de la antigua Thule, a estas tierras del sur del mundo? Recapitulemos un poco lo que hemos venido diciendo y atemos los cabos que antes dejamos sueltos. Jerónimo de Vivar y González de Najera decían que los indios aymaras llamaban a este lugar Chire y que esta palabra significaba FRÍO. Ambos dicen luego que la palabra CHIRE se desvirtúa entre los españoles convirtiéndose en CHILE. Desde un punto de vista de la lingüística estructural, ciencia que estudia la estructura de las lenguas, un cambio de este tipo vendría a ser muy raro o imposible. Ya apuntamos algunas líneas sobre esto más arriba. Pero no sé si podría ser factible al revés. Esto es, que la palabra no fuera indígena, y que los indios hayan podido mutar el sonido de la "L" por el de la "R". Y aunque no sé absolutamente nada sobre lenguas indígenas de este lado del mundo, me hace mucho más sentido el que los indios hayan podido trucar la "L" por la "R" y no al revés. Así, la palabra que los indios aymaras asociaron al "frío" podría venir perfectamente del nombre conocido por ellos de este lugar. Es decir, en otras palabras, que no fue en virtud del frío que los indios llamaron Chire a Chile, sino que fue al revés, esto es, que en virtud a que estas tierras eran ya llamadas Chile por habitantes ancestrales, y en razón a lo frías que eran, fue que los indígenas aymaras, y probablemente otros indígenas antes que ellos, llamaron Chire al frío. Nuestra hipótesis es la que sigue. Los arkhanen de Thule llegaron a estas tierras en épocas inmemoriales, fundaron aquí su famosa Ciudad de los Césares a la que llamaron Thule, como su patria ancestral, y los ecos de esta voz se grabaron en la memoria de los indios locales, algunos de los cuales, los de más al norte, con el trascurrir del tiempo, pudieron mutar, en parte, su sonido (el reciente ejemplo revisado de la "R" y la "L"). Pero más al sur el nombre se conservó casi íntegramente. La voz griega Θουλη suena "Zule" y la voz, también griega, Θυλη suena "Zile". Ambas Θουλη y Θυλη fueron las palabras que los griegos utilizaron para Thule. La primera se transcribe literalmente como THULE y la segunda como THILE. Siendo la TH un fonema anglosajón, germánico-nórdico conocidísimo, que se pronuncia muy cercanamente al sonido de la "Z" de la península. En nuestra opinión, la voz Chile se deriva de Tile, y ésta a su vez de Thile o Thule. Después de todo, es ésta una opinión muy bien fundada de don Diego de Rosales, quien decía que el valle del Aconcagua era llamado por los indígenas TILE, y lo decía apenas cien años después que Olaus Magnus publicara su Carta Marina, donde aparece el nombre de THULE como TILE, sin que tengamos noticias que el cronista español haya conocido al cartógrafo sueco. Mapa de Olaus Magnus (1572) donde THULE aparece mencionada como TILE En realidad, lo que creemos es que el nombre de TILE es una evocación de la vieja THULE y que ésta es la razón por la que éstas tierras fueron llamadas así. De esto estaba esotéricamente informado nuestro Padre Patrio, don José Miguel de la Carrera y Verdugo, quien, no sin conocimiento, hizo poner en el frontis del escudo nacional (el Escudo de la Primera República) la siguiente críptica leyenda hasta hoy muy mal comprendida e interpretada: POST TENEBRAS LUX. Si se lee mi artículo sobre el significado del nombre de Thule, publicado en este Blog, se entenderá el sentido de esa leyenda en el Escudo. THULE significa precisamente que el triunfo sobre la muerte (en el caso de la naciente república de Chile, la independencia del tirano francés) se conquista a través de un camino que va de la oscuridad a la luz (Post Tenebras Lux). Pues es ése un primado de significación esotérico-alquímico. Pero hay todavía más: en la bandera elegida para presidir el pabellón de la naciente república el Padre de la Patria utilizó los colores de la Aurora de Thule (el azul, el blanco y el amarillo) e hizo poner en una esquina de la franja superior, la franja blanca una Cruz de Santiago en color rojo. Es esta cruz un fyrfos, una esvástica encriptada[4]. Completando con ello una asociación más que sincronística con la vieja Thule, a la que estamos unidos por tradición y destino. [1] En La Araucana, Alonso de Ercilla (1533-1594) escribió: “Es una provincia grande que contiene en sí muchas provincias; nómbrase Chile por un valle principal llamado así; fue sujeto al Inga rey del Perú, de donde le traían cada año gran suma de oro”. [2] El cronista González de Nájera (¿?-1614), en Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile, dice: “Chile quiere decir ‘frío’ en lengua de algunos naturales, nombre que le fue dado por ser excesivamente fríos los vientos que corren de sus nevadas sierras en tiempos de invierno, en las partes que caen al sur”. [3] Don Diego de Rosales [1601-1677], escribió que el nombre de Chile provenía del nombre del cacique “Tile” del valle del Aconcagua. Y que cuando Diego de Almagro partió del Cuzco hacia el sur a coger oro, se encontró con indios que llevaban el tributo de oro para el Inca “y que preguntándoles de donde venían, respondieron que de Tili, y los españoles trabucaron (cambiaron) el nombre Tili en el de Chile, por cuanto les sonaba mejor y era más conforme a su lengua general”. [4] Al respecto, invito a mis lectores a leer a Guido von List, particularmente los libros del GUIDO-LIST-BUCHEREI.
Por Hyranio Garbho 24 de octubre 1993 El Secreto de las Runas es un tratado esotérico sobre filosofía rúnica. Ello significa que su contenido está asociado a la inteligencia de una compleja elaboración metafísica, cuya profundidad puede apreciarse ya en las primeras páginas del libro. No es, por tanto, un texto de enseñanza de lectura oracular. Su secreto nada tiene que ver con formas ocultas o desconocidas acerca de cómo leer las runas. En él, quien busque recetas o consejos prácticos sobre las runas con fines de adivinación, perderá su tiempo. Pues no es éste un libro para esa clase de inclinaciones circunstanciales. El Secreto de las Runas enseña que éstas son más que un oráculo; y, por lo tanto, que utilizarlas únicamente con objetivos oraculares supone una comprensión harto superficial de su esencia y del misterio que les está asociado. Pues para poder mínimamente consultar las runas se precisa saber que no son todas ellas originales y que, por tanto, no todas ellas tienen el poder de abrirnos a la comprensión interior y responder adecuadamente nuestras preguntas. Y es este tipo de cosas, entre otras, a las que responde este libro. El Secreto de las Runas se inicia con una constatación simple: las runas, el proto-lenguaje de los pueblos germánicos, es un tipo de escritura original cuya antigüedad alcanza fácilmente los mil años por sobre las fechas comúnmente aceptadas. No son, como se piensa, un tipo de escritura derivado de los alfabetos fenicios o de la escritura uncial latina; ni son, tampoco, símbolos utilizados únicamente con este fin. Sólo muy tardíamente las runas fueron usadas como letras, en el sentido que damos hoy nosotros a nuestros símbolos de escritura. Pero no era ésta, ni remotamente, su finalidad original. La segunda afirmación interesante que vemos aparecer en El Secreto de las Runas es todavía más desconcertante. Según List el futhark original, contrariamente a lo que ha venido aceptándose desde mediados del siglo XIX, constaba de dieciséis runas y no de veinticuatro. Esta es una de las tesis centrales del libro (sobre este punto nos extenderemos en el siguiente apartado de nuestro Estudio Preliminar). Paralelamente a esta afirmación List sostiene que el Hâvamâl, el Libro de la sabiduría rúnica de Wotan, considera la existencia de dieciocho runas. Este canto, junto con todos los otros cantos del Edda, en la opinión de List, es infinitamente más antiguo de lo que se ha aceptado comúnmente. La ciencia oficial pretende remontarlos al Codex Regius, aunque admite la posibilidad que se trate de una tradición oral más antigua. Según List el Edda fue fijado definitivamente hacia finales del siglo VIII, pero su verdadera antigüedad se pierde en la noche de los tiempos. Por lo que las dieciocho runas que supuso su composición, en la medida que el proto-germánico cedió su lugar al germánico antiguo, tempranamente forzó la aparición de otros símbolos rúnicos, los que al cabo de unos siglos ya se contaban por sobre los veinte y los treinta. La tercera afirmación relevante en la primera parte del libro establece que en la raíz de todas las letras que forman el sistema de escritura germánico antiguo se halla originalmente una runa; o que todas ellas, tanto en su trazo como en su nombre o su sonido pueden remitir a una runa original del conjunto de las dieciséis runas que son las verdaderamente originales. En la actualidad, sostiene List, cada runa tiene un nombre que da cuenta de la runa original; ese sentido germinal de la runa es monosilábico -pues es ésta una condición natural de los símbolos sagrados antiguos (sobre este interesante particular precisaremos algunas notas en el siguiente apartado de nuestro Estudio Preliminar). List apunta al respecto: "Debido a que las runas tienen nombres singulares y estos nombres constituyen palabras monosilábicas es igualmente evidente que las runas –en los distantes días de antaño (...) constituyeron un sistema jeroglífico. Esto es porque el proto-arianismo era, lo mismo que todo lenguaje primitivo, monosilábico, y sólo tiempo después se contrajo en una escritura alfabética, cuando la estructura del lenguaje jeroglífico o silábico demostró ser una escritura demasiado engorrosa" [1]. La cuarta afirmación relevante en la primera parte del libro señala una de las tesis centrales de El Secreto de las Runas. No hay un único tipo de runas, sino, a lo menos, dos. Tempranamente, indica List, vemos aparecer una división interna en el sistema rúnico original (futharkh -con "h" final)[2]. Dos grandes grupos de runas se desprenden del tronco rúnico originario para culminar constituyendo dos modelos o tipos diferentes de éstas. Por una parte las Buchstaben-Runen, y, por otra, las Heilszeichen-Runen. Las Buchstaben-Runen son las runas utilizadas como letras en un sistema de escritura similar al utilizado por otros sistemas de escritura, como el griego, el latino, el fenicio, etc. Las Heilszeichen-Runen son las runas consideradas como símbolos sagrados, mágicos, cuyo poder trasunta al operador si éste las sabe consultar debidamente. Las Heilszeichen-Runen constituyen el sistema rúnico más antiguo, aquel del que decíamos más arriba que estaba compuesto originalmente sólo por dieciséis símbolos rúnicos. De éste, y por la necesidad de servirse de las runas como un sistema de escritura -no olvidar lo que dice List en relación a que la runas monosilábicas (esto es, las heilszeichenrunen) se vieron obligadas a contraerse en una escritura alfabética sólo "cuando la estructura del lenguaje jeroglífico o silábico demostró ser una escritura demasiado engorrosa"- surgieron luego una treintena de runas que con el tiempo culminaron por constituirse en un sistema rúnico autónomo, cuya función principal fue la de servir como sistema de escritura, empobreciendo notablemente su sentido mágico original. De acuerdo con List el Edda Hâvamâl enseña dieciocho runas. Éstas, pese a tener un innegable carácter literal (esto es, pese a que pueden utilizarse como letras) conservan su esencia mágico-sagrada original. Es decir, ostentan la peculiaridad de ser Buchstabenrunen y Heilszechenrunen a la vez. En su opinión, este carácter único de las runas enseñadas en el Hâvamâl está en concordancia con la relevancia capital de este canto, en cuyo secreto yace la clave que revela el verdadero misterio de las runas. Sobre la importancia de este Edda el propio List apunta: "Ningún otro canto del Edda da una visión tan clara de la cosmovisión aria original sobre la relación que une el espíritu al cuerpo, Dios al Todo –y a través de la arianidad trae de manera tan significativa a la conciencia el reconocimiento de la dualidad que une a los contrarios en el microcosmos y el macrocosmos- como el Hâvamâl y la sabiduría rúnica de Wotan incluida en él"[3]. Luego de desarrollar un conjunto de ideas relativas al significado metafísico de Wotan, de la que hablaremos en el apartado correspondiente, List propone otra tesis notable sobre el origen de las runas -tesis que será compartida luego y desarrollada por otro gran runólogo alemán, el filósofo Friedrich Bernhard Marby. Las runas fueron originalmente, en opinión de List, formas simbólicas sagradas a través de las cuales los sabios del pasado comunicaban su visión interior. En una época en que el lenguaje era tan limitado éstos tuvieron que servirse de movimientos físicos y de determinadas posiciones corporales para comunicar lo que, de otro modo, habría permanecido insalvablemente oculto. Esas posiciones corporales reflejaban medios de canalización de energía a través de las cuales los sabios arios lograban desarrollar su visión interior y trasuntar los poderes mágicos respectivos. Por su importancia este tema será más ampliamente desarrollado hacia el final del apartado que dedicamos a la Metafísica del Secreto de las Runas incluida en este Estudio Preliminar. La parte medular de El Secreto de las Runas se centra en la descripción de las dieciocho runas enseñadas por el Edda Hâvamâl. Allí la plenitud de su contenido mágico y místico nos es revelado de una manera directa y sintética. Cuando los versos del Edda Hâvamâl se combinan con los nombres de las runas -nos dice List- adviene de un modo mágico la iluminación y el secreto de éstas es por fin develado. En esta parte del libro se pasa revista a los versos del Hâvamâl contenido en las estrofas que van de la 138 a la 163. Según List, cada una de estas estrofas está referida a una runa original y su comprensión otorga la clave debida para la resolución del misterio asociado a cada una de las dieciocho runas originales (en el apartado siguiente esperamos responder por qué si List admite que las runas originales eran dieciséis culmina hablando de dieciocho). List hace acompañar a cada runa un pequeño listado con las raíces de la palabra que forman su nombre, a las que se unen una serie de conceptos asociativos con los que se persigue comunicar intuitivamente su significado. Los versos del Edda Hâvamâl son, en cada caso, presentados como la clave que resuelve el misterio de las runas, por lo que no se les analiza ni se les explica, sino que se les despliega en toda su profundidad poética, esotérico y mistérica. List añade a esto una explicación racional del significado de la runa que no atañe a los versos del Hâvamâl, los que permanecen intactos. Su reflexión se centra en los nombres de las runas, en el análisis de las palabras-raíces que constituyen su etimología; y a veces añade uno que otro dato histórico o filosófico que ilumina aun más la comprensión racional de la runa. Finalmente una fórmula sintética busca dar con el corazón del significado esotérico del símbolo rúnico. Las runas del Edda Hâvamâl coinciden con las runas del futhark armanen (esta misteriosa coincidencia será explicada en el apartado siguiente de nuestro Estudio Preliminar). Sus nombres son resumidamente los que sigue: fa, ur, thor, os, ried, kaum, hagal, noth, is, ar, sieg, tyr, bar, laf, man, yr, eh, gibor. Cada una de estas runas es estudiada por separado y vistas a la luz de su significado en el conjunto del sistema rúnico armanista, tras lo cual List se aplica a desentrañar el misterio de la que considera la runa principal de este sistema: el fyrfos o runa gibor (esto será desarrollado en el apartado dedicado al misterio del fyrfos de nuestro Estudio Preliminar). Tras revisar el significado esotérico de cada símbolo rúnico la obra de List se centra en develar cuál es el verdadero Secreto de las Runas. Y he aquí que este libro se vuelve todavía más original y desconcertante que nunca. Comparable únicamente con lo que Copérnico llevó a cabo en el plano general de la ciencia, la tesis de List viene a reformar por completo -y lo hace tempranamente- el esoterismo global de la filosofía asociada a las runas. Su predicamento, sencillo en esencia, arranca de la convicción de que paralelamente al conjunto de dieciocho runas del futhark armanen, habría existido un número indeterminado de símbolos rúnicos, formados a base de los trazos originales de las dieciocho runas armanen, encriptados primero en la grafía y el lenguaje proto-germánico, y desarrollados luego en los motivos ornamentales, los que habrían sido preservados celosamente por los skalder, pues contenían no sólo el verdadero misterio rúnico, sino que, en su esencia, ellos eran (ellos constituían) el auténtico secreto de las runas. Quien tras leer este libro no entiende ese predicamento sencillo, no ha entendido nada acerca de lo que aquí se ha buscado comunicar. Y el secreto así develado de las runas jamás podrá serle accesible más que en apariencia. List sostiene al respecto lo que sigue: Únicamente después de estos comienzos se crearon estas runas. Y un número de otras, que la sabiduría rúnica de Wotan no nombra, poco a poco se marchitaron en "letras", conforme a nuestro sentido de la palabra -esto es, en signos fonéticos vacíos e inarticulados. La aún no contabilizada gran masa de otros signos sagrados o jeroglíficos, que no fueron simplificados en signos fonéticos insustanciales, pero que fueron más bien -como ya se ha dicho- desarrollados en los motivos ornamentales más elegantes, con la preservación característica de las líneas básicas de sus formas primarias, y que también ampliaron sus nombres y valores simbólicos, llegaron a formar el sistema ario de jeroglíficos o pictogramas, que seguía siendo el secreto de los Skalder.[4] Esa aun no contabilizada gran masa de símbolos sagrados o jeroglíficos es lo que, en otro libro de mi autoría, titulado El Misterio del Fyrfos[5], me he permitido llamar como alfabeto kálico[6], basado en el presupuesto listiano de que la esencia de su secreto fue conservado y custodiado por la Kala o Hochheilige Heimlich Acht[7]. Ése alfabeto kálico, en lo que a este libro compete, será desarrollado atendiendo, en primer lugar, a la heráldica; y luego, de una manera general, a todas los motivos ornamentales de la arquitectura y el folclore alemanes de antaño, incluido en ello la sabiduría popular de refranes y cuentos. Es menester, eso sí, advertir de entrada al lector despreocupado, que el develamiento del secreto de las runas asociado al des-cubrimiento del misterio kálico en la heráldica, la arquitectura y el folclore alemanes sólo se vuelve accesible a la inteligencia moderna si acaso se comprende la metafísica listiana de los tres niveles de interpretación, basados en las tres fases del acontecer (el venir-al-ser, el ser y abandonar-el-ser para venir-al-ser nuevamente, en forma respectiva) en los que se despliegan y desarrollan todos los secretos rúnicos-kálicos aquí develados. Sin esa comprensión de base la filosofía listiana se transforma en un lenguaje abstruso, que más que abrirnos al misterio rúnico, nos cierra el paso a toda posibilidad de aprehenderlo. Según Guido von List una palabra o un símbolo heráldico, derivado de alguna kala y, por tanto, de alguna runa originaria, da lugar a palabras o símbolos equivalentes cuyos significados, no obstante, son disímiles. Así, por ejemplo, la palabra "Rath", de la que derivan palabras tales como Rat (Consejo), Rad (Rueda) y Ratte (Rata) tienen todas significados distintos, pese a venir de una palabra común, en virtud a que siempre, toda kala, puede ser descifrada en alguno de los tres niveles de interpretación que se siguen del ciclo natural y permanente de todas las cosas. List señala que todas las instituciones de los pueblos arios, lo mismo que su religión, su mitología, su sociedad, su lengua original (el ario primitivo), etc., estaban basadas en una comprensión tripartita de la realidad cuyo fundamento no era otro más que "el reconocimiento intuitivo de las leyes evolutivas de la naturaleza"[8]. Esas leyes evolutivas de la naturaleza, que han sido mencionadas por nosotros más arriba en la fórmula del venir-al-ser, el ser y abandonar-el-ser para venir-al-ser nuevamente, imprimen al corazón del pueblo germánico un imperativo fundamental que lo atraviesa todo. Así, una palabra como "Rath", derivada de la runa "Ried", debía necesariamente ser interpretada en estos tres niveles de comprensión, dando lugar, con ello, a tres palabras distintas y con significados disímiles. En el primer nivel asociado al venir-al-ser Rath se convirtió en Rat (Consejo), a modo de señalar una actividad que pone en movimiento cosas -pues un consejo es siempre la base de una decisión. En el segundo nivel Rath se convirtió en Rad (Rueda), a modo de significar lo que ya está en marcha, lo que es movimiento en el presente -la decisión hecha actualidad, realidad, acto. Y en el tercer nivel Rath se transformó en Ratte (Rata), animal que señala la corrupción -en íntima coincidencia con el ciclo evolutivo de las cosas. Más interesante que estos ejemplos lo son los de las palabras "Ygdrasil" o "Iroglif". En cada caso se trata kalas compuestas, esto es, de palabras en cuya formación participan dos o más runas. La realidad así desplegada por la nueva kala o palabra rúnica conjunta todos los significados individuales e indivisibles de las runas que la componen. Y esto lo hace, obviamente, en los tres niveles de interpretación. Así, el significado de una palabra como "Iroglif" resulta de la conjunción del significado de las tres runas que la componen (Ir - Og - Lif, que responden a las runas primitivas Ar - Og - Laf), las que consideradas en los tres niveles de interpretación dan lugar a nueve sentidos distintos. En todos los casos, la tarea del intérprete rúnico será la de recoger el sentido más propio de las tres runas de la palabra, individualmente consideradas, en cada uno de los niveles respectivo, y forjarse interiormente el sentido de la kala global. Tras especificar estas minucias de la interpretación List se aplica a analizar un conjunto ilimitado de kalas rúnicas simples y compuestas presentes en el folclore alemán, la arquitectura, los símbolos, las instituciones y la heráldica. Todas ellas son reflejo de la presencia indiscutible de la tradición armanista en suelo germánico. [1] Guido von List, Runenschrift (GLB 1), p. 2. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p.64. [2] Cfr Die Ursprache der Ario-Germanen und ihre Mysterien sprache (GLB 6) [3] Guido von List, Wuotans Runenkunde (GLB 1), p. 4. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p.66. [4] Guido von List, Runen, Heilszeichen, Zaubercharaktere, Geistersigille (GLB 1), p. 24. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p.88. [5] Hyranio Garbho, El Misterio del Fyrfos, Ed. Aurea Catena, Santiago de Chile, 2014. En este libro intento reconstruir el sistema alfabético kálico, basado, en parte, en lo que me fuera transmitido por mi maestro, y, en gran medida, en lo develado por las enseñanzas de List. [6] Ignoramos por completo de dónde pudo haber obtenido List su primera información sobre este alfabeto kálico, pero sospechamos que pudo haber sido a través de Tarnhari. El mérito de List, al respecto, no está en haberlo descubierto, sino en haber sido el primero en publicarlo y ponerlo al corriente de los ariosofistas de la época. [7] Ver nota 29 [8] Cfr., pág. 110-111
Claves de El Secreto de las Runas Por Hyranio Garbho 29 de septiembre 1993 Las claves de comprensión del Secreto de Las Runas de Guido von List se despliegan a partir de la inteligencia de tres nociones o conceptos fundamentales de su filosofía. Estas nociones están íntimamente vinculadas entre sí y son transversales a toda la obra listiana a partir del Bücherei. Estos conceptos son, primero, los tres niveles de comprensión del todo -los que están sujetos, a su vez, a las tres fases fundamentales del ciclo natural de todas las cosas, las cuales son el nacimiento, desarrollo, muerte y renacimiento; segundo, la dualidad, trinidad y multiplicidad en que parece desenvolverse siempre la "unidad" del todo; y tercero, la ley interior de todo cuanto existe en ambos planos de la realidad, ley cuya forma se expresa en la noción de Destino (Schicksal). Todos los temas tratados y desarrollados en profundidad -e incluso aquellos que son tocados sólo tangencialmente- están abordados desde esta triple óptica de comprensión, fuera de la cual, además, no es posible hacer inteligencia alguna del Secreto de Las Runas. De acuerdo con el planteamiento de List todo cuanto hay en el universo está sujeto a un proceso o ciclo permanente de transformaciones y cambio. Este proceso describe tres fases fundamentales -Nacer, Desarrollarse y Perecer para Volver a Nacer nuevamente. En la última de estas fases (el perecer para nacer nuevamente) este proceso delinea una ascensión que da cuenta de un ciclo en espiral, por lo que la concepción del tiempo fundamental en List no supone una cadena en círculo, al modo griego o nietzscheano, sino un ciclo de transformaciones en el que cada renacimiento supone un ascenso o conquista que determina la necesidad del cumplimiento de esta última fase. Ese proceso o ciclo ha sido precisado por nosotros en la fórmula del Venir-al-Ser, Permanecer-en-el-Ser y Abandonar-el-Ser para Venir-al-Ser nuevamente. En la propuesta listiana el "nacimiento" marca una fase del proceso que bien puede describirse en la fórmula del ex-nihilo. En efecto, dado que se trata de una ascensión en el espiral cada nuevo "nacimiento" marca a un "ser" que no era antes, en la medida que no repite ni puede repetir al "ser" precedente, sujeto como está a ascender y no a circular. Por eso que este "nacimiento", este "originarse" (Entstehen) supone más bien la impronta de un movimiento hacia el "ser" desde un "no-ser" que era antes, y que en el ciclo precedente necesariamente habría supuesto un desplazamiento desde el "ser" hacia el "no-ser" (lo que nosotros llamamos el abandono-del-ser o Tránsito hacia el no-Ser -en alemán, Vergehen). El permanecer-en-el-ser es la etapa del desarrollo, la actividad, el gobierno; el momento o movimiento visible del "Ser" en esta dinámica constante que describe la espiral. Pero, de todos modos, es sólo un momento. En él tiene lugar el Gobierno, la regencia, entendida ésta no desde la trivialidad exclusiva de los asuntos humanos (sin descontar por ello que pueda implicarlos en algún sentido, y de forma necesaria), sino, desde la inteligencia sutil de la esencia de la ley que es Destino. "Permanecer-en-el-Ser" es, así, "Hacer", "Actuar" en la órbita del "Gobierno" (en la esfera del autoregirse por la ley que es Destino); pues todo cuánto tiene lugar en este orden de cosas, todo cuánto es puesto en movimiento en este plano visible de la realidad (un pensamiento, una emoción, etc.) puede ser sujetado o reducido a una "acción", a un "hacer" que tiene como base y fundamento a la "ley que es destino", que es "Gobierno". Finalmente, el abandono-del-Ser (Vergehen) para Venir-al-Ser nuevamente marca un movimiento que va desde el Ser hacia el no-Ser, pero donde este no-Ser representa un nuevo y simultáneo movimiento hacia un nuevo Ser, al tiempo que un ascenso en la espiral del ciclo constante de toda realidad. "Abandonar-el-Ser" (Vergehen o Tránsito hacia el no-Ser) supone, metafísicamente hablando, perder realidad en el alto sentido de esta expresión, esto es, en el que da cuenta de ambos planos de la realidad. Por ello, es tanto "perecer", "corromper", "decaer", "degradar" como "desaparecer", "volverse invisible" en el entendido de instalarse en la "ausencia", en la "nada", en lo que ya no tiene tiempo (o tiene demasiado tiempo, para expresarnos en un sentido trivial) y no puede, por tanto, estar sometido a las leyes del tiempo. Este ciclo permanente es natural. La ley que lo rige es Destino. Pues todos los seres tienden a él como a su propio cumplimiento. Pero este ciclo entraña todavía una significación más. De él se desprenden los tres niveles de comprensión a que están sujetas todas las cosas. Todos los seres, todas las cosas, todos los hechos, e incluso todas las palabras, en el devenir de su desarrollo, pueden explicarse en cualquiera de estos tres niveles de comprensión; pues todo nace, se desarrolla y decrece. Desde el significado de una palabra, pasando por el simbolismo de una imagen, o la propia vida de una persona. En la medida en que todo está sujeto a este ciclo permanente de transformaciones y cambios, todo es susceptible de ser interpretado en cualquiera de estos tres niveles de comprensión. Así, la naturaleza de todo cuanto existe está sujeta a este ciclo perenne de alteraciones y transformaciones. Pero ese devenir constante, ese eterno proceso de germinaciones, desarrollos, caídas y renacimientos acontece según una estructura metafísica que da cuenta de una dualidad, de una trinidad y de una multiplicidad que atraviesa a todos los seres y por la que todos los seres llegan a ser y dejan de ser en este ciclo perpetuo. La dualidad lo envuelve todo y la dualidad es siempre de contrarios o pares de opuestos: cielo y tierra, día y noche, masculino y femenino, luz y oscuridad, bien y mal, fuerza y debilidad, etc. A un nivel de la dualidad, en el así llamado plano invisible de las cosas, se despliegan los arquetipos, presididos en la cábala aria por el número Tres que es Uno[1], común a las tradiciones hindúes y germánica y que da origen en el pensamiento listiano a la Tríada Triunidad Triunitaria[2]. En el otro nivel de la dualidad, en el plano ligado a la dimensión visible de las cosas, se despliega la Multiplicidad aparente, la del velo de maya en la tradición indostánica, que es la de una Multiplicidad que ora confluye en el uno, ora se dispersa. En el devenir de uno y otro nivel, en el desenvolvimiento paralelo de los planos Trino y Múltiple, el Secreto de Las Runas se despliega al modo pontificial de lo comunicante, a la manera de un puente que une y vincula los mundos, el real y el aparente, el invisible y el visible, en la forma de un arquetipo que se repite (lo uno en lo múltiple) y que señala el desplazamiento o movimiento de la transformación eterna, y su réplica o duplicado en el otro plano de la realidad. En este orden de ideas El Secreto de Las Runas está asociado a una Metafísica y a una Tradición. Las Runas son arquetipos que hacen visible lo invisible; que enseñan y muestran el movimiento o estado de la transformación del otro plano para actuar en este plano. De allí que hayan sido usadas también con un sentido mántico; aunque su fuerte yace en una opera alquímica. Las Runas son así, transmisores de una realidad del todo desconocida e inaccesible para las atrofiadas mentes de la Edad Oscura. Ellas poseen la capacidad de abrirnos a la súper-consciencia del otro mundo, del otro plano, la dimensión arquetípica donde yace la verdadera esencia de todas las cosas. Pero ellas ostentan este poder porque en sustancia son la expresión mejor acabada de la eterna transformación o cambio continuo a que están sujetos todos los seres. Y esto es así porque ellas son el fruto de esta transformación, son la inteligencia del ciclo, en la medida en que su nacimiento tiene por origen la necesidad de captar en este plano el movimiento del otro. En efecto, antes de ser símbolos grabados en la madera o en la piedra, las runas supusieron un modo privilegiado de recepción o captación de la eterna transmutación y su sentido. Dado que existe en los organismos vivos zonas privilegiadas de recepción de los momentos o desplazamientos del ciclo y captación natural de su sentido (la clarividencia o alta comprensión), los sabios antiguos, los skalder primero y luego los minnesänger, comunicaron esto a través de las posiciones del cuerpo, las que describiendo una figura u otra se prestaban mejor para la recepción del mensaje o vibración[3] (pues dicho sea en rigor, el eterno desplazamiento de todas las cosas, a través de sus tres fases, en todos los seres, vibra). Así, las runas constituyeron primero ciertas posiciones del cuerpo destinadas a captar el flujo universal, el eterno movimiento de todo lo que nace, se desarrolla y perece; y a través de ello el sentido de todo cuanto existe, en la síntesis de dieciocho movimientos (o runas) que son capaces de dar cuenta de todo acontecer. Luego las posiciones del cuerpo fueron dibujadas como símbolos y grabadas en la madera o la piedra, y transformadas en runas[4]. También los chinos pretendieron algo similar con su Libro de Las Mutaciones. Allí el flujo universal es captado en sesenta y cuatro movimientos, cada uno de los cuales da lugar a uno de los sesenta y cuatro arquetipos que explican toda la realidad, tanto la que es manifestada como la que es inmanifestada. En El Secreto de Las Runas, la captación del sentido del movimiento del Todo es la condición que hace posible el sentido mántico y alquímico que subyace en las runas. Pues la captación de ese sentido es comprensión superlativa y clarividente de la dualidad, la trinidad y la multiplicidad en que se manifiestan todos los seres y por las que todos los acontecimientos son posibles. La runa es así inteligencia en este acontecer del otro acontecer; esto es, visión interior (pues la runa, antes de ser un símbolo exterior es un arquetipo interno) en este plano de lo decidido en el otro. Lo que uno ve en sí es la Ley que es Destino. Esa ley esta inscrita en el Cielo y en la Tierra, esto es, en el arriba y en el abajo (como versa el primer principio del hermetismo), en el exterior y en el interior, en el plano visible y en el invisible, en lo manifestado y en lo inmanifestado. Así, la runa hace visible lo invisible, conecta el exterior con el interior, informa sobre el flujo de las cosas, y dicta la conducta sensata en este plano de la realidad. Por ello las runas constituyen un Sistema, esto es, un Futhark, y no son nunca la mera expresión aislada de símbolos inconexos e inconcomitantes, capaces de predecir de manera autónoma (esto es, cada uno de ellos tomados y considerados en forma independiente) una realidad cualquiera determinada, o un supuesto futuro asociada a ella. Pues las runas operan solidariamente en confabulación mística, anudando todos los momentos, enlazando todos los instantes, en la medida en que ellas son expresión del flujo universal de todo acontecer. Y esta es la sustancia comunicada por El Secreto de Las Runas, la esencia en ellas descubierta por la obra y la clarividencia de Guido von List. A esa esencia filosófica List agregará luego lo descubierto en el campo de un simbolismo mucho más amplio que implica e involucra a la heráldica, la arquitectura, el paisaje, el folclore germano, los dichos populares, e incluso el antiguo arte de la repostería alemana [1] Cfr. Die Hochheilige Drei (GLB 2) p. 14; v. también para este interesante tema "Dreidimensionales Leben des Menschen (GLB 3) p. 21 [2] La Triada-Triunidad-Triunitaria es un concepto listiano que expresa la idea de una Triada de elementos que ora confluyen, ora se disgregan. Ése es el significado correcto de esta expresión. Lo que List quiere marcar con ello es que la "unidad" y la "dispersión" se dan también al nivel de lo Trino y lo Múltiple (como se ve igualmente con la idea de la Multiplicidad Multiconforme Multidispersa). [3] Cfr. Mysterium der Selbstweihe (GLB 1), p. 7. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p. 55. [4] Estas ideas sobre las Runas, como trazos tardíos que imitaban las posiciones en las que el Cuerpo podía captar mejor el flujo universal de todo acontecimiento, tienen su origen en uno de los discípulos de List llamado Friedrich Bernhard Marby. Este autor condensó sus ideas sobre las runas en una única obra titulada Marby-Runen-Bücherei, y en una serie de artículos publicados en las más diversas revistas de la época. En esencia, lo que propone Marby es que el hombre puede tanto recepcionar como transmitir ondas, y a través de esta operación puede disponerse en la captación del sentido del flujo eterno dependiendo de la posición del cuerpo y ciertas influencias planetarias, unidas ambas al magnetismo de la tierra, la hora del día y la configuración del paisaje. Pensamiento, Obra e Influencias Por Hyranio Garbho 24 de septiembre 1993 En 1888 List publicó su primer libro. Se trataba de una novela con fondo histórico que narraba cómo, gracias a la unidad de las antiguas tribus germánicas Quadi y Marcomanni y la derrota infligida por éstas a los romanos, se había logrado expulsar al enemigo del suelo germano. La novela llevaba por título Carnuntum, nombre de la antigua fortaleza romana donde habían tenido lugar los hechos narrados en esta historia. Uno de los méritos de esta opera prima de List consistió en haber sabido retratar el glorioso pasado de los ario-germanos libre de la perniciosa influencia judeo-cristiana. Desde esta temprana época del Carnuntum, su primera novela, List hubo demostrado un interés nada habitual por el folclore de su pueblo. En los años que trabajó como periodista publicaba de privilegio artículos sobre el campo y el campesinado austriaco. Sus alusiones al paisaje, los ríos, los arroyos, las montañas, los campos, los bosques, etc., del espacio geográfico austro-alemán eran recurrentes; y las interpretaciones paganas de los mismos, según las cuales, el espíritu de los dioses y los héroes germanos del pasado habitaban en estos ejemplares de la naturaleza, hacía que List invitara permanentemente a reverenciarlos. La idea que Guido von List tenía de un intelectual germano era la de aquel que podía ver interiormente los orígenes de su pueblo en el significado oculto que yace en los mitos, los nombres de lugares, las formas de la heráldica, el sentido de las runas, etc. List no sólo pensaba que el espíritu de los dioses germanos habitaba en los bosques de la tierra alemana, sino que, además, cada árbol, cada piedra, cada río, cada lugar en esa tierra bendita estaba asociado y vinculado con alguna antigua divinidad germana. Luego de la publicación de Carnuntum List sacó a la luz sucesivamente una serie de ensayos y libros que dan cuenta de un interés cada vez más acentuado por rescatar de las sombras y del olvido ese glorioso pasado nacional de los arios-germanos. Entre los libros publicados por List en el curso de los años que van desde 1888 a 1898 este énfasis resulta innegable. Las obras que destacan de este período son (sin considerar sus artículos en diversas revistas, periódicos y diarios pangermánicos)[1]: "Deutsch Mythologische Landschafts bilder" (Imágenes del paisaje mitológico alemán); Tauf, Hochzeits und Bestattungs-Gebräuche und deren Ursprung (El Origen del bautismo, las bodas y las costumbres funerarias); Jung Diether's Heimkehr. Eine Sonnwend-Geschichte aus dem Jahre 488 n.Chr (El regreso a casa del joven Diether. Una historia del Solsticio de Verano del año 488 d.C.); Der Wala Erweckung (El Despertar de Wala); Walküren-Weihe. Epische Dichtung (La Consagración de las Walkirias. Poesía Épica); Pipara. Historischer Roman aus dem 3 Jahrhundert n Ch. (Pipara. Novela histórica del siglo 3 d.C.); Der Unbesiegbare. Ein Grundzug germanischer Weltanschauung (Lo Invencible. El rasgo esencial de la Cosmovisión germánica). A partir de 1898 este énfasis de la obra de List, puesto en el rescate del glorioso pasado nacional ario-germánico, se va a enriquecer superlativamente con la introducción de una serie conceptos e ideas que deben su influjo al pensamiento de Max Ferdinand Sebaldt von Werth[2]. Este autor va a ser decisivo en la evolución de la filosofía de List, particularmente en lo que dice relación con la profundidad esotérica de su obra. Pero también, la influencia de Sebaldt en List significó el inicio del descubrimiento de las raíces ocultas de la religión germana centrada en la pureza racial como punto de partida, base y fundamento. Max Ferdinand Sebaldt von Werth escribió dos libros excepcionales promediando el final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Esos libros llevan por título Wanidis (1897) y Genesis (1903). En ambos textos, el tema central es la antigua religión sexual de los arios, la que es descrita en términos de eugenesia, tras cuya práctica se buscaba asegurar la pureza y la preservación de la sangre de los pueblos germánicos. En estricto rigor Wanidis nunca llegó a publicarse enteramente. Concebida como una obra de tres volúmenes sólo el tercero de éstos vio la luz bajo el título de "DIS Die arische Sexual-Religion", subdividida a su vez en tres partes. Los otros dos volúmenes "WAN. Das Wunschwähnen der Midgartmenschen" que también constaba de tres partes, e "I. Ein Ich", sólo quedaron en el esbozo de un proyecto más general que volvería a ser retomado en la temática que domina Genesis, la obra que Sebaldt publicaría sólo unos años más tarde[3]. En Génesis[4], publicado entre 1898 y 1903 Sebaldt aborda los temas tradicionales de la sexología desde una perspectiva que intenta hacerlos comprensibles a la luz del develamiento de los misterios asociados a la eugenesia y la preservación de la pureza de la sangre. Así, temas tales como el erotismo, las bacanales, la libido y la manía son vistos a través del vitral de la raza[5]. El genio de este autor, por lo tanto, yace precisamente en esto: en el hecho de haber sabido interpretar las nociones ocultistas de la mitología germánica a la luz de los misterios reservado a la preservación de la pureza de la sangre. List adoptó muchas de las ideas de Sebaldt. Reflejo de ello son algunos de sus artículos publicados en Der Scherer y en Die Gnosis[6]. Una de estas ideas está relacionada con la figura del dios del panteón germánico Mundelföri. List toma de Sebaldt el pensamiento de que este Dios es el genio creador del que parte la cosmología aria y participa de la convicción de que en el principio Mundelföri creó el Cosmos, librando al universo del caos originario en que se hallaba sumido. De este acto creativo inicial se desarrollaron luego los opuestos que contraponen la oscuridad a la luz, la materia al espíritu, lo femenino a lo masculino. Siguiendo a Sebaldt List participó de la idea de que sólo la unidad de los opuestos podía garantizar la liberación de energía necesaria para el restablecimiento y la resurrección del mito ario germánico. Esa unidad de los contrarios contemplaba la unión de lo masculino y lo femenino en el vínculo concreto de hombres y mujeres emparentados por la pureza de su sangre, en la que Sebaldt, como también List, cifraron gran parte de sus esperanzas. En Die Gnosis List, en su artículo, Die esoterische Bedeutung religiöser Symbole (El significado esotérico de los símbolos religiosos), siguiendo a Sebaldt, ilustró las fases de la religión sexual de los antiguos arios sirviéndose de jeroglíficos que van desde el trifol hasta la esvástica de Thule. La influencia de Sebaldt también puede apreciarse en las ideas posteriormente adoptadas por List sobre la inmortalidad del alma y la reencarnación; y fundamentalmente la idea sobre la determinación kármica de los individuos[7]. A partir de esta influencia List distinguió entre una forma exotérica de la doctrina religiosa, correspondiente con lo que era el wotanismo, y una forma esotérica más propia del armanismo[8]. List coincidía también con Sebaldt en que los iniciados, en la antigua Germania, habrían tenido sobre los hombres comunes una autoridad incuestionable, que les venía del hecho de pertenecer a la clase social mejor lograda, la clase de los gobernantes, que en la terminología de List se identificaban con los Irmiones, más tarde llamados Armanen. El Secreto de las Runas y la influencia de Sebaldt marcan una evolución en el pensamiento de List. Testimonio de esta transformación son los cambios de lenguaje relativo a ciertos conceptos centrales de su filosofía[9]. Entre 1902 y 1913 List centra sus investigaciones enfatizando el nuevo carácter adquirido por las mismas. Así, en el curso de estos años, indaga sobre las relaciones y paralelismos descubiertos entre la más antigua tradición ario-germánica y la tradición hindú, a propósito de la correspondencia numérica entre los enigmas aritméticos del Grimnismal y el número de años que supone el Kali Yuga, la última y más oscura de las edades del ciclo hindú[10]. En Die Bilderschrift der Ario-Germanen (La Escritura pictográfica de los Ario-Germanos) List propone que la manifestación divina está relacionada con los tres Logoi (Die drei Logoi)[11] y los posteriores círculos del fuego, aire, agua y tierra[12]. Cada una de éstas aluden a las esferas de la mitología nórdica: el Muspilheim, Asgard, Wanenheim y Midgard; y están vinculados con la imagen respectiva de los dragones-fuego, dioses-aire, gigantes-agua y género humano. Según List la humanidad aria evolucionó (involucionó) a partir del desarrollo de cuatro razas precedentes. La primera raza sobre la tierra fue la raza de los descendientes del gigante Ymir a la que le siguió la raza de los descendientes de Olgelmir. La tercera raza estaba emparentada al gigante Thrudgelmir y la cuarta se correspondía con los descendientes del gigante Belgermir. Luego del desarrollo de estas cuatro razas precedentes vino la aparición de la última y más joven de las razas, la raza de los arios-germanos, que completa el ciclo de la evolución del género humano[13]. Otro testimonio de la evolución del pensamiento de List viene marcado por el desarrollo de la idea del armanismo y el papel de la armanenschaft en la antigua tradición ario-germánica. A estas ideas dedicamos el siguiente acápite de nuestro estudio. [1] Entre 1893 y 1896 Guido von List publicó asiduamente artículos en el diario Ostdeutsche Rundschau, editado por Karl Wolf. También colaboró con el Leipziger Illustrierte Zeitung entre 1905 y 1907. Entre las revistas para las que Guido von List publicó artículos destacan Laufers Allgemeine Kunst-Chronik, Der Sammler, Das Zwanzigste Jahrhundert, Die Gnosis, Neue Metaphysische Rundschau, Die Nornen, Prana. etc. [2] En los últimos años el historiador inglés Nicholas Goodrick-Clarke ha pretendido apuntarse como un mérito de su obra el haber sido el primero en plantear la deuda que, con respecto a la obra de Sebaldt von Werth, tiene el pensamiento de Guido von List. Esto es cierto en una medida relativa. Hay autores en Alemania y en Francia que plantearon ya en los años sesenta la importancia del pensamiento de Sebaldt von Werth en la obra de List. Es probable que Goodrick-Clarke los haya conocido o que haya llegado a esta convicción por caminos propios. Nosotros no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que hay una notable influencia del pensamiento de Sebaldt von Werth en la obra de List. Y que estas ideas circulaban entre los conocedores del tema ya en la década del sesenta. En nuestro examen sobre este asunto en particular hemos incluido, no obstante, algunas de las ideas planteadas por Goodrick-Clarke, las que, pasando por alto todo juicio de valor de este autor (y sobre este autor), nos parecen muy valiosos en el sentido de la información que aportan. Cfr, Nicholas Goodrick-Clarke, The occult roots of nazism, Nueva York, 2004, Wotanism and Germanic Theosophy pp. 51 y ss. [3] Wan-I-Dis era un título que debía su origen precisamente al encabezado que presidía cada uno de los volúmenes de que debía estar compuesto. Así, el primer volumen llevaba por título "WAN", el segundo "I" y el tercero "DIS". El subtítulo que acompañaba a éstas (Das Wunschwähnen der Midgartmenschen, Ein Ich y Die arische Sexual-Religión, respectivamente) sólo venía a aportar información sobre el tema general del que trataba el volumen respectivo. D.I.S. "Sexualreligion". Enthüllungen, 3 vols., Sexual-Mystik, Sexual-Moral, Sexual-Magie (Leipzig, 1897), publicado bajo el pseudónimo de Maximilian Ferdinand. Wanidis. Der Triumph des Wahnes. D.I.S. Die arische "Sexualreligión" als Volks-Veredelung in Zeugen, Leben und Sterben. Mit einem Anhang über Menschenzüchtung von Carl du Prel (Leipzig, 1897). [4] Publicado bajo el seudónimo de G. Herman, Genesis, das Gesetz der Zeugung, 5 vols. Leipzig (1898-1903) [5] Cfr. Nicholas Goodrick-Clarke, op. cit., p. 51 [6] Cfr. Nicholas Goodrick-Clarke, op. cit., p. 52 [7] Cfr. Die sieben Erkenntnispunkte (GLB 1), p. 66 y ss. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p. 131 y ss. [8] Cfr. Templeisen sind Kalander (GLB 2) p. 64 [9] Cfr. Nicholas Goodrick-Clarke, op. cit., p. 53 [10] Cfr. Guido von List, Die Religion der Ario-Germanen in ihrer Esoterik und Exoterik, Zurich 1909 [11] Cfr. Die Drei Logoi y ss. (GLB 5), Leipzig 1910, pp. 21-28; v. también Kalander. Der dritte Logos. Magie (GLB 4) p. 45 [12] Cfr. Element des feuers, des Lichtes und der Luft y Element des Wassers und der Erde (GLB 5) pp. 28 y 29 [13] Cfr. Die Drei Logoi (GLB 5), p. 21
Por Hyranio Garbho 06 de agosto 1993 Pese a que la religión de Wotan, redescubierta por Guido von List, figuraría luego, a partir del Bücherei, como la dimensión exotérica de la antigua gnosis germana, su preponderancia y preeminencia en El Secreto de Las Runas continúa siendo visible a un punto en que es difícil discernir los límites con el armanismo, la dimensión esotérica de la vieja aurea catena de los arios[2]. Tanto el wotanismo como el armanismo enfatizan la iniciación en los misterios de la naturaleza, y ambas tienen al Edda y a las runas como sus fuentes originarias. Según List los Eddas fueron escritos por refugiados alemanes en Islandia que huían de las persecuciones de los cristianos por cultivar la religión de Wotan. Por lo que, en esencia, entonces, los Eddas conservan la antigua sabiduría alemana reflejo de los misterios de la religión wotanista. En los Eddas Wotan aparece como el Supremo Soberano Señor de Guerra. Es también un sabio y un vidente que alcanza el desarrollo de la visión interior, la sabiduría, por la vía del autosacrificio y la automutilación. Estas ideas están muy bien reflejadas en el Völupsâ (o Canto del Vidente) y el Hâvamâl (o Discurso del Altísimo). En este último el autosacrificio aparece como el único camino, a partir del cual, es posible la adquisición de la sabiduría que trasunta los poderes para transmutación de los elementos. Este autosacrificio consistente de suyo en un riguroso cultivo del cuerpo y del espíritu (colgar durante nueve días y nueve noches del árbol del espanto) se lleva a cabo a partir de rituales que están presididos por la máxima: "supérate a ti mismo". Esto es, sobreponte a tus debilidades, trabaja para estar física y mentalmente sobre ellas. Este sacrificio está representado de forma simbólica en el Hâvamâl. Allí se puede leer lo que sigue: Yo sé que pendí del árbol, Ni pan, ni hidromiel me fue ofrecida Wotan alcanza la Sabiduría (la comprensión del Secreto de Las Runas) únicamente mediante esta vía, que parece enseñar a los primeros germanos el valor del sacrificio y del autosacrificio como único camino o vía privilegiada para alcanzar lo único realmente valioso en esta vida, el conocimiento de sí (de donde se extrae la idea que las Runas son la materialización de ese supremo conocimiento). En el Völupsâ, el sacrificio que conduce al autoconocimiento (que es la autosuperación) viene representado por el sacrificio en el pozo de Mimer. A este respecto cabe señalar un par de cosas no suficientemente explicitadas sobre el verdadero significado de estos sacrificios de Wotan en el Hâvamâl y el Völupsâ. Ambos están relacionados con el desarrollo de la intra-visión o la clarividencia, vinculada ésta a la adquisición de poderes mánticos y de transmutación de los elementos. El principio esotérico implicado en esto dice relación con la convicción de que únicamente puede alcanzarse dicho poder en el exterior, si acaso antes se lo ha conquistado en el interior. Pero los sacrificios de Wotan requieren todavía de una explicación más precisa. En el Hâvamâl Wotan pende del árbol del espanto para alcanzar el significado secreto de Las Runas. Pero las Runas de que se trata aquí, antes de estar grabadas en piedras o maderos, están inscritas en el corazón de Wotan. Así, develar el Secreto de Las Runas es sinónimo de cumplir con ese viejo imperativo ario inscrito en el Templo de Delfos, y que dice Conócete a ti Mismo. Wotan conoce el significado de Las Runas primero en él (las ve en su interior); y ello sólo ha sido posible mediante la praxis del sacrificio. Esas runas que él ha visto en sí mismo y que develan también los secretos para operar sobre los Elementos en el exterior, aparecen bajo la forma de una conquista de la Sabiduría, por medio de una automutilación, en el Völupsâ. Allí Wotan ofrece uno de sus ojos a Mimer para así poder beber de la fuente del conocimiento. Nuevamente se trata aquí, bajo otra fórmula, del mismo conocimiento interior que hace posible la visión en el plano exterior; la clarividencia o el mántico poder sobre los hechos futuros. Estos acontecimientos futuros, no obstante, no tienen mucho que ver con hechos que acaecerán, sino que están relacionados con una forma de Conocimiento Superior directamente ligados con la noción de "Destino" (Schiksal), que es la única ley que explica satisfactoriamente el contenido secreto de la expresión Conócete a ti Mismo, que preside el significado de ambos sacrificios de Wotan en los Eddas. Conócete a ti Mismo significa Conoce la ley que es Destino y que rige en ti[3]; y esa Ley que es Destino es descubierta por Wotan bajo la forma de la bebida de la fuente del conocimiento en el Völupsâ (la que literalmente permite conocer la geometría del Destino), y bajo la forma de Las Runas en el Hâvamâl. List fue el primer wotanista moderno. Él redescubre el wotanismo y reivindica a la figura de Wotan como el dios en el que mejor se sintetiza la voluntad de la naturaleza. Pero en la obra de List Wotan aparece como una de las entidades divinas, la principal, de un Dios que en verdad, lo mismo que en el hinduismo y el cristianismo, es uno y trino. En efecto, de acuerdo con List, la divinidad de los primeros ario germanos en realidad se llamaba Allvater, el cual se manifestaba en la triada de Wotan, Wili y We[4]. En cuanto figura principal de la trinidad aria Wotan encarna las leyes de la naturaleza, la unión mística entre el cielo y la tierra, la geometría de la Ley que es Destino y que describe un ciclo incesante de transformación a través de los tres estados que son el Venir-al-Ser, el Permanecer-en-el-Ser y el abandonar-el-Ser para Venir-al-Ser nuevamente. La estructura de este ciclo completo, según la filosofía de List, contemplaba un movimiento sencillo que iba de la unidad a la multiplicidad para retornar de nuevo a la unidad. Esta estructura estaba representada simbólicamente por triskeliones, esvásticas y triángulos. Cuando éstos se dibujaban invertidos o describiendo una dirección contraria a las agujas del reloj representaban las "fases de la evolución cósmica en el giro inferior del ciclo" esto es, el paso de la unidad a la multiplicidad; cuando se diseñaban describiendo el sentido de las agujas del reloj (o en el caso del triángulo con el vértice hacia arriba) representaban el retorno a la divinidad, esto es, el paso de regreso desde la multiplicidad a la unidad. De acuerdo con List este ciclo está máximamente presente en la naturaleza; aunque también puede extenderse a fenómenos históricos. Así, el nacimiento, ascenso y caída de una cultura o civilización estaba sujeta al mismo ciclo o desarrollo que cualquier otro fenómeno o proceso de la naturaleza. Pues las leyes de la naturaleza rigen también las leyes de las historia. Y ésta describe los mismos movimientos que de un modo u otro rigen también el ciclo de las estaciones del año, o la rotación constante de los planetas. Así, este proceso natural de nacimiento, desarrollo y muerte o surgimiento, ascenso y caída está presente en toda la realidad pues es ley de la naturaleza, de Dios, proyectada a la historia, la cultura, la sociedad. [1] Este ensayo forma parte del Estudio Preliminar realizado por Hyranio Garbho para la primera edición castellana del Secreto de Las Runas de Guido von List. [2] Cfr. Templeisen sind Kalander (GLB 2) pág. 64 [3] Para una mayor comprensión de esta idea ver mi ensayo Fatalidad, Destino y Azar en hyraniogarbho.blogspot.com [4] Cfr. Zeit und Raum. Wuotan, Wili, We (GLB 5), pp. 26 y ss. La Armanenschaft y el Sacerdocio Secreto Por Hyranio Garbho 31 de mayo 1993 En la antigüedad del pueblo teutónico estos secretos estaban reservados únicamente a los iniciados en los niveles más altos de esta gnosis o aurea catena ariosófica. Estos iniciados formaban parte de una casta sacerdotal conocida en la época antigua como Armanenschaft o comunidad armanista. La palabra "armanen" que List utilizó para identificar tanto a la comunidad como a la doctrina cultivada por ésta debía su nombre a la palabra "Irmionen"[2] o "Hermionen", acuñada por Tácito en su Germania para denominar a las antiguas tribus teutónicas del interior. De acuerdo con List esta palabra, en lugar de designar una tribu germánica, denominaba a un estamento social, el estamento de la clase de los sacerdotes[3]. Esta comunidad de iniciados o reyes-sacerdotes tenía a su cargo el gobierno y la educación en la antigua sociedad ario-germánica, anterior al advenimiento del cristianismo[4]. Su poder y su autoridad estaba ampliamente justificada en la posesión de una gnosis o conocimiento superior[5], una especie de aurea catena germana que sería transmitida más tarde en forma esotérica, por medio de diversos agentes culturales diseminados en todo el suelo alemán. La Armanenschaft estaba estructurada de manera jerárquica según grados de iniciación en la gnosis teutónica. En el nivel más elemental de esta gradación los miembros de la Armanenschaft debían aplicarse al estudio y al conocimiento profundo del Edda. Superada esta etapa inicial de formación los armanistas eran elevados a un segundo nivel de la gnosis cuya tarea central enfatizaba la adquisición de experiencia en la administración del gobierno, la educación y los asuntos sacerdotales. Sólo en el último grado de la iniciación se le transmitían los secretos más relevantes de la aurea catena germana[6]. Estos secretos últimos de la iniciación armanista no eran comunicables a través del lenguaje corriente, trivial, de connotación lógico proposicional. Estaban más bien imbuidos fuertemente de un carácter intuitivo, propios del desarrollo de la visión interior, comunicables únicamente por medio de las formas sintéticas de la experiencia trascendental, para las cuales, por su naturaleza y carácter, las Runas se ofrecían como un vehículo altamente privilegiado. De acuerdo con List el colapso de la tradición armanista se habría debido a la acción deliberada en su contra de la Iglesia católica, la cual no conforme con prohibir su ejercicio se empeñó en perseguir a los sacerdotes e intentar erradicar todo indicio de su existencia[7]. En ese sentido, el judeo-cristianismo, para List, constituía una conspiración consciente y deliberada tendente a exterminar la religión germánica y reducir a su pueblo a la condición de esclavos. Ello explica el hecho de que, salvo en la forma de ocultismo, no pueda hallarse o rastrearse en el pasado ario la presencia de esta antigua tradición[8]. La persecución cristiana en contra de la antigua gnosis germánica, la aurea catena teutónica, habría sido feroz. Los cristianos clausuraron los santuarios armanistas, despojaron a sus sacerdotes, hicieron desaparecer los límites de las provincias étnicas tradicionales, inocularon a la población con doctrinas ajenas al punto del embrutecimiento, desarraigándolos, cortando las raíces que vinculaban su inconsciente colectivo con su glorioso pasado nacional. Muchos de los iniciados, magos-sacerdotes del armanismo, se marcharon a Islandia y Escandinavia, donde pondrían por escrito las claves de su sabiduría en los textos sagrados del Edda[9]. Pero los que se resistieron a marchar y permanecieron firmes en el suelo ario, fueron hostigados de la peor manera, humillados y reducidos a vivir en el más cruento abandono y miseria. Su doctrina fue vilipendiada, sus templos profanados y reconvertidos en iglesias cristianas, sus runas fueron devaluadas y transformadas en meros instrumentos de adivinación o hechicería; e incluso, ellos mismos, los sabios e iniciados de la antigua tradición, fueron caricaturizados como brujos y hechiceros, condenados como herejes y quemados por la Iglesia. En suma, Germania fue subyugada totalmente por la conspiración judeo-cristiana y su pueblo, embrutecido y bastardizado, fue sumido en la más profunda oscuridad respecto de su glorioso pasado nacional y su herencia religiosa armanista. Pero el armanismo sobrevivió. List estuvo en condiciones de demostrar la presencia de esta antigua tradición prácticamente en casi todos los aspectos de la vida y el paisaje que incumbía al suelo ario. Pronto los vestigios y las huellas de la tradición armanista se le hicieron ampliamente visibles en los nombres que designaban los lugares de la vieja Austria (y luego también de la antigua Alemania); los nombres de los ríos, de los bosques, de las praderas continuaban siendo, para List, testigos mudos de un pasado y una tradición que no se resignaba a desaparecer pese al denodado esfuerzo de la Iglesia por exterminarla. También en restos arqueológicos, en túmulos y megalitos, en castillos y viejos enclaves consagrados al culto pagano, en las leyendas campesinas, en el folclor, en las costumbres del pueblo alemán, etc., podían pesquisarse las huellas de este glorioso pasado nacional. No obstante, para List, estos vestigios del armanismo reflejaban, en un alto grado, una cierta supervivencia soterrada o latente del pasado armanista germano; una especie de huella mnémica en el inconsciente colectivo del pueblo alemán que se resistía a desaparecer, pero que era, en la mayoría de los casos, en tanto que natural, espontánea e inconsciente, muy mal comprendida. Frente a esta forma inconsciente de supervivencia del armanismo List afirmaba la existencia de un sacerdocio secreto que se habría encargado de conservar la tradición de manera consciente y deliberada, en orden a restablecer algún día la vieja gnosis teutónica. Así, y previendo que la consecuencia lógica del hostigamiento y la persecución cristiana sería la erradicación definitiva del armanismo, este sacerdocio secreto se entregó a la labor de transmitir las enseñanzas de la antigua gnosis a través de pequeñas comunidades armanistas conocidas como Kalander, diseminadas secretamente por todo el suelo ario, y aplicadas exclusivamente, en distintas formas, al cultivo de la antigua aurea catena armanen. Según List toda la sabiduría de esta gnosis armanista fue codificada en un lenguaje críptico conocido como Kala o Hochheilige Heimliche Acht[10], accesible únicamente para iniciados. Este lenguaje secreto o Kálico, utilizado para trobar clvs (esto es, para encriptar el significado verdadero de lo que se comunicaba), hizo posible la comunicación efectiva de su sabiduría y el resguardo y conservación de su aurea catena; y en su repertorio de criptas incluía no sólo palabras, jeroglíficos, o signos de escritura, sino también y fundamentalmente cierto acopio de símbolos y gestos. De acuerdo con List las Kalander constituyeron los antecedentes de las asociaciones gremiales medievales y sus respectivas corporaciones. Por lo que éstas, herederas de las anteriores, serían las que, en el tardío medievo, se aplicarían a la tarea de preservar y transmitir la doctrina armanista. Sin embargo, debido al excesivo secretismo, el esoterismo de la Kala llegó, en muchos casos, a no ser tan evidente incluso para los mismos miembros de estas asociaciones medievales. Por lo que a veces la tradición se llegó a transmitir de manera fragmentaria y confusa. Entre las corporaciones medievales que heredaron la tradición armanista y que se aplicaron a transmitirla en la baja Edad Media List incluía una lista de las más connotadas instituciones del medievo, entre las que se contaban a los minnesänger, a los diseñadores de heráldica, a los arquitectos medievales, y a los oficiales de los antiguos tribunales vehmicos[11]. Así, en el complejo entramado del simbolismo heráldico, en el diseño arquitectónico y el emplazamiento de los edificios, en el lenguaje cifrado y arquetípico de los poemas skáldicos de los cantores de la Minne, y en el ceremonial que describía las actuaciones de los agentes ocultos del Vehmgericht[12] se podía también observar la presencia de la gnosis armanista, la conservación y transmisión de esta antigua aurea catena germana. A lo largo de toda la edad media este sacerdocio secreto se habría encargado de conservar oculto la tradición armanista no sólo a través de estas gremios o corporaciones medievales. También ciertas órdenes secretas, entre quienes List contaba a los templarios[13], a los rosacruces, e incluso la primitiva francmasonería, habrían cultivado la gnosis teutónica, llegando a constituir verdaderas kalander armanistas. Para List, los templarios y los rosacruces representaban la más alta afirmación secreta del armanismo en la baja Edad Media, la tendencia espiritual y aristocrática de este oculto sacerdocio antiguo del pueblo ario germánico. En contraste, los francmasones encarnaban el desarrollo de una visión más bien democrática del armanismo, que no sintonizaba mucho con la antigua tradición[14]. Estas ideas relativas a la inclusión de las sociedades herméticas como parte integrante del sacerdocio secreto del armanismo fueron desarrolladas por List en el segundo informe de investigación del Bücherei que lleva por título Die Armanenschaft der Ario-Germanen (La Sociedad Armanen de los Ario-Germanos). Pero ya estaban presentes de manera embrionaria en El Secreto de Las Runas. Aquí, por ejemplo, List interpreta el Baphomet, (el símbolo más característico de la tradición templaria), como un símbolo áureo, gnóstico, armanista, que se habría encriptado luego bajo el diseño de la Cruz de Malta, formada por la superposición de las esvásticas en su sentido levógiro y dextrógiro[15]. Fue precisamente el carácter armanista de los templarios, tempranamente testimoniado en éstos y otros signos representativos de su ritual, lo que habría determinado su persecución y posterior exterminio por parte de la Iglesia Católica. En el mundo moderno List se anotaba como una de sus más logradas contribuciones el redescubrimiento del armanismo y su sacerdocio secreto. Y en efecto, la dilucidación de esta aurea catena, cultivada por la antigua Armanenschaft (Sociedad Armanen) vendría a ofrecer, a partir de List, un completo repertorio de claves para la reinterpretación del pasado germánico. En ese orden de ideas, El Secreto de Las Runas de Guido von List viene a constituir no sólo la mejor introducción a ese universo de significaciones del todo desconocidas para la mentalidad moderna, sino, además, y fundamentalmente, una puerta de acceso a los misterios de la sangre, la herencia ancestral y la sabiduría de la naturaleza. [1] Este ensayo forma parte del Estudio Preliminar realizado por Hyranio Garbho para la primera edición castellana del Secreto de Las Runas de Guido von List. [2] En El Secreto de Las Runas (GLB 1) pág 31 y ss., List utiliza la expresión "Irmionen" germanización de la palabra "Hermionen" utilizada por Tácito, para denotar la raíz de la palabra "Armanen". En La Sociedad Armanen de los Ario-Germanos (GLB 2) pág. 4 y ss., List ya no utiliza la palabra "Irmionen", sino que se sirve de la expresión original "Hermionen" cara a Tácito en su Germania. [3] Cfr. Ingävonen, Irmionen und Istävonen (GLB 1) pág. 31 y ss; v. también "Ingävonen, Hermionen und Istväonen" (GLB 2) pág. 34 y ss.; y Die Namen der Völkerstämme Germaniens und deren Deutung (GLB 4)(Los nombres de las tribus germánicas y su interpretación). [4] Cfr. Organization der Armanenschaft (GLB 2) pág. 32 y ss. [5] De acuerdo con List existían dos grandes niveles de instrucción: el exotérico o wotanista y el esotérico o armanista. Era precisamente este último nivel de instrucción el que contenía esta gnosis superior que justificaba ampliamente la autoridad de los iniciados armanistas. Cfr. Templeisen sind Kalander (GLB 2) pág. 64 [6] Cfr. Drei Erkenntnisgrade der Armanenschaft (GLB 2) pág. 34 y ss. [7] Cfr. Armanismus und Christentum (GLB 2) pág. 54. [8] Esta idea va a ser ampliamente desarrollada por List en el segundo volumen de La Sociedad Armanen de los Ario-Germanos (GLB 2), a través de la figura de un Gran Partido Internacional (Groβe Internationale Partei) por medio del cual enfatiza la perniciosa influencia de la judería internacional (Internationale Judentum) y sus lacayos cristianos, los jesuitas (Jesuitismus). Cfr. Absicht der Partei auf die Weltherrschaft (GLB 2a) págs. 17 y ss. [9] Cfr. Lateinischer Kirchensang, armanischer Minnesang (GLB 2) pág. 55; v también (GLB) pág. 38 [10] La expresión "Kala" o "Hochheilige Heimliche Acht" refiere tanto a la forma secreta u oculta de la gnosis armanista como al sacerdocio secreto que, a lo largo de toda la edad media, se aplicó a cultivarlo. Cfr. Heimliche Acht, Kala (GLB 1) pág. 36 y ss.; v. también "Heroldschaft Beispiele der Kala", (GLB 2) pág. 62 y ss.; "Kala" representa también, en un sentido más restringido, la aurea catena ario-germana, es decir, la tradición sapiencial ininterrumpida de los arios, el cordón dorado a través del cual se extiende una larga tradición de sabiduría y conocimiento ario. [11] Cfr. Skalden, Heimliche Acht und Kala (GLB 1) pp. 35 y 36; Kalander und die hochheilige heimliche Acht (GLB 2) pág. 53. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p. 81 y ss. [12] Cfr. Hieroglyphik in der Heraldik und Baukunst (GLB 1) pág. 39; Symbolik in der Heraldik (GLB 1) pág. 40 y ss.; Symbolik der Bauhütte (GLB 1) pág. 44. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p. 92 [13] Crf. Templeisen sind Kalander (GLB 2) pág. 64 ; v. también Tempelherrenorden, Templeisen, Templer, Rosenkreuzer (GLB 2) pág. 65 y ss. [14] Cfr. Freimaurer, Rittertum, Femanenschaft, Armanensäulen (GLB 2) pág. 66 y ss. [15] Cfr. Baphomet, redendes Haupt, Maltheserkreuz (GLB 1) pág. 42. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p. 92. Véase también Redehaupt = der Baphomet der Temple (GLB 5) pág. 56 El Significado del nombre de Thule Por Hyranio Garbho 29 de diciembre 1992 Muy pocos, por no decir casi nadie, conoce el significado de la palabra THULE y su símbolo. Thule es el nombre de la patria más antigua de los arios; tierra que algunos por ignorancia, y otros por pereza mental, llaman equívocamente HIPERBOREA. Hiperbórea no es un nombre, sino una expresión -esto es, una forma de hablar, de expresarse, utilizada por los griegos para nominar a Thule. La palabra Hiperbórea significa "más allá de Bóreas", esto es, más allá de donde habita el dios del viento-norte, cuyo nombre es Bóreas, y que los griegos creían era la región de Tracia. Píndaro fue el primero en utilizar esta expresión, pero curiosamente nunca habló de Hiperbórea (ϒπερβορεια), sino de los hiperbóreos (ϒπερβορειοι)[1]. Esto es significativo, porque revela hasta qué punto el poeta desconocía el nombre de esta tierra, y nombraba a sus habitantes del mejor modo que podía hacerlo en griego: los hiperbóreos, esto es, los que habitan más allá del viento del norte. Pero Hiperbórea no era el nombre de esta Tierra, ni sus habitantes se llamaban a sí mismos hiperbóreos. El nombre verdadero de Hiperbórea era Thule y sus proto-habitantes se llamaron a sí mismos arkhanen. Ambos nombres, el del país y el de sus proto-habitantes, son de origen rúnico. Se trata de kalas sacras o iroglif (en lengua listiana). Las kalas sacras, formas proto-rúnicas invariables, son un conjunto de jeroglifos arios inmemoriales anteriores incluso a las kalas simples o runas irmionen. Autónomas respecto de estas últimas pueden, a veces (y el caso de las palabras Thule y Arkhanen es uno), llegar a depender de las kalas simples en su denominación, significado y diseño cuando suponen la conjunción de tres o más runas irmionen. Aunque se ignora el por qué, esto puede dar la idea de que las kalas simples son una descomposición de kalas sacras, según el significado y utilización de estas últimas. La Palabra THULE escrita con runas irmionen La palabra THULE fue utilizada, por primera vez, en el siglo IV antes de la Era Común, por un marino y explorador griego conocido como Pytheas de Massalia. Este identificó el nombre de THULE con una isla ubicada a seis días al norte de Bretaña, donde, según sus palabras, el Sol estival, allí, nunca se ponía. Se trataba, pues, de la vieja y mítica tierra de los HIPERBÓREOS de Píndaro, la isla blanca (Leuke, Albionia, Ávalon, Sveta Dvipa) que en las jornadas de Las Bodas de Arkhanen representa al viejo continente desaparecido, la Antigua Tierra (Alt-Land o Atlántida) de los Arkhanen Sippe (sobre este particular tema escribiré próximamente un artículo en mi Blog). La palabra que Pytheas de Massalia utilizó para el país fue Θουλη, lo que puede pronunciarse como THULE o ZULE. De allí que la transcripción latina de la palabra fuese THULE. Muchos siglos después, los cartógrafos europeos, particularmente Olaus Magnus, motivados por la transcripción de la palabra, y en la ignorancia absoluta de la escritura original y el sonido de ésta en griego, interpretaron la "U" latina como una "Ypsilon" griega, y modificaron el nombre en sus mapas por el de TILE, pensando que el original en griego era Θυλη y no Θουλη (esto es de una importancia mayúscula para nosotros, los chilenos, los que habitamos en TILE o ZILE, origen remoto del nombre CHILE -y con esto, no se crea que soy consciente que he revelado un secreto de INICIACIÓN). Extracto de la Carta Marina de Olaus Magnus El iroglif THULE resulta de la conjunción de cuatro runas irmionen. Estas runas son: la runa "THOR", la runa "UR", la runa "LAF" y la runa "EH". THOR, en el futhark irmionen, representa la victoria sobre la muerte. Su significado está asociado al rejuvenecimiento, a la renovación. Rejuvenecer (no olvidar que APOLO iba cada diecinueve años a Hiperbórea -léase a THULE- a rejuvenecer) significa vencer la muerte. Es el proceso contrario de la senectud, el camino a la inversa de la vejez que lleva a la muerte. Y ése es el significado esotérico de la runa THOR, el sentido que redescubre para nosotros el viejo vidente compositor de la novela Carnuntum. La runa "UR" significa comienzo. Se trata del comienzo en este mundo, en este plano de la realidad, no en el otro. Ése comienzo está asociado a una Caída, una derrota, una Untergang, representada por la runa "LAF". Uno de los significados esotéricos de la runa LAF, en el sistema irmionen, es el de Caída. Enseña éste que todo verdadero ascenso tiene como precondición una "Caída", una "Derrota". Pero no se trata de cualquier caída. Es la caída de la muerte mística, la muerte de iniciación, el símbolo de la combustión del ave Phoenix (un mito ario, en verdad, y no medioriental) lo que viene representado en esa derrota. Es el descenso al Hades de Orfeo y Dionisio. Esto lo testimonia la runa que acompaña a LAF en el nombre de THULE. Esta última runa es la runa EH, runa del matrimonio mágico, del ELELLA de Serrano, de la unión o yoga entre el cielo y la tierra, lo masculino y lo femenino. Esta runa determina el carácter de la Caída. Se trata de una Nupcia, una Boda, un Yoga. Es un pacto para la conquista del cielo. El nombre de THULE enseña (señala, recuerda, hace recordar) que para vencer la muerte, renovar la vida, conquistar el cielo se precisa antes PERDER, ser derrotado. Y serlo sacramente en un campo de batalla. Es éste el sentido que tiene la expresión, tan cara a Serrano, de "ganar perdiendo"[2]. El Iroglif THULE En Las Bodas de Arkhanen, Thule es el nombre del país de los Arkhanen. Los Arkhanen son la tribu de los primeros habitantes del planeta llegados de las estrellas, particularmente de la constelación de Tauro, de la estrella de Aldebarán (llamada ARKHANA por los arkhanen). Han sido derrotados allí por los Yrosen, cuya raza está destinada a desaparecer igualmente. Esta derrota es una derrota arquetípica. Es un símbolo alquímico, un lapis exilis, que señala el camino de retorno a la patria original. Se vence a la muerte en el conocimiento nupcial, yoguico, de que la caída es la precondición al ascenso, lo que expresado en términos esotéricos es el equivalente de la fórmula NUNC SCIO TENEBRIS LUX (ahora sé que de la oscuridad -la caída, la derrota- viene la luz -el ascenso, la conquista del cielo, el rejuvenecimiento o triunfo sobre la muerte). El nombre del país rememora (en un sentido señero) la fórmula, el camino, la vía, que conduce de retorno a la patria pérdida de los orígenes. En uno de los símbolos herméticos más significativos de los círculos esotéricos anteriores a la llegada del Tercer Reich, compartido indistintamente por la Thule Gesellschaft y la Sociedad del Vril, se puede leer lo que sigue: Dem neuen Zeitalter entgegen Lo que traducido al castellano es: Hacia una nueva Era Símbolo del Sol Negro del Nuevo Reich de Thule En la perspectiva de Las Bodas de Arkhanen esta leyenda constituye una profecía. Si Alemania es el nuevo reino de Thule, sólo de sus cenizas, de su derrota, renacerá la nueva Era. Por eso Hitler debía perder para ganar. Esto lo sabía muy bien don Miguel Serrano, pero lo sabían también los miembros de la Sociedad Thule, donde Hitler fue iniciado, según el propio testimonio de su maestro e iniciador, Dietrich Eckart. La derrota de Alemania traerá oscuridad al mundo, pero allí será sembrado el germen del Provenir, la luz que reemplazará estas tinieblas. Cuando Thule fue fundada, un día muy atrás en el tiempo, se la llamó así para grabar a fuego en la memoria el sentido y destino de los ARKHANEN SIPPE. Estos deberán volver a pasar por la derrota para sembrar las semillas que germinarán la Nueva Era. Esa derrota monumental ya aconteció. Y de las trincheras improvisadas de resistencia, surgidas por todas partes desde el mismísimo 8 de Mayo de 1945, comenzó a germinar la Nueva Era. Esa Nueva Era -Era de retorno al Satya Yuga, retorno a la Patria Ancestral, Edad Dorada de los Dioses (los Arkhanen)- está ya, germinando, en la más profunda oscuridad espiritual de que se tenga noticias en la historia. Pero de esa oscuridad brotará la luz del Nuevo Amanecer. Pues, después de todo, eso es lo que significa el nombre de THULE (Después de la Noche, el Día - o dicho como lo indica el Proto Escudo Nacional Chileno POST TENEBRAS LUX). [1] Píndaro decía: "... ναυσὶ δ' οὔτε πεζὸς ἰών εὕροις ἐς Ὑπερβορέων ἀγῶνα θαυματὰν ὁδόν. (...ni en naves, ni a pie, podréis alcanzar el extraño camino a la asamblea de los hiperbóreos)". Esta es la traducción correcta del verso de Píndaro que Serrano interpreta en la fórmula "Ni por mar, ni por tierra...". [2] Miguel Serrano utilizó en innumerables ocasiones esta expresión, pero nunca la explicó. Ello fue probablemente por razones de hermetismo. Pero el hecho de usarla -y usarla conscientemente- revela hasta qué punto era conocedor de la filosofía bosquiana. La idea sobre Dios en el Medievo (Especulaciones sobre la Herejía del Espíritu Libre) Por Hyranio Garbho 12 de diciembre 1992 En el año de 1112 un hombre llamado Tankelmo declaró, en la ciudad de Utrecht, ser dios. Se sabe que predicó con gran éxito en muchas ciudades cercanas al valle del Rhin -Brabante, Flandes, y la propia Utrecht-, pero se dice que fue en Amberes donde finalmente se estableció con su propia iglesia. Todos los investigadores coinciden en presentar a Tankelmo como un orador elocuente, brillante, hermoso; un hombre cuya apariencia, se afirma, habría sido más propia de un ángel que de un ser humano. Y no era para menos: después de todo, este hombre estaba convencido de su divinidad. Muchos podrían sorprenderse hoy con semejante historia. Pero lo cierto es que Tankelmo no es, ni con mucho, el único caso de este tipo que se presenta en toda la Edad Media. La historiografía moderna registra fácilmente muchos otros episodios en los que simples predicadores (o, en muchos casos, monjes o ex-monjes) declararon ser dioses o hijos de dioses o encarnaciones de la divinidad. Piénsese, por ejemplo, en Aldeberto (siglo VIII), o en Eún de Stella (siglo X); o en los místico de la herejía del Espíritu Libre; y escrútese, luego, hasta qué punto el pathos mesiánico dominó la Europa medieval. Innumerables movimientos heréticos, desde los amaurianos, los euquitas y el sufismo español del siglo XIII, pasando por los begardos y las beguinas de los siglos XIV y XV, hasta los mismísimos ranters de la Inglaterra del siglo XVII, se refugiaron en la creencia de que la divinidad no era ajena al alma humana; y de que, en realidad, todo hombre podía llegar a ser dios. De todos modos, el conocimientos de estos hechos no nos autoriza a pensar que haya habido, en efecto, muchos dioses; pero nos permiten, eso sí, advertir que la relación entre los hombres y la divinidad no fue, en toda época, la misma. En otras palabras, que lo que los hombres entendieron por dios en otro tiempo no coincide necesariamente con lo que los hombres entienden hoy por dios. Pero ¿cuál es el significado probable de la palabra dios para el hombre medieval? ¿Existe, en realidad, algún correlato exterior, al que sea legítimo designar con ese vocablo? En la Edad Media, una de las herejías del Espíritu Libre, los así llamados "begardos", asociaron el término "dios" más que a una entidad separada de este mundo y de los hombres (forma como tradicionalmente se ha entendido a dios), a una posibilidad dormida en cada uno de los seres humanos. En efecto, cada uno de los hombres podía llegar a ser dios; y de hecho, fue, precisamente aquello, lo que cientos de begardos proclamaron con celo, a lo largo de la alta Edad Media. Pero, ¿Qué era exactamente lo que ellos proclamaban ser cuando se pensaban a sí mismos como dioses? Hacia comienzos del siglo XIV Margarite Poret, una beguina adepta al Espíritu Libre definió la doctrina de los begardos en un libro titulado "El espejo de las almas simples". Por este escrito ella fue quemada viva en la hoguera. El libro, dirigido, básicamente, a los sutiles de espíritu, esto es, a aquellas almas en las que habita la posibilidad permanente de llegar a ser dioses, está escrito en un lenguaje esotérico que define el camino de la autodeificación. Pero también, este es un libro en el que se transparenta un nuevo modo de concebir la divinidad. Estas ideas comenzaron a cobrar forma hacia comienzos del siglo XIII entre los estudiosos de la universidad de París. Se sabe que entre los muros de dicha universidad tuvo origen el movimiento amauriano, una entidad compuesta, a lo menos, por cuarenta miembros, entre ellos, algunos teólogos, clérigos y filósofos, que a instancias del pensamiento de Amaury de Bène, configuraron la primera forma de herejía del Espíritu Libre, conocida hasta entonces en Europa. La herejía se extendió, a partir de allí, por todo el continente; pero fue principalmente en Colonia donde tuvo su más amplio arraigo. ¿Quienes eran los adeptos al Espíritu Libre? No es fácil responder a esta cuestión. Los adeptos a esta herejía eran hombres de muy variada naturaleza, pero que compartían la sensibilidad común de creer que eran dioses vivientes. En rigor, no formaron nunca una comunidad o entidad al modo como estamos acostumbrados a ver. Más bien, se trataba de grupos dispersos que florecieron en toda Europa, entre los siglos XIII y XVII, y que participaban de una manera similar de comprender la vida. El punto en común en todas estas herejías residía en su manera particular de concebir a dios y por sobre todo de pensarse ellos mismos como dioses. En pocas palabras, ser dios, para ellos, era sinónimo de una libertad de pensamiento y acción, sin límite ni restricción alguna para quien ha alcanzado dicha condición. Pues no se nace dios, así, simplemente, sino que se llega a ser dios por medio de un camino de autodeificación que no cualquiera es capaz de seguir (¿será este camino la Via del Diamante?). Por lo pronto, esta cuestión de una libertad absoluta (esto es, de una libertad con mayúscula) no es, tampoco, algo aconsejable para cualquier ser humano. Pues, en rigor (y aún cuando insistamos en engañarnos pensando lo contrario), no es para nada fácil ser libre. Más aún, no hay cosa más difícil que ser libre. Los adeptos al Espíritu Libre, de hecho, establecían una diferencia (que, en todo caso, sostienen, es la única diferencia que existe, en realidad, entre los seres humanos): ellos hablan de los groseros de espíritu y de los sutiles de espíritu. La libertad total, que para los adeptos al Espíritu Libre es la única libertad que existe, sólo es posible para los sutiles de espíritu, y por lo tanto, sólo éstos pueden aspirar a ser dioses. Por eso, no es de extrañar que cuando los begardos (que a sí mismos se piensan como sutiles de espíritu) se identificaban con la libertad total, se sintieran a sí mismo como dioses; pues la libertad pareciera estar hecha para seres algo más que humanos, esto es, para seres sobrehumanos quizás. Por Hyranio Garbho 10 de noviembre 1992 Hablar de Hyperbórea supone por lo menos dos cuestiones distintas, pero no incompatibles. Hyperbórea es, por una parte, una leyenda de la que nos cuentan, de antiguo, los poetas, historiadores, sabios y filósofos griegos. Pero Hyperbórea es también un arquetipo, un símbolo, una realidad trascendente que hace referencia a la conquista de un ideal, a la búsqueda de un tesoro espiritual. Entre estas dos Hyperbóreas es posible dibujar un cuadro de paralelismos, correspondencias y sincronías. Demás está decir que ese cuadro no se explica por sí solo. La realidad trascendental a la que hace referencia Hyperbórea supone estar familiarizado, medianamente, con la naturaleza arquetípica del mito y saber, además, de cuestiones tales como sincronicidad o correspondencias analógicas. Como sabemos que ello, en un alto porcentaje, no es así, el camino de exposición que haremos supondrá detenernos, cada vez que ello se haga necesario, en todos aquellos conceptos que, de un modo u otro, constituyen la matriz o marco de comprensión de este asunto. Así, esperamos ir desplegando una inteligencia más comprensiva del Mito de Hyperbórea, y hacer luz sobre una serie de cuestiones que atañen, de manera definitiva, el destino del hombre de nuestros días. La Leyenda de Hyperbórea Las noticias sobre Hyperbórea nos llegan desde los tiempos más remotos y son los griegos los primeros en informarnos sobre ella. Pese a que no existe uniformidad de criterios acerca del mito, todos los relatos parecen coincidir en que se trata de una isla o región ubicada en el más extremo septentrión. Este pequeño dato es la base para comenzar a reconstruir el Mito de Hyperbórea. Hyperbórea significa, literalmente, “más allá del viento boreal”. Para los griegos, correspondía a la región al norte de Tracia, residencia del dios Bóreas. Ese lugar era concebido por los griegos como una región de bosques frondosos impenetrables, plagado de criaturas terribles, al que seguía un inmenso espacio de océano congelado, la mítica región de los hielos eternos. Hyperbórea estaría situada más allá de esta región, en una tierra de clima templado que seguiría a estos hielos. Desde el punto de vista arquetípico éste es un dato no menor que habría que tener en cuenta, en la serie de correspondencias y analogías que irán desplegándose en torno del mito. Otra versión del mito identifica a Hyperbórea con la Isla de Ávalon, conocida también como la “Isla Blanca”. El nombre de Ávalon viene de Albionia, antigua denominación con la fue conocida la Isla de Bretaña. Los griegos hablan en sus mitos de “Leuké”, la Isla Blanca, (de “Leukós”, que en griego quiere decir “blanco”). Diodoro de Sicilia habla de Hyperbórea y la llama la “Isla Blanca” (Leuké). Según este autor la Isla se hallaría en el Océano más allá de los Pilares de Hércules, enfrente de la Patria de los Celtas. También Cólquida, en la saga de los argonautas, se hallaba más allá de los Pilares de Hércules, en los confines de la Tierra. Los hindúes hablan de Çveta Dvipa, la Isla Blanca, o Isla Resplandeciente, residencia del dios Vishnu, ubicada también en el último lugar del mundo. Ávalon, Leuké y Çveta Dvipa son Islas Blancas, Islas de la transfiguración espiritual, lo mismo que Cólquida, residencia del vellocino dorado. En todas ellas la correspondencia con Hyperbórea es explícita. Según esta otra versión del mito Hyperbórea habría sido una Isla Blanca o Isla Resplandeciente (la famosa Isla de los Bienaventurados, quizá), ubicada en el Gran Océano, en alguna región perdida en los confines de la Tierra. Hyperbórea era la residencia de Apolo, lo mismo que Çveta Dvipa era la tierra originaria de Vishnu. Existen correspondencias y analogías extraordinarias entre Apolo y Vishnu, lo mismo que las hay entre Dionisio y Shiva. Vishnu es a Shiva lo que Apolo es a Dionisio y viceversa. Desde una perspectiva arquetípica la identificación entre Çveta Dvipa e Hyperbórea está ampliamente justificada, pues el rol arquetípico que juega Apolo entre los griegos guarda sincronicidad con el papel que desempeña, entre los hindúes, Vishnu (esto se explicitará más adelante cuando abramos a la comprensión del lector a las claves de la inteligencia arquetípica). Pero también es clara la identificación de Hyperbórea con Ávalon, Leuké y Cólquida, las islas delOcéano más allá de los Pilares de Hércules en las que se conserva un tesoro de naturaleza espiritual (el sagrado Graal en Ávalon y el vellocino dorado en Cólquida). Según Strabone esta Isla se hallaba a seis días por mar de Bretaña en las proximidades del mar congelado. El Mar congelado es el Mare Cronide, lugar en el que, según Plutarco y Plinio, yace dormido Cronos. En la mitología griega Hyperbórea es la tierra a la que es llevado Cronos encadenado tras ser derrotado por Zeus, su hijo. Este es otro paralelismo simbólico interesante, pues Cronos representa al Tiempo (de hecho Xronos, en griego, significa Tiempo). En Hyperbórea Cronos yace dormido o encadenado. El simbolismo de esto es evidente. Se trata de una Isla en la que el tiempo no transcurre (Eternidad), o marcha en una dirección contraria (Involución), la dirección del retorno a la Edad dorada, la Edad de los Héroes y los Dioses. Entre esta segunda versión del mito y la primera existe todavía otra analogía interesante. En el primer relato Hyperbórea se halla más allá de los Hielos Eternos, en el extremo Septentrión. En la segunda versión Hyperbórea se halla más allá del Mare Cronide, el mar de las aguas congeladas. Tanto los Hielos Eternos como el Mare Cronide constituyen un arquetipo de lo insondable, un símbolo de los peligros que depara el viaje hacia el sí mismo. También el bosque es un arquetipo de los peligros de lo insondable, la región o tierra que se precisa atravesar para llegar al sí mismo. En términos simbólicos el bosque, el mar, los hielos eternos representan las pruebas del alma, los desafíos que el héroe debe superar para conquistar la inmortalidad. Hyperbórea simboliza la inmortalidad a la que sólo se puede acceder tras cruzar un bosque de vegetación frondosa e impenetrable, a la que le sigue un mar de aguas congeladas o los hielos eternos. En la otra versión del mito Hyperbórea se halla en los confines de la tierra, símbolo esto último de lo inalcanzable, a la que se llega únicamente por mar, tras atravesar un océano de aguas profundas y peligrosas. Una última correspondencia analógica vincula a Hyperbórea con “airyanem vâejô”, la residencia originaria de la estirpe aria. El símbolo peremnis de los arios ha sido siempre la swástika, forma hindú estilizada de la cruz céltica, símbolo de Ávalon e Hyperbórea. De hecho Vishnú, dios que reside, según la mitología de los hindúes en Çveta Dvipa (Hyperbórea), tiene como símbolo representativo la swástika. Se ha establecido que este símbolo presta su estructura básica a todo el simbolismo ario, influyendo desde ese universo cultural a todas las formas de cultura que, en alguna medida u otra, han tenido algún grado de contacto o relación con los arios. La forma primitiva del símbolo prescribe una línea recta horizontal atravesada por una línea recta vertical en la forma de una cruz con todos sus brazos equidistantes y encerrada en un círculo. El círculo simbolizaría el no-tiempo, la eternidad, o una concepción del tiempo desde la perspectiva del retorno o la involución. La línea vertical representaría el principio masculino de lo manifestado, la horizontal, el lado femenino. El símbolo, en su completud, representaría la idea aria de lo perfecto, ideal que en su devenir trascendente irá cobrando otras formas análogas de representación. Analogías, Sincronías y Sincretismos Más allá de todas las consideraciones previas sobre Hyperbórea, los dioses y los símbolos que la representan, el mito en sí redunda en una estructura básica de la que podemos desprender su función como arquetipo. En todas las versiones de este mito Hyperbórea aparece como una Tierra mágica de clima templado, con una abundante y generosa vegetación, ubicada en el extremo septentrión o en los confines más remotos de la tierra, liberada del tiempo, a la que se puede llegar sólo sorteando bosques impenetrables, hielos eternos o mares congelados, cuya civilización habría participado de una forma de conocimiento trascendente, y en la que sus habitantes habrían sido seres venidos de otras estrellas. Todos estos aspectos del mito nos hablan inequívocamente de un símbolo-arquetipo, de una estructura de la realidad trascendente, cuya comprensión se haga, quizá, más nítida si se pone en relación este mito con las distintas formas de correspondencia de las que ya hemos hablado, y de algunas otras que nos falta por mencionar. Hyperbórea, residencia de Apolo Partamos, pues, por establecer la primera correspondencia y sincronía. Trátase de Hyperbórea como residencia Apolo. Según cuenta la leyenda Apolo se retiraba a Hyperbórea cada diecinueve años para rejuvenecer. Esto sugiere que la región fue concebida por los griegos antiguos como un lugar mágico de transfiguración. Apolo rejuvenece en Hyperbórea. Aceptemos que rejuvenecer es otra forma de renacer. El renacido es un rejuvenecido, pues en el volver a nacer se experimenta la misma opera alchimica que en el acto de rejuvenecer. Ahora bien, en lengua sánscrita, la palabra para decir “renacer” es “aryo”, de donde deriva la moderna palabra “ario”. El ario o aryo es el renacido, el rejuvenecido en el espíritu. Es preciso recalcar esto último, pues la condición de “aryo” o ario es la de un “hombre espiritual”, o la de un hombre vuelto a nacer en el espíritu. La palabra también, en otras acepciones, se identifica con la condición de noble, de donde desprendemos que, en la época antigua, la nobleza estaba asociada más bien a una condición espiritual (de iniciación) más que a la posesión de riquezas materiales. Si Apolo rejuvenece en Hyperbórea es porque Hyperbórea es un lugar mágico, una tierra de trasfiguración. Ese poder está representado en otros mitos por diversos objetos o cualidades, entre las que destaca lo “resplandeciente”, los colores “dorado” o “blanco”, y, en algunos casos, la propiedad esférica o piramidal de los objetos. Ejemplo de ello son las manzanas “doradas” del jardín de las Hespérides, o el vellocino de “oro” que custodia el dragón en la remota isla de Cólquida. Ambos objetos son dorados y resplandecen del mismo modo que la Isla de Ávalon y Çveta Dvipa, la Hyperbórea de los hindúes, residencia de Vishnú. Pero también, ambos objetos son mágicos y representan la inmortalidad. Quien come de las manzanas doradas del jardín de las Hespérides alcanza la inmortalidad, lo mismo que quien posea el preciado vellocino de oro. En la mitología pagana más antigua la misma función está reservada al Graal, la piedra mágica desprendida de la corona de Lucifer. El Graal es igualmente una piedra resplandeciente, con cuyo poder se alcanza la opera alchimica máxima, la trasformación de los elementos. Adicionalmente, las manzanas del jardín de las Hespérides y el vellocino de oro poseen el mismo poder. Ello llevó a los antiguos a postular a Hyperbórea como la patria originaria de este antiguo poder. El vellocino de oro, las manzanas del jardín de las Hespérides y el Graal no son sino tres nombres distintos para referir la misma realidad arquetípica. Esa realidad no es otra más que la de la Opera Alchimica, el poder de la trasformación de los elementos, la transfiguración (o liberación) del Espíritu. Lucifer y El Graal originario El segundo paralelismo y sincronía está referido a Ávalon, Leuké y Çveta Dvipa. Según los relatos medievales Ávalon es la residencia del Graal. El Graal responde a una tradición pagana antiquísima echada a perder por las tergiversaciones y añadidos que ha hecho el cristianismo. En su sentido original el Graal no tiene nada que ver con la copa de ningún carpintero galileo crucificado en el medio oriente. Antes bien, el Graal es un símbolo arquetípico fundamental del inconsciente colectivo ario. Las leyendas más antiguas del Graal dicen que éste es una piedra preciosa desprendida de la corona de Lucifer tras la caída de éste del paraíso (según las fuentes provenientes del Wartburgkrieg). Lucifer, por cierto, no es el diablo. La asociación entre Lucifer y el diablo es algo relativamente tardío y forma parte de una de las tantas tergiversaciones que ha llevado a cabo el cristianismo. En las tradiciones más antiguas Lucifer (Eosphoros, en griego) aparece como una divinidad menor, como un dios asociado a la stella matutina o stella vespertina (venus). Es el portador de la luz o de la Aurora, el que ilumina en la oscuridad. No existe, en rigor, ningún relato bíblico que haga referencia a la conocida historia de Lucifer y su expulsión del paraíso. Los dos únicos pasajes de la biblia en que parece basarse esta historia son tan ambiguos que no constituyen una fuente sólida para referir dichos acontecimientos. No obstante esto, la historia parece haberse popularizado al margen de los relatos bíblicos y para el siglo XIII constituye una historia solida y de profundo raigambre popular. Basado en los textos de Isaias 14 y Exequiel 28 la imaginación del Medioevo supuso que había existido, en el principio de los tiempos, una gran conflagración entre Dios y Lucifer, el ángel rebelde. El motivo de la discordia habría sido la soberbia de Lucifer, quien como principal y favorito de Dios creyó poder igualarlo en poder y majestad. Con una fuerza igual a un tercio de los ángeles del paraíso se rebeló contra Dios y protagonizó una guerra de la que saldría derrotado y expulsado hacia las regiones del inframundo. Aunque esta historia, narrada así, no aparece en ninguna parte de la biblia y en ningún otro libro de data similar, ha pasado a la historia como la versión oficial de lo acontecido con Lucifer en el paraíso. Y aunque ello es así, aunque la historia de Lucifer no es más que una recreación tardía hecha a partir de elementos de la tradición oral cristiana, no deja de sorprender los profundos paralelismos que guarda esta historia con otras historias surgidas en otros complejos culturales y étnicos, particularmente, en lo que dice relación con la cultura aria. Después de todo esta historia se popularizó en el Medievo cristiano, entre gente europea, quienes pudieron muy bien, por asociación analógica, reconstruir sus propias leyendas a partir de los nuevos elementos que le referían las narraciones populares cristianas. En el Wartburgkrieg se cuenta que Lucifer, tras su caída al inframundo, pierde un objeto muy preciado, una piedra que se desprende de su corona. Esa piedra es el Graal y simboliza, en principio, el poder y la majestad perdida por Lucifer tras su derrota. La piedra se halla, según los relatos medievales, en Ávalon, la Isla Blanca (no olvidemos que Leuké e Hyperbórea son Islas Blancas) y su poder es tal que sólo está reservada a los elegidos tras sortear con éxito una serie de peligros. El esquema arquetípico se repite. Más allá de Lucifer y los relatos bíblicos, más allá incluso de la leyenda del Graal (a la que, por cierto, volveremos más adelante) los más antiguos relatos nórdicos y arios nos hablan, efectivamente, de una gran conflagración cósmica, de una guerra de proporciones épicas, en la que algunos dioses son derrotados y muertos en combate (Wotán entre ellos) o, simplemente, tras vencer, sucumben a la muerte (Thor, es un ejemplo de esto último). Es el Ragnarok, o crepúsculo de los dioses, acaecido en la última y más oscuras de todas las épocas. El Ragnarok Como ninguna otra la mitología nórdica describe un final para los dioses. A diferencia de las creencias cristianas, judías e islámicas (todas, por cierto, surgidas del mismo tronco semítico), cuyas supersticiones les llevan a creer en la existencia de un dios eterno, la mitología nórdica, en cambio, propone un final de los dioses en el crepúsculo de los tiempos, final escatológico cuyas correspondencias y analogías con Hyperbórea cabe mencionar aquí. La causa del Ragnarok, su motivo principal, es la conflagración que enfrenta, con suerte desigual, a dioses y gigantes; pero lo verdaderamente relevante, en esta línea de paralelismos y sincronías que construimos, es la desaparición conjunta de dioses, gigantes y otros seres que pueblan la tierra, junto al contexto escatológico que sirve de escenario a esta monumental batalla del fin de los tiempos. En los Eddas puede leerse lo que sigue: “El Invierno de Fimbul ya ha llegado. Cae mucha nieve desde los cuatro puntos del mundo; la escarcha asesina prevalece. El Sol se oscurece a mediodía; ya no tiene alegría; tormentas devoradoras soplan sin fin. Los hombres esperan a la llegada del verano en vano. El invierno sigue al invierno tres veces en un mundo lleno de nieve, escarcha y hielo… no obstante, hacen guerras, derraman sangre y existe cada vez más maldad…” Y en otro pasaje: “Hay desastre en el cielo. El lobo gigante Skoll se ha acercado cada vez más hacia el Sol, y ahora lo traga. La Luna es devorada por Hati-Managarm… Así que el Sol está oscurecido a mediodía, y los cielos y la tierra se ponen rojos de sangre, los tronos de los grandes dioses gotean sangre. La Luna también está perdida en la oscuridad, mientras las estrellas desaparecen de los cielos… Midgard arrasado; el humo ronda por las cumbres de las montañas; todo se quema; nada vive. Asgard está arrasado y el fuego envuelve el tronco de Ygdrassil… La Tierra, ardiendo y negra, se hunde en el océano; las olas la cubren… Ahora ya no hay nada más sino una oscuridad espesa y un silencio total… ” También el Völupsá ofrece una descripción similar del Ragnarok: “El Sol se oscurece, se hunde la tierra en el mar, se agitan del cielo las brillantes estrellas; surge vapor furioso, el fuego se alza, y llega el calor hasta el mismo cielo”. Todos estos pasajes de la literatura nórdica reflejan un final escatológico de los tiempos, en la que dioses y demás habitantes del planeta desaparecen. Ahora bien, más allá de la conflagración que enfrenta a dioses y gigantes en el final de los tiempos, más allá, incluso, del sentido escatológico de este final, lo verdaderamente importante, lo relevante en un primerísimo sentido, es el hecho que los dioses desaparezcan de la faz de la tierra, es la idea de que haya un fin para los dioses. Esta cuestión es relevante porque marca un principio de originalidad en el relato nórdico. Otros complejos culturales del mundo (por no decir, la mayoría de ellos) refieren un final apocalíptico de la tierra, con oscurecimiento de la Luna y el Sol, y lluvias de fuego que amenazan con quemar el planeta. La historia del diluvio (la tierra tragada por las aguas de los mares o los océanos) también constituye una narración común a muchas culturas. Pero la idea de que los dioses desaparecen en el final de los tiempos, cuando la Tierra es tragada por las aguas y el Sol y la Luna se oscurecen, esa idea, digo, sólo es común a los pueblos nórdicos de raza aria. A diferencia del Ragnarok el mito de Hyperbórea no refiere ninguna catástrofe, ningún final escatológico en el crepúsculo de los tiempos. Pero si se hurga más detenidamente se hallara en el Mito de la Atlántida la historia de una civilización que sucumbió en el lapso de una noche a raíz de una catástrofe del tipo escatológico. Por Hyranio Garbho 16 de octubre 1992 Hablar de paganismo es hablar de la religión de la raza blanca. No existe, ni existirá, fuera de este dominio, la religión pagana. Y sin embargo, todavía cabe en este enunciado más de una imprecisión. Por de pronto, el que las expresiones de “pagano” o “paganismo” constituyen un apelativo de significación negativa; un apodo con el que los cristianos de los primeros siglos buscaban denigrar y denostar a la bestia rubia que se resistía a formar parte de su rebaño. La palabra “pagano” fue así usada como sinónimo de algo negativo y aún hoy, entre las gentecillas de la cloaca cristiana, sigue teniendo una acepción similar. Mucho antes que los cristianos se sirvieran del término “pagano” para denostar a la gente de los pueblos libres de Europa los romanos ya habían usado este término con una connotación muy distinta. En el siglo I se hizo muy común llamar “pagano” a quienes no eran convocados a realizar su servicio militar, y, por ende, no tomaban el sacramentum o juramento del ejército. Estos hombres eran comúnmente campesinos, y por eso es que se utilizó con ellos la palabra pagano, que significa literalmente, “hombre del campo”, “hombre de la tierra”. Muy probablemente esta fue la razón por la que los cristianos de los primeros tiempos llamaron “paganos” a quienes se resistían a ellos. Dado que los cristianos habían hecho suya la expresión sacramentum, muy posiblemente asociaron a los hombres que se negaban a tomar el nuevo sacramento, el juramento al Cristo, con el antiguo pagano, el aldeano de las épocas de Roma que no tomaba el juramento del ejército. Y a partir de entonces la palabra “pagano” se popularizó entre los cristianos haciéndola extensible a todo aquel que renegara de la nueva religión. Entre esos proto-paganismos y la sensibilidad religiosa de lo que hoy llamamos del mismo modo, existe todavía un vínculo débil, pero esencial: el apego a la antigua religión, la religión de la tierra, de la sangre, de la raza; la religión que en Holzwege llamamos, precisamente por esto, la religión del camino del bosque (ya habrá ocasión de explicar esto). En estricto rigor, nunca hubo en el mundo antiguo nada que se semejara siquiera a la impronta de una religión pagana. Hubo sí expresiones de espiritualidad locales, todas ellas distintas entre sí, y unidas únicamente merced a la común denominación de paganos que vendrá a darle el cristianismo más tarde. Entre todas estas espiritualidades distintas sólo una cabe propiamente tal llamarse religión: ésta es la religión romana. Si se escruta bien este asunto se descubrirá que, por ejemplo, los griegos jamás tuvieron religión, sino mitología, al principio, y filosofía, al final. La mitología y la filosofía son productos de la espiritualidad griega, lo mismo que la religión es producto de la espiritualidad romana. Escrútese por ejemplo, la mal llamada religión judía y compáresela con la Religio Romana. Ya se descubrirá prontamente que salvo el empecinamiento estúpido de los historiadores nada hay en común entre una y otra forma de espiritualidad que permita inscribir a ambas en el registro de la religión. Lo que el judío hace es templismo, al comienzo, y sinagogismo al final. Ambas podrían inscribirse en la común denominación de rabinismo. Pero nada hay en esa forma de espiritualidad (si es que cabe acaso llamarle a aquello espíritu) que se parezca siquiera, en algo, a lo que fue la Religión en los tiempos de Roma. Si el judaísmo y la cultura griega no tienen nada que ver con la Religión, menos todavía tiene que ver con esta expresión espiritual el cristianismo. El cristianismo es la anti-religión por antonomasia. Cristianismo y religión son una contradictio in terminis: una forma de hablar inadecuada sostenida sólo desde el omnímodo poder de la Iglesia y la ignorancia de los más. Tampoco el paganismo fue una religión en el mundo antiguo, pues, como ya dijimos, no existía el paganismo en la antigüedad. En estricto rigor, el paganismo es una invención del siglo XIX (ya tendremos tiempo de explicar esto más adelante). Pero de todas las formas de espiritualidad que existen hoy sólo el paganismo es capaz de recuperar para sí el prístino y original significado de Religión, y convertirse, por esta vía, en la única forma de Religión posible. Ese privilegio y dignidad le vienen al paganismo en el hecho de ser él la única forma de espiritualidad que ha conservado íntegramente los contenidos ideológicos que dieron origen en Roma (y únicamente en Roma) a la Religión. Esos contenidos son, digámoslo aquí sumariamente, la sangre y la tierra, la raza y la naturaleza (ya habrá ocasión de hablar de esto más adelante). Nunca hubo una religión pagana en la antigüedad. Pero las distintas expresiones espirituales que tuvieron lugar en los bosques y campos de Europa conservaban un parecido en cuestiones esenciales. Ello hizo que el siglo XIX tuviera, respecto de estas diversas manifestaciones del espíritu, la ilusión de una unidad, la idea de una identidad común. A ello fue a lo que dio el nombre de paganismo, rescatando en la palabra el vínculo con la tierra, con el campo, con la añoranza de un pasado idílico que en la modernidad se esfumaba por todas partes. Los paganos del siglo XIX oponían el campo a la ciudad, la tradición del Medievo a las ideas progresistas de la modernidad. Y por ello la palabra pagano, más allá de toda la connotación peyorativa que tuvo en sus inicios, cobrara ahora infinito sentido y unicidad. Con este término se pasaba ahora a representar toda una forma de resistencia espiritual al nuevo y decadente mundo. Y ello porque pagano era sinónimo de una vida sencilla, austera, campesina, que evocaba los bosques y las montañas de Europa, los ríos y las praderas de la tierra madre ancestral. Pero también, porque ser pagano evocaba la tenaz resistencia espiritual que entre los siglos IV y IX opusieron en toda Europa los pueblos libres al cristianismo. Se reconocía, por tanto, en el paganismo, la forma propia del espíritu europeo, ahogada tantas veces por el cristianismo y sus formas políticas afines, pero siempre dispuesto a renacer de sus propias cenizas. Los dioses de los bosques, de los hielos eternos, de la montaña, no habían muerto, y encontraban ahora, en el paganismo, una voz con la que alzarse en combate contra el dios de los desiertos. Pero ¡Cuidado! No se engañe nadie en creer que el paganismo, en cuanto religión, cobra la forma de esas pseudo-religiones actuales que son el cristianismo, el islamismo o el budismo. Una religión no es una fe, no es tampoco un conjunto de dogmas y creencias. Y ante todo, no es, en absoluto, expresión de ninguna cosa “universal”. El cristianismo es un fenómeno universal, y ya sólo por eso no es una religión. Una religión universal es como algo insípido con sabor: esto es, algo imposible (y no tan sólo imposible, sino, además, estúpido). Esas imágenes patéticas de semana santa en las filipinas, en que vemos representaciones de la vía crucis, con cristos de aspecto asiático crucificados, es a lo único a que puede dar lugar la horripilante idea de una religión universal. Nada de esto habría sido siquiera posible en el mundo antiguo, pues atenta no sólo contra el principio de sensatez, sino, además, contra el principio del buen gusto. La opinión común cree, por ejemplo, que el paganismo es una religión universal de los pueblos europeos de antes del advenimiento del cristianismo. Es curioso, pero si se escruta a fondo de dónde pudo haber salido esa idea, se descubrirá la oscura mano de la propia formación cristiana en la que todo occidente se ha visto obligado a educar su inteligencia. Pero nada más lejano a la realidad. Dado que el cristianismo no tiene patria esparce, entre quienes han tenido la desgracia de crecer a su alero, la idea de que nociones tan importantes como las de “religión”, por ejemplo, surgen al margen de un pueblo, de una raza, de una lengua específica. Y, por lo tanto, nada más injusto y errado hay que adjudicarles el calificativo de universal. No existe una religión universal, así como tampoco existe un hombre universal. En justicia, lo que propiamente tal se llama paganismo se remonta a unas cuantas décadas atrás, más precisamente a la segunda mitad del siglo XIX. El paganismo surgió entonces en Europa como una respuesta espiritual a la mentalidad moderna. Constituyó en aquella época una forma racional y organizada de añoranza de un pasado idílico e idealizado: el pasado de la Europa precristiana, el ayer de los dioses de las religiones locales. Es un error, por lo tanto, concebir el paganismo como la religión de los antiguos europeos antes de la imposición del cristianismo. Nada hay, antes de la llegada de la cruz, que nos permita pensar en una religión común (universal) de los pueblos europeos antiguos. Sangre y Tierra siempre han sido el fundamento último de toda forma de religión pagana. No hay religión pagana (más todavía, no hay ni siquiera Religión posible) si ésta no está fundada en la Sangre y en la Tierra. El paganismo es la religión de la sangre y de la tierra. Holzwege es una expresión en alemán acuñada por el filósofo Martín Heidegger. Significa, en forma literal, el camino del Bosque; leyendo entre líneas hace referencia a la antigua tradición religiosa que se ha perdido y que es preciso reencontrar. Es una suerte de renacimiento, una forma de volver a nacer, una manera de hacer despertar nuestro verdadero espíritu (nuestra memoria de la sangre) ahogada hasta la estupidez por la industria pedagógica cultural de la mentalidad moderna. El Bosque es para nosotros un arquetipo: el arquetipo de una vía de iniciación. La iniciación es siempre la muerte a una vida y el nacimiento a otra. Esto es sabiduría aria pura. No existe, fuera de esta comunidad racial, ninguna expresión religiosa en cuya esencia se halle la idea del “nacer dos veces”, del “renacer”, del nacer en el “espíritu”. Otras podrán haber acuñado formas religiosas similares; pero, en todo caso, nada hay en ello que nos permita justificar una analogía, porque en pocas cosas como el fenómeno religioso se da esta experiencia de lo intransferible. Lo que es propio de una religión no puede replicarse en otras. Cualquier réplica, cualquier intento de sinonimia, es absurdo; y no da cuenta más que de la pobreza y artificialidad de la religión que intenta apropiarse de los contenidos espirituales de las otras. Una religión es siempre expresión del espíritu de una raza. Poco tiene que ver con la religión los dioses. La divinidad es una de las tantas formas en que puede manifestarse una religión; pero lo esencial es siempre la raza, la sangre y la tierra. Por eso es que afirmamos que de antiguo hubo una sola religión: la religión pagana. De hecho la palabra religión surgió en el espacio pagano de la romanidad: es una palabra latina cuyo significado hace referencia precisamente a la sangre y a la tierra (ya profundizaremos sobre esto). Todas las otras religiones adoptaron esta denominación merced a una ampliación del significado del término por analogía lógica; pero en ninguno de estos casos esta denominación está justificada adecuadamente y en la mayoría de ellos constituye una verdadera arbitrariedad, cuando no una abierta tergiversación. Por ello, nuestro transitar por el renacer del paganismo debe comenzar por definir el fenómeno religioso y precisar con exactitud qué significa la palabra “Religión” y por qué ella se justifica únicamente en el caso de la religión pagana. Ello despejará conceptualmente el camino que debe llevarnos a transitar de nuevo por el Bosque, por la sabiduría de los antiguos, y en el amor y grandeza de los héroes y dioses de otra época. El Concepto de Religión La palabra latina Religio, de la que deriva nuestra voz castellana Religión, en su significación lata y originaria, tiene muy poco que ver, o casi nada, con las ideas que nosotros asociamos hoy al término. Para ello, baste con estos dos ejemplos que pueden muy bien ilustrar este asunto. El primero está referido a la significación de la palabra Religio en el ámbito de la romanidad, esto es, a su étymos. El segundo, a la impresión que sobre el cristianismo tuvieron los primeros romanos que conocieron de este movimiento. Vayamos, pues, al primero de estos ejemplos. a. Significación de la palabra Religio: Existen, al respecto, tres opiniones diversas sobre el étymos de la palabra Religio: la que une la voz Religio con el étymos religere, la que lo vincula con el étymos relegere; y la que lo asocia, finalmente, con el étymos religare. De estas tres, sólo las dos primeras nos merecen confianza y legitimidad, por estar asociadas al ámbito propiamente tal de la romanidad; la tercera, en cambio, nos merece muchas dudas, pues no sólo es tardía en el tiempo, sino que, además, parece ser una invención que se inicia con el cristianismo y que busca justificar la expresión Religio en la serie de ideas que se asociarán posteriormente a esta palabra. Ya hablaremos de esto al final de esta reflexión. Religere y relegere son, a nuestro entender, los étymos legítimos de la palabra Religio. Ya explicaremos, también, cómo creemos que pueda ser posible que una palabra tenga dos étymos distintos en su significación original. Religere significa propiamente tal escrúpulo. Hace referencia, por tanto, a una disposición interior “y no a una propiedad objetiva de ciertas cosas o un conjunto de creencia y prácticas”[1] “En la época clásica –dice Maurice Sachot- la religio Romana designa ante todo una actitud, hecha de escrupuloso respeto hacia lo instituido… Por ello se convierte en lo que fortalece a las instituciones y garantiza su duración, por medio de ese vínculo, por ese apego del ciudadano a respetar las instituciones de la ciudad”[2] Esta cuestión nos pone sobre la pista de algo que hasta ahora se ignora casi en su totalidad –salvo, por cierto, entre círculos de historiadores, filósofos o especialistas-: el vínculo entre la Religio y las instituciones de la ciudad, o aquello que propiamente tal hace de un romano, en el mundo antiguo, ser romano. La Religio, en su acepción etimológica, hace referencia a la idea de escrúpulo. Pero no de cualquier escrúpulo, sino, ante todo, del que cabe tener frente a lo que ha sido instituido en la ciudad, y, por tanto, engloba un sagrado respeto general hacia la urbe y todo lo que ella representa. Esta idea de Religio denota ya un carácter marcadamente local, no universal. Ello fue lo que llevó a Cicerón, el célebre filósofo romano, a decir sva cviqve civitati religio (cada ciudad tiene su propia religión). Tenemos así los tres aspectos esenciales que supone el concepto original de religio: el escrúpulo (en el sentido de recogerse, de guardarse, de retenerse ante algo que se considera sagrado), la ciudad, la urbe, Roma (como el objeto hacia el que se dirige el escrúpulo de lo religioso y transforma toda forma de religio romana en una actividad social dirigida hacia los asuntos públicos –los res-publicas-, legales y de Estado); y el carácter local o nacional que distingue a cada pueblo según su propia religio, esto es, según la propia relación de escrúpulo (de respeto, de amor, de cuidado) que prevalezca entre el individuo y las instituciones (tradiciones, cultos y costumbres) de su país. De estos tres sentidos originales de la palabra Religio el primero viene atestiguado, como ya lo hemos visto, por el étymos Religere; el segundo y el tercero se fundamentan en el étymos Relegere. Este segundo étymos de la palabra Religio nos es, todavía, más legitimo, toda vez que la palabra relegere es la que propiamente tal da lugar a la formación del sustantivo Religio –la voz latina Religere forma el sustantivo Relictio y la expresión Religare (famosa únicamente a causa del cristianismo) forma el sustantivo Religatio (que se aparta ostensiblemente de las dos primeras)-. Pues bien, la palabra latina relegere es un derivado del verbo legere, lego, que significa, entre otras cosas, leer, pero principalmente, su significación es la de recoger, reunir, recolectar. ¿Recolectar, recoger qué? Recoger espigas, uvas, frutos del campo y de las cosechas. He aquí que la expresión lego, en su sentido original, hacía referencia a una actividad del campo propiamente tal, a un “hacer” ligado a la tierra. En su sentido más primitivo, Religio deriva de lego, relego, relegere. Esta es la etimología que propone, al menos, Cicerón. Pero en Cicerón relegere significa también tratar un asunto con diligencia, con escrúpulo. De ahí que el sentido de lo escrupuloso quede también integrado en este étymos del relegere. Pero en su acepción más fuerte relegere está vinculado a los otros dos sentidos originales de la palabra Religio: el que dice relación con las instituciones de la ciudad y el que se vincula al carácter local de esas instituciones. Las instituciones de la ciudad no son otra cosa que todo aquello que se ha instituido a lo largo del tiempo; por lo que, cuando hablamos de esas instituciones estamos haciendo referencia a aquello que ha permanecido, que ha logrado cristalizar en costumbres y tradiciones; y que, por lo mismo, también, constituyen hoy el fundamento de lo que son nuestras leyes, nuestra cultura, nuestro patrimonio patrio. Las instituciones de la ciudad, tratándose de Roma, son sus costumbres, sus tradiciones, su derecho romano, sus dioses, su Re-pública. Ese es el sentido fuerte de la expresión Religio Romana; y es ese sentido el que nos viene dado por el propio testimonio de un filósofo romano, Marco Tulio Cicerón. La idea de que la palabra Religión deriva de la palabra Religare –cuyo sustantivo legítimo forma la palabra Religatio y no Religio- se la debemos a un filósofo cristiano del siglo IV (o sea, por lo menos, 350 años después de Cicerón y en una época en la que ya, prácticamente, Roma no existe) de nombre Lactancio. Esta etimología fue muy probablemente propuesta con el ánimo de justificar algo, que en tiempos de Cicerón, habría parecido un notable contrasentido: esto es, el hecho tan común en nuestros días de concebir al cristianismo como una religión. Por esa razón nos parece de poco valor revisar una etimología tan evidentemente arbitraria, que fuerza el sentido original de un término para hacerlo coincidir con un conjunto de creencias y prácticas originadas en otros suelos lingüísticos, en otras concepciones del mundo y de la vida. La religio romana hace referencia, en su sentido más primitivo, a una actividad que se realiza, propiamente tal, en el campo. Religio es relegere, palabra latina que deriva de legere, de lego. Lego es recolectar, recoger las espigas, los frutos del campo, de la tierra. El campo romano es el fundamento de lo que después será la ciudad de Roma. Es en el campo donde los romanos forman su carácter, sus costumbres, sus tradiciones, y las instituciones que algún día harán grande a la urbe de Roma, a la ciudad. Es en relación con esa tierra que cultivan en los campos de Roma, que se irá forjando el sentido de la Religio Romana, las instituciones a las que posteriormente el romano deberá sagrado y escrupuloso respeto. Pero este escrúpulo, este respeto por lo que son las tradiciones y las costumbres de Roma que brotan de su tierra se completa, únicamente, en el vínculo que une todo esto a la sangre romana, a la sangre de los padres fundadores de Roma, a aquellos que fundamentarán el posterior patriciado. La Religio surge cuando hay un vínculo entre la sangre y la tierra, entre la sangre y el suelo: pues el suelo patrio es el fundamento último que vuelve posible la existencia de un pueblo unido por la sangre. No hay pueblo, no hay comunidad de sangre, sin tierra, sin un suelo que habitar y la religio es el vínculo que hace patente ese matrimonio entre la sangre y el suelo. Cuando Cicerón definía la Religio como el sagrado respeto a lo que son las tradiciones y las costumbres de Roma, la escrupulosa diligencia a conservar las instituciones y la estructura del Estado, etc., lo que estaba en juego allí era la conservación de Roma, de su sangre y de su suelo. Esto merece más de una explicación. Sabido es que en la antigua Roma existían dos clases sociales muy bien diferenciadas: los patricios y los plebeyos. Y digo “sabido es” como de un modo de expresarse, simplemente, porque si se cree que se trataba de dos clases sociales (idea inculcada por el marxismo y enseñada hasta el presente como si se tratara de la verdad) se comete un error de apreciación grave y una falta de rigurosidad significativa. Clases sociales, propiamente tal, es lo que se verá aparecer en el mundo moderno con el advenimiento del capitalismo y las formas modernas de producción económica. Entre Patricios y Plebeyos las diferencias no son de carácter social (de hecho, sorprendería saber de la cantidad de plebeyos que en la Roma antigua poseían mayores riquezas que los mismos Patricios). Lo que diferencia a los Patricios de los Plebeyos viene determinado por la sangre (razón por la que incluso hasta poco después de la redacción de las doce Tablas todavía seguía prohibiéndose el establecimiento de matrimonios cruzados entre Patricios y Plebeyos). Los Patricios eran quienes portaban la sangre de los Padres fundadores de Roma, sus descendientes legítimos. Es en ese vínculo natural (no artificial) que basaban su pertenencia a un grupo humano y sus derechos sobre esa tierra que era Roma. Los Plebeyos, en cambio, eran los extranjeros. La lucha, por tanto, entre Patricios y Plebeyos, no es una lucha social entre quienes tienen privilegios económicos y quienes no (como intentó hacérnoslo creer Marx); sino, más bien, una lucha entre quienes son muy consciente de la sangre que portan (los Patricios) -y su legítimo derecho a querer conservarla- y quienes no poseen la calidad de ciudadanos precisamente porque no portan esa sangre y no son descendientes de los padres fundadores de la ciudad. La Religio romana data de esta época de los orígenes de Roma, en los que la sangre y el suelo fundamentan el ser romano, más allá de cualquier considerando artificial. Las mores romanas, las costumbres y las tradiciones de la ciudad que luego invocará Cicerón, al hablar de Religio, no son otras que las que cristalizaron en este época de los comienzos de Roma, época en la que se fundamenta su grandeza y que comenzará a debilitarse y desvirtuarse desde los tiempos de la igualdad de los derechos civiles entre Patricios y Plebeyos (siglo IV a.E.C.). Sangre y suelo fundamentan toda forma de religión no sólo en el sentido de una cosmovisión, sino, esencialmente, en la impronta de un ser-en-el-mundo. La Religio es únicamente posible en la medida en que tiene como presupuesto la sangre y el suelo. Fuera de esta relación, fuera de este vínculo, no tiene sentido alguno hablar de religión. b. La impresión que se llevaron los romanos de los primeros cristianos: “Religión” y “cristianismo” son dos conceptos tan estrechamente ligados en el mundo moderno, vinculados de un modo tan intransigente que a nadie medianamente sensato podría ocurrírsele disociarlos, en algún modo u otro, o plantear alguna duda respecto de su legítima relación. Y sin embargo, en los hechos y en la lógica –y por lo tanto, en el sentido común, en la cordura y en la sensatez- nada más antitético y contradictorio –incluso, nada más imposible- que vincular “cristianismo” con “Religión”. La expresión “religión cristiana” es, en los hechos, una contradictio in terminis (contradicción en los términos). Para nosotros, hombres occidentales modernos, nacidos tras dos milenios de bastardización de occidente, asociar estas dos palabras nos resulta algo tan normal, tan obvio, tan elocuente y necesario, que la sola duda respecto de su logicidad y derecho nos hace fruncir el ceño y plantearnos más de una interrogante. Vivimos bajo la ciega convicción de que “cristianismo” y “religión” son lo mismo; y esta idea amparada en el yugo del más irreflexivo dictamen se perpetua únicamente porque entre los hombres nada hay mejor repartido que la pereza mental y la ignorancia sobre el fundamento de las cosas. La mayoría de la gente de hoy vive como si el mundo se hubiese creado hace cien años, como si no hubiera historia, ignorante y absolutamente ajeno a nociones tales como Tradición, Trascendencia. El vivir de hoy es tan transitorio y ordinario que nada provocaría más asombro a las gentes de este mundo que un auténtico sentido de la verdad religiosa y un original fundamento de las cosas. Cuando los romanos, religiosos como eran, se toparon por primera vez con el cristianismo, vieron en él cualquier cosa, menos una religión. Esto es algo decisivo. Los romanos fueron los creadores de la “religión”, y, por lo tanto, quienes mejor preparados estaban en el mundo respecto de cuestiones religiosas. La idea de que hubo otras religiones en el mundo es falsa y sólo responde a la confusión que ha introducido en este orden de cosas el cristianismo. Sólo a alguien formado irreflexivamente en la mentalidad cristiana podría ocurrírsele hablar de religiosidad maya, china, egipcia, griega, judía, mesopotámica, por nombrar solo a algunas. Esto es una forma impropia de hablar, pues no se ajusta, en rigor, a los hechos. Sólo hubo una religión en el mundo antiguo, la religión romana. Y quizá, por analogía lógica, podría justificarse hablar de religión en otros casos, fuera del romano, como, por ejemplo, en el caso de los pueblos germanos. Pero no se puede aplicar a destajo el calificativo de religión a cualquier complejo de creencias y formas rituales (toda vez que la religión, en su sentido original y legítimo, no tiene nada que ver con creencias y sólo subsidiaria y secundariamente tiene alguna relación con las formas rituales). La verdadera religión es la Religio Romana. Ella presta e impone por derecho propio su modelo a las otras. Ese derecho propio le viene de la palabra. La palabra Religio es una palabra romana, latina. Ello define todo un campo significacional únicamente accesible a quienes han formado su inteligencia y espíritu en la lengua latina; y acaso concebible siquiera o intuida en alguna de sus formas externas, para quienes han adoptado la lengua latina como su segunda lengua. Esto último me trae a la memoria una anécdota; una de esas que se contaban, en mis años de universidad, al modo de leyendas urbanos, mitos construidos en torno a grandes filósofos que se transmitían de profesores a estudiantes, y de estudiantes a otros estudiantes sin la voluntad de certificar mucho la fuente, de cerciorarse en algo sobre la legitimidad de la información. Recuerdo en mis primeros años de universidad se discutía mucho en torno a un pequeño libro polémico que versaba sobre la relación entre Martin Heidegger y el Nazismo. El autor era un académico chileno de la universidad libre de Berlín, el Señor Víctor Farías. En esos días recuerdo que alguien hizo circular una curiosísima anécdota sobre la relación que hubo entre Farías y Heidegger en los años que el primero habría sido alumno del segundo. La anécdota versa más o menos así: siendo Farías alumno de Heidegger se dirigió un día a él con el borrador de una traducción al castellano de Ser y Tiempo que estaba preparando. Heidegger lo habría entonces mirado inquisitivamente y casi como si le estuviera reprendiendo le habría dicho: “si usted quiere leer a Platón usted aprenda griego; si usted quiere leer a Heidegger usted aprenda alemán”. Verdad o no, ficción o realidad, lo cierto es que la “supuesta” respuesta de Heidegger ante el “supuesto” requerimiento de Farías, hace mucho sentido y es concomitante con lo que se conoce de la filosofía de Heidegger. Uno podría parafrasear esto y decir: “si uno quiere comprender lo que es Religio uno aprende latín”. Y es que las lenguas definen mucho más que meros campos comunicacionales. La lengua es expresión del espíritu de un pueblo y en cuanto tal determina y estructura el campo significacional (la Weltanschauung) de la gente que la habla. Es, junto a la sangre y a la tierra, un tercer y determinante elemento a través del cual podemos reconocer a un pueblo. Las categorías de una lengua dotan de un determinado sentido al pueblo que la habla; de tal modo que no da lo mismo hablar una lengua que hablar otra. La palabra Religio es una palabra latina, surgida en el dominio de la romanidad; hace sentido únicamente a la gente que la habla y sólo por aproximación a la gente que aprende esa lengua en una segunda instancia. El sentido verdadero de la palabra le es vedado a quien ignora la lengua de la que proviene esta palabra. La palabra “religio” define al romano como la palabra “filosofía” define al griego. Los alemanes tienen una palabra que sólo ellos entienden: “Geist”. Nosotros traducimos esa palabra por “espíritu”. Pero de “Geist” a “espíritu” hay, en verdad, un abismo semántico inmenso. Si uno piensa que traduciendo “Geist” por “espíritu”, en todos los casos, ha logrado en algo agenciarse parte de lo que se quiso realmente decir en alemán, tiene que ser en verdad alguien muy iluso. Pues la lengua está en el centro de la cosmovisión de un pueblo: vemos el mundo según la lengua que hablamos, ella estructura y dota de sentido nuestro horizonte de comprensión. Cuando los romanos, que habían inventado la Religión, se toparon por primera vez con los cristianos, no vieron en ellos nada que semejase en algo a la religión. Los romanos, entonces, sabían mejor que nadie lo que era una religión, y jamás se les pasó por la cabeza inscribir en el registro de lo religioso a los cristianos. Cuando tuvieron por primera vez noticias de esta secta marginal hablaron inmediatamente –y casi de un modo intuitivo, pero apegados también a la tradición- de superstitio. En efecto, los primeros romanos que tuvieron conocimiento del cristianismo le calificaron como una superstitio, esto es, como una superstición, no como una religión. Y así fue por casi doscientos años. Hasta que Tertuliano, filósofo cristiano, en plena época de la decadencia de Roma, y en forma totalmente arbitraria, decidió usar para el fenómeno del cristianismo el apelativo de Religión. Pero eso no cambia en nada los hechos originales. Cuando los romanos se toparon por primera vez con los cristianos no reconocieron en ellos una Religio, sino una superstitio. Y ello, pese a toda la desnaturalización que se ha hecho del término “religión”, no deja de ser, aún hoy, una profunda y auténtica verdad. El cristianismo no es una religión, el cristianismo es una superstitio. Y no es una religión porque los dos aspectos fundamentales de toda religión posible están ausentes en el cristianismo: la sangre y el suelo. Para los romanos de los primeros siglos, por ejemplo, la idea de una religión universal habría sido inconcebible: una verdadera contradicción en los términos. Además una religión centrada en un conjunto de dogmas y creencias no habría estado muy ajena a la ridícula idea de una competencia deportiva centrada en composiciones literarias o ecuaciones algebraicas. [1] Émile Benvéniste, Le vocabulaire des institutions indo-européennes, t. 2, Pouvoir, droit, religion, Paris, Minuit, 1969, pág. 272 [2] Maurice Sachot, La invención de Cristo, génesis de una religión, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1998, pág.186. |
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